viernes, 7 de junio de 2024

Covid-19: ¿Epílogo de un ciclo económico decadente?



Las crisis están diseñadas para beneficiar a los ricos ya que gracias a ellas les resulta más fácil reescribir las normas.

Angus Deaton.

Premio Nobel de Economía 2015.

 

Víctor Manuel Ovalle Hernández.


Ponencia presentada en el Primer Congreso Transdisciplinario de Ciencias Antropológicas: nuevos paradigmas interculturales ante la crisis civilizatoria del mundo globalizado, de la Academia Mexicana de Ciencias Antropológicas, A. C., llevado a cabo en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, el 5 de septiembre de 2024.


En este escrito me pregunto: ¿Cuál fue la relación existente entre la recesión económica reconocida en los primeros meses del año 2020 por los organismos financieros internacionales y la declaración de pandemia declarada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) durante marzo de ese mismo año? ¿Acaso fueron dos eventos aislados que convergieron fortuitamente en el espacio-tiempo o se trató de dos eslabones de una misma cadena de crisis capitalista internacional?

 

Existen indicios que nos permiten suponer que el paro en la producción y el aislamiento social decretados por decenas de países a partir de la declaración de pandemia de la OMS, tuvo una finalidad adicional, además de evitar la propagación masiva del virus. Ésta habría sido, poner fin a un ciclo económico decadente e iniciar uno nuevo en condiciones más favorables para los corporativos financieros más poderosos del mundo occidental.

 

Las evidencias histórico-económicas sugieren que en esta tercera década del siglo XXI, estamos presenciando el fin y el inicio de un nuevo ciclo económico capitalista, pero que no llega a Occidente con la vitalidad de ciclos anteriores, sino que se despliega en medio de una tensión entre dos bloques de países aliados: uno en cada lado del planeta.

 

 

Este trabajo forma parte de lo que denomino antropología del capital, una rama más de la antropología que pretende conocer: ¿quienes gobiernan al mundo por encima de los gobiernos de cada nación? ¿Cuáles son los poderes fácticos, globales que toman las decisiones económicas, sociales, políticas y culturales más importantes que afectan a la humanidad en su conjunto en el siglo XXI?


Tradicionalmente la antropología ha indagado en el conocimiento de las sociedades precapitalistas, los grupos étnicos y los grupos humanos que manifiestan diferencias económicas y culturales con la forma de vida occidental y a quienes se les ha concebido como los otros. El hermetismo sostenido por las familias más poderosas del planeta en torno así mismas, las coloca en un plano de otredad en relación con el resto de la humanidad, quienes poco sabemos sobre su filiación étnica, sus relaciones interpersonales, sus propiedades, sus contradicciones internas, pero principalmente sobre ¿cómo toman las decisiones que afectan a la mayoría de los habitantes del planeta, si es que son ellos quienes las toman?  

 

La antropología del capital pretende desentrañar el conocimiento sobre esta elite del poder global con el objetivo de que cualquier ciudadano pueda conocer: ¿quiénes son los que nos gobiernan de manera global y cómo lo llevan a cabo?

 

 

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en 2020 el mundo se enfrentaba a la "crisis más severa desde la II Guerra Mundial", con una grave pérdida de empleo y puestos de trabajo en todo el mundo. De acuerdo al organismo, sólo en el segundo trimestre del año, se perderían el 6,7% de las horas de trabajo, equivalente a 230 millones de puestos de trabajo de 40 horas semanales (Jorrín 2020).

 

Por su parte, Kristalina Georgieva, directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), manifestó que este organismo económico estaba preparado para movilizar su capacidad de préstamos de 1 billón de dólares para ayudar a los gobiernos a hacer frente al impacto del coronavirus (Bloomberg 2020). Declaró posteriormente que la pandemia del coronavirus llevó a la economía mundial a una recesión, que sería peor que la de 2009. Estimó que las necesidades financieras generales de los mercados emergentes era de 2.5 billones de dólares. Al mismo tiempo, informó que recibió en esos días, 81 solicitudes de asistencia, 50 de naciones pobres y 31 de naciones de ingresos medios (AFP 2020).

 

Pero la recesión no fue consecuencia de la pandemia como aseguró la directora del FMI. La recesión es un periodo de desaceleración económica que ya se preveía años atrás:

 

A principios de 2016 los mercados bursátiles registraron pérdidas que alcanzaron los 8 billones (millones de millones) de dólares del valor de las acciones, el equivalente a la mitad del valor de la economía de los Estados Unidos, la mayor del planeta. En esos días se combinaron el desplome de los precios del petróleo y de otras materias primas; la devaluación de las monedas de países emergentes frente al dólar y la desaceleración de la economía china, cuyo crecimiento de 6.9 por ciento en 2015 fue el más bajo en 25 años. Lo que motivó a los analistas a alertar sobre la posibilidad de una recesión (Reuters 2016).

 

10 años después de la crisis financiera de 2008, la firma MdF Family Partners, especializada en asesorar a grandes patrimonios familiares, vaticinaba que la siguiente recesión ocurriría antes de finalizar el 2020. Tras un periodo de baja inflación y crecimiento extendido por todo el mundo, el ciclo económico empezaba a agotarse. Era un crecimiento artificial conseguido en base a deuda que solo serviría para retrasar la próxima recesión y hacerla más profunda (Jorrín 2018).

 

El exsecretario de Relaciones Exteriores de México de 2000 a 2003, Jorge G. Castañeda, alertaba en su columna de opinión del New York Times, en 2019, que la guerra comercial entre China y Estados Unidos, aunada a las señales de advertencia de una posible desaceleración de la economía mundial, habían aumentado considerablemente las posibilidades de que el mundo entrara en una recesión (Castañeda 2019).

 

Para octubre de 2019, la desaceleración de la economía mundial era irreversible, en particular, en la actividad industrial y el sector servicios. Persistía la incertidumbre financiera generada por las idas y venidas de la guerra comercial -y política-, con la imposición de aranceles a productos europeos por parte de Estados Unidos. Aunado a ello, la deuda mundial había aumentado más de un 60% desde 2007, limitando el margen de los gobiernos para responder a una crisis (Monzón 2019).

 

Un eslabón más de esta cadena de contracción e incertidumbre económica fue la caída de los precios del petróleo y de las bolsas de valores mundiales el viernes 6 de marzo de 2020, ante la negativa de Rusia de aceptar la propuesta de varios países de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) de fijar un recorte de 1,5 millones de barriles diarios para estabilizar los precios y la decisión de Arabia Saudita de elevar su producción de petróleo y hacer descuentos en su precio de venta en Europa noroccidental, un mercado clave para Rusia, en medio del sacudimiento mundial por el coronavirus (

 

Como podemos observar, en 2020 ya interactuaban los componentes suficientes para una nueva y profunda recesión mundial. Marx (1983) describió con maestría la naturaleza de las crisis capitalistas:

 

Durante cada crisis comercial, se destruye sistemáticamente no sólo una parte considerable de productos elaborados, sino incluso de las mismas fuerzas productivas ya creadas. Durante la crisis, una epidemia social, que en cualquier época anterior hubiera parecido absurda, se extiende sobre la sociedad: la epidemia de la superproducción. La sociedad se encuentra súbitamente retrotraída a un estado de súbita barbarie: diríase que el hambre, que una guerra devastadora mundial la han privado de todos sus medios de subsistencia; la industria y el comercio parecen aniquilados. Y todo eso, ¿por qué? Porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiados medios de vida, demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas de que dispone no favorecen ya al régimen burgués de la propiedad; por el contrario, resultan ya demasiado poderosas para estas relaciones, que constituyen un obstáculo para su desarrollo; y cada vez que las fuerzas productivas salvan este obstáculo precipitan en el desorden a toda la sociedad burguesa y amenazan la existencia de la propiedad burguesa. Las relaciones burguesas resultan demasiado estrechas para contener las riquezas creadas en su seno. ¿Cómo vence esta crisis la burguesía? De una parte, con la destrucción obligada de una masa de fuerzas productivas; de otra, con la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos. ¿De qué modo lo hace, pues? Preparando crisis más extensas y más violentas y disminuyendo los medios de prevenirlas.

 

En la época actual, el planeta ha llegado a una extrema polarización global en que el 80% de la humanidad cuenta con el 5% de la riqueza mundial, mientras que el 20% de la humanidad tiene el 95% de la riqueza; con una sobreacumulación de capital que no tiene cómo ni dónde ser invertido al agotarse los mercados internacionales para la puesta en circulación de dicho capital y la imposibilidad del sistema de abrir nuevos mercados (William Robinson, durante el Foro: Educación Superior, Trabajadores y Capitalismo Global, realizado el 15 y 16 de Junio de 2017, en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), México). El mismo Robinson, sociólogo de la Universidad de Santa Bárbara, California; afirma en su libro Global Capitalism and the crisis of humanity (2014), que el sistema mundial ha centralizado y sobreacumulado capital hasta tal punto de que las oportunidades de inversión son limitadas y sólo hay tres mecanismos para invertir el excedente de capital: la especulación financiera arriesgada, las guerras y su preparación, y la privatización de instituciones públicas (citado en Phillips 2019:30).

 

Otra estimación de la agencia internacional para el desarrollo: Oxfam, aseguraba en 2017, que el uno por ciento más rico del género humano acaparaba más de la mitad de la riqueza mundial. El treinta por ciento de la población controlaba más del noventa y cinco por ciento de la riqueza, mientras que el setenta por ciento restante tenía que arreglárselas con menos del cinco por ciento de los recursos del planeta (Phillips 2019:12).


El Capitalismo requiere poner en circulación los billones de dólares inactivos, para sostener la tasa de acumulación. Esto significa la existencia de una expansión artificial del mercado de acciones (inundada de papeles como bonos, pagarés y títulos financieros sin sustento real en la riqueza tangible de las naciones); pero la sobreproducción, el bajo consumo, la deuda generalizada y la imposibilidad de abrir nuevos mercados, debido a la guerra comercial entre potencias imperialistas por la supremacía económica mundial, impiden que las herramientas monetarias, fiscales y los acuerdos internacionales tengan efectividad para estabilizar los mercados financieros.


Surge entonces otra forma de darle salida a la crisis económica: provocar la conclusión abrupta del ciclo expansión-estancamiento de la economía mundial, que permita iniciar un nuevo ciclo con mejores expectativas para el Capitalismo financiero. Para ello, se requiere un mecanismo disolvente que precipite la crisis: la guerra ha cumplido esta función desencadenando finales catastróficos en diversas épocas y territorios. Llegado a un punto de imposibilidad de crecimiento, las fuerzas productivas y las ciudades son destruidas en amplias regiones del planeta. De esta forma se resolvió la recesión mundial desplegada en 1929, que culminó con la Segunda Guerra Mundial. Una vez derrotado un bando, se inicia la reconstrucción de las ciudades destruidas, constituyendo un negocio inmejorable para quienes salen aventajados de la crisis; se abren nuevos mercados y las inversiones internacionales fluyen alentando un nuevo periodo de expansión económica. La regla había sido hasta ahora que tras un periodo de recesión, invariablemente acontecía un periodo de crecimiento. Así afianzó Estados Unidos su supremacía mundial durante la posguerra.

 

Tras varios periodos de expansión-contracción económica mundial desde los años sesenta del siglo pasado, en 2020, el planeta se volvió a encontrar en una recesión profunda. Y traería consigo su propio disolvente: una epidemia (Covid-19) que asumiría el papel de poner fin a un ciclo económico, como lo hizo la confrontación militar en su momento. El Capitalismo, como los anteriores modos de producción, crearon sus propios sepultureros. Pero ante la ausencia de un proletariado organizado, disciplinado y revolucionario -con la intención clara de tomar los medios de producción y colectivizarlos; tomar el Estado para sí y empezar a abolir las relaciones de explotación a nivel global-, el sistema se autoinmolaba con la finalidad de deshacerse de sus competidores, renovarse asimismo, mantener su predominio mundial; impulsar un nuevo periodo de expansión económica con una aceptable tasa de ganancia.

 

De esta manera, la crisis económica internacional que en 2020 tocó fondo, no significaba el fin del Capitalismo, pero sí -probablemente-, la implementación de un Nuevo Orden Económico Internacional.

 

Esta es la razón por la cual la enfermedad Covid-19, causada por un nuevo coronavirus, adquirió una dimensión colosal y tan desmedida por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los Estados imperialistas y los países dependientes, aun cuando su tasa de mortalidad era baja (4%, es decir, 4 personas fallecidas por cada 100 infectados a nivel mundial) en relación a otras enfermedades con mayores tasas de mortandad como la tuberculosis, la hepatitis B, la neumonía, el VIH y la malaria, entre otras. Al momento de la declaratoria de pandemia, se contabilizaban 118 mil casos de contagio de Covid-19 en 114 países y 4,291 personas habían perdido la vida por causa de esta enfermedad. No obstante, 81 países no habían reportado casos de contagio y 57 países habían reportado 10 o menos casos.

 

En la historia encontramos ejemplos de pandemias que cumplieron la función disolvente de un sistema socioeconómico decadente. La peste negra que apareció entre 1347-1350 diezmó las ciudades europeas (fallecieron unas 20 millones de personas), precipitó el declive feudal y allanó el camino al impetuoso Capitalismo mercantil, que en los siglos venideros ofrecería alternativas socioeconómicas, de bienestar y salud más atractivas a través del comercio, la industria, la ciencia, la medicina y la concentración económico-política en las ciudades.

 

Epidemias, huracanes, tornados, terremotos, erupciones volcánicas, sequías y heladas, son fuerzas naturales potencialmente destructivas y fluctuaciones climáticas, que no son causantes de cambios sociales, pero sí pueden ser detonantes de crisis socioeconómicas: desencadenando, acelerando o concluyendo procesos sociales decadentes que se encontraban en marcha. La aparición de cualquiera de estos eventos de orden natural en la tierra, en momentos de estabilidad social, económica y política, no representan un riesgo de ruptura social, pero pueden llegar a serlo, si interactúan en un ambiente de vulnerabilidad socioeconómica que tiende a profundizar la crisis existente.

 

En la recesión económica mundial precipitada por la enfermedad Covid-19, se desplegó la estrategia del miedo para controlar a la población a través de los medios de difusión masiva: se puso énfasis en los decesos y no en las personas que se recuperaban y eran dadas de alta.[1]  Tampoco se habló de los países que tuvieron un manejo adecuado de la crisis (quienes adoptaron el confinamiento, pero realizaron transferencias de efectivo a familias y empresas y recurrieron a instrumentos financieros como la moratoria de deudas). Se resaltó lo espectacular, lo grotesco, lo que se salía de control para mantener la atención cautiva de millones de personas. En forma inédita, vivimos una emergencia mundial desde la “comodidad” de nuestros hogares. Covid-19 resultó ser la coartada perfecta para el control social en momentos de recesión económica, pues aunque su índice de mortandad no era alto en relación con otras enfermedades, provenía de un virus altamente contagioso.



Mientras la recesión mundial tocaba fondo, la declaración de pandemia de la OMS, permitió disciplinar y controlar a la población mundial, evitando con ello que hubiera protestas (aunque sea temporalmente), alzamientos e insurrecciones proletarias y populares masivas, encabezadas por quienes perdieron su empleo y fuentes de ingresos durante la crisis. De esta manera, la población se encontraba recluida y el Capitalismo financiero, trasnacional y monopólico intentaba restituir su salud haciendo negocios dentro de la misma pandemia.

 

¿Y quiénes son los capitalistas que integran la elite financiera occidental que acaparan los mercados y controlan los procesos de acumulación de la riqueza?


Peter Phillips, catedrático de Sociología en la Sonoma State University, Estados Unidos, identifica diecisiete corporaciones financieras globales consolidadas[2] que cuentan con cantidades superiores al billón de dólares, tres nuevos corporativos financieros que consiguieron superar esa cantidad en 2017[3] y nueve compañías de gestión de capital -gigantes en ciernes- con más de ochocientos mil millones de dólares. En conjunto, los 29 gigantes financieros gestionan más de cincuenta y tres billones de dólares de riqueza mundial (Phillips 2019:51): 


Las principales compañías de gestión de activos suelen invertir las unas en las otras, lo cual convierte esta red en un núcleo sólido de empresas interconectadas con inversiones compartidas en todo el mundo. JP Morgan Chase y otros catorce gigantes billonarios tienen inversiones directas en BlackRock. Los diecisiete Gigantes han invertido colectivamente 403.400 millones entre ellos (Phillips 2019:40).


 

(Cuadro: Phillips 2019).

 

La clase capitalista trasnacional dirige instituciones de carácter privado y utiliza las instituciones internacionales controladas por autoridades gubernamentales con el objetivo de garantizar la seguridad de sus inversiones y su continuo crecimiento:  


La élite del poder global urde políticas que promuevan sus intereses en lo relativo a la gestión y la protección del capital global y a la ejecución de recaudación de deudas por todo el mundo, y lo hacen en foros privados donde se formulan políticas, como el Foro Económico Mundial, la Comisión Trilateral, el Grupo de los Treinta, el Consejo Atlántico o el Grupo Bilderberg, y en instituciones estatales transnacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el G20 y el Banco de Pagos Internacionales. Al mismo tiempo, están situados estratégicamente para imponer después esas políticas a través de las posiciones que sus miembros ostentan dentro de Estados concretos e instituciones estatales transnacionales. En pocas palabras, las enormes concentraciones de poder económico se traducen en una influencia desmedida sobre la creación de políticas globales (Phillips 2019:16).

 

La cúpula imperialista es también propietaria de las seis principales cadenas mediáticas a nivel mundial las cuales:

 

ofrecen una continua justificación ideológica al capitalismo corporativo y reducen o censuran la información que cuestiona la concentración existente de riqueza y la creciente desigualdad. Tenemos un sistema de medios de comunicación que intenta controlar todos los aspectos del pensamiento humano y promueve el consumo continuo y la conformidad. El mensaje ideológico predominante de los medios corporativos en la actualidad afirma que el crecimiento continuo de la economía ofrecerá un goteo de beneficios hacia todos los seres humanos y salvará el planeta (Phillips 2019:10).

 

De esta manera, a través de la OMS, de los gobiernos de decenas de países y diversas instituciones burguesas, los capitales financieros occidentales terminaron derrumbando la economía mundial con la intención de volverla a levantar ellos mismos.

 

A diferencia de la recesión de 2008, en la que los bancos de inversión estadounidenses perdieron el control de los activos financieros y nada hicieron ante el colapso del mercado de las hipotecas, en 2020 dirigieron la precipitación económica, intentando cerrar el ciclo decadente desde una posición privilegiada.

 

El derrumbe asistido de la economía mundial significaba la oportunidad de que los capitalistas más poderosos se deshicieran de sus competidores, absorbieran mercados y empresas más pequeñas y se beneficiaran con un mayor endeudamiento de los gobiernos y empresas que hacían frente a la crisis de esta manera, allanando el camino para un futuro periodo de expansión económica.

 

En ella, los Estados-nacionales recuperarían su posición de clientes privilegiados, empezando con la habilitación de hospitales y compra de equipo médico: camas de hospital, trajes especiales para los médicos, ventiladores para los enfermos (Muñoz y Martínez 2020).

 

La “nueva época” no significa entonces, el quiebre del liberalismo económico, sino un reacomodo financiero en el que cada Estado juega un papel fundamental en la habilitación-actualización de los mercados y en la oferta de servicios a los ciudadanos, considerados también como clientes.

 

No obstante, el Capitalismo occidental debió observar con perplejidad, que una vez superada la pandemia, la economía mundial se mantenía en niveles históricamente bajos y que el Capitalismo financiero oriental se levantaba como un muro infranqueable, resistiendo los embates provenientes de Occidente.  Los capitales orientales, no sólo se encontraban intactos y en crecimiento, sino que continuaban desafiando abiertamente la hegemonía global, financiera y militar, al conformar una alianza de países integrada por China, Rusia, Corea del Norte, Siria, Irán y Sudáfrica; quienes han entrelazado su economía y desechado al dólar de sus transacciones económicas; mantienen vinculados sus ejércitos en maniobras y operaciones conjuntas en tierra, aire y mar; despliegan su propia tecnología militar (incrementando su influencia mundial como potencias nucleares), podrían combinar sus arsenales nucleares en una guerra contra Occidente y han decretado el fin del mundo unipolar y la transición a un Nuevo Orden Económico Mundial, debilitando con ello, la hegemonía de los Estados Unidos y sus aliados europeos.

 

Así, actualmente China exporta armamento a Rusia, mientras que importa de Rusia el 70% de la energía que consume. Además, China compra los hidrocarburos que Rusia no puede vender en Occidente, debido a las sanciones económicas europeas por la guerra que sostiene en Ucrania.




Observamos que China es quien mejor aprovechó la recesión mundial para fortalecer su poderío financiero y ubicarse en el camino de la supremacía mundial. Mientras Estados Unidos lidiaba con la crisis económica, padeciendo dramáticamente la pandemia de Covid-19, cerrando sus fronteras temporalmente a la inmigración, imponiendo aranceles -incluso a sus aliados comerciales y militares europeos-, sosteniendo bloqueos económicos y reiterando las amenazas militares a otros países como Venezuela; China, en cambio, ha seguido impulsado una revolución burguesa en su territorio, con un impresionante desarrollo industrial en manufactura, construcción, minería, tecnología digital y bienes de consumo de todo tipo; asimismo, ha optado por expandir su influencia comercial y geopolítica a todos los rincones del planeta y ha emprendido un proyecto de infraestructura terrestre, ferroviaria y marítima para el intercambio comercial entre Asia, Europa y África, denominado La Nueva Ruta de la Seda. Este proyecto de dimensión global -con una inversión de 80.000 millones de euros desde el 2013-,  prevé la construcción de puertos, vías ferroviarias, aeropuertos y parques industriales, con participación de más de 30 países, entre ellos Rusia (El Periódico 2019).

 

Desde hace más de una década, China ha realizado considerables inversiones en África, terminando por desplazar a las antiguas potencias coloniales que aun tienen intereses en ese continente como Francia y el Reino Unido:

 

La inversión directa china se ha multiplicado por treinta en una década y alcanzó los 25.000 millones de dólares en 2014, creando unos 100.000 puestos de trabajo. Hoy en día más de 2.500 empresas chinas hacen negocios en África, especialmente en sectores como las finanzas, las telecomunicaciones, la energía, las manufacturas y la agricultura. Las compañías chinas habían firmado a finales de 2013 contratos por valor de 400.000 millones de dólares, construido más de 2.200 kilómetros de ferrocarriles y 3.500 de autopistas (El Orden Mundial 2016).

 

Durante 2020 -en plena recesión-, el gigante asiático observó como se precipitaban las acciones de las empresas chinas con capitales europeos y norteamericanos, y una vez en el piso, las compró todas, afianzando su dominio financiero internacional.

 

China es controlada por el Partido Comunista, burocracia que gobierna autoritariamente, omitiendo los derechos humanos occidentales, por lo que el mundo podrá caer en manos del imperio despótico más poderoso que jamás haya existido.

 

Esta situación llevó a García Canclini (2020) a preguntarse: si China extiende su dominio económico, su prestigio sanitario y sociocultural ¿exportará también el disciplinamiento? El probable sustituto de Estados Unidos en la hegemonía mundial, “posee 400 millones de cámaras en sitios públicos (1 cada 4 habitantes) y nos impresiona por su capacidad de detectar en cada cuadra comportamientos “peligrosos”.

 

La nueva era capitalista se distinguirá entonces por un mayor control de los individuos a través de los dispositivos electrónicos, que podrán rastrear los movimientos cotidianos de las personas en forma permanente. Pero ésta será una sumisión consentida (García Canclini 2020), como la que experimentamos durante la pandemia.

 

La guerra en Ucrania y el genocidio palestino por parte del Estado sionista de Israel que acontecen en 2024, se explican en este escenario de competencia internacional entre bloques de países y capitales financieros (como una extensión de la Guerra Fría del siglo pasado), que pretenden controlar diversos territorios considerados estratégicos para defender o afianzar su hegemonía económica global y que podría desembocar en la confrontación bélica más destructiva de la historia de la humanidad.

   

Entonces: ¿No existe un camino más terso para el futuro del planeta? La confrontación mundial entre dos bloques de potencias nucleares ha sido desplegada, pero en cualquier momento y en cualquier región del planeta puede surgir una fuerza renovadora desde el corazón mismo de cada imperio, que anule la colosal fuerza destructiva de la actualidad: la revuelta proletaria, que debería conducirnos a un Nuevo Orden Económico Mundial, esta vez asentado en la cooperación humana, dejando atrás la competencia destructiva.

 


 

REFERENCIAS DOCUMENTALES

 

AFP

2020 FMI: está claro que la economía global entró en recesión, La Jornada, sábado 28 de marzo, México,

https://www.jornada.com.mx/2020/03/28/economia/021n1eco

BBC NEWS MUNDO

Arabia Saudita vs Rusia: la guerra de precios que hundió el valor del petróleo y las bolsas mundiales en medio de la crisis por el coronavirus, BBC News Mundo, 9 de marzo,

https://www.bbc.com/mundo/noticias-51796524

BLOOMBERG, Eric Martin

2020 FMI, preparado para movilizar 1 billón de dólares para enfrentar el coronavirus, El Financiero, 16 de marzo, México,

https://elfinanciero.com.mx/economia/fmi-preparado-para-movilizar-1-billon-de-dolares-para-enfrentar-el-coronavirus

CASTAÑEDA, Jorge G.

2019 Una crisis económica afectaría desproporcionadamente a América Latina, The New York Times, 17 de septiembre, U.S.A.

https://www.nytimes.com/es/2019/09/17/espanol/opinion/castaneda-crisis-econmica.html?fbclid=IwAR2lCBWqHES1S3VDxZ5BxxH2GP61mu_CVGB_VZQP3jBHdo-w-CjGaAgiTLA

EL ORDEN MUNDIAL

2016 La colonización de África (1815-2015), https://elordenmundial.com/la-colonizacion-de-africa-1815-2015/

EL PERIÓDICO

2019 La Nueva Ruta de la Seda de China convence cada vez a más países, El Periódico, 24 de abril,

https://www.elperiodico.com/es/internacional/20190424/nueva-ruta-seda-china-convence-mas-paises-7421293

GARCÍA CANCLINI, Néstor

2020 La dictadura sanitaria por el coronavirus y la vigilancia corporativa generalizada, Antropología Urbana, 11 de abril,

https://urbanalogia.blogspot.com/2020/04/garcia-canclini-la-dictadura-sanitaria.html?fbclid=IwAR1L6dJCkyDsEBElyURDmfrnqPdyiTYpGxpB-2YXeJhAswTDnLJ4ZfYWUk0

JORRÍN, Javier G.

2018 La próxima recesión llegará antes de 2020: ¿Cómo y por qué ocurrirá? El Confidencial, 19 de marzo, España,

https://www.elconfidencial.com/economia/2018-03-19/proxima-recesion-crisis-economia-crecimiento_1537306/

2020 La peor crisis desde la II Guerra Mundial: en 3 meses, se perderán 230 millones de empleos, El Confidencial, 7 de abril, España,

https://www.elconfidencial.com/economia/2020-04-07/peor-crisis-ii-guerra-mundial-empleo-perdido-millones-coronavirus_2537852/

MARX, Karl

1983 El manifiesto comunista, Colección Los Grandes Pensadores, no. 6, Sarpe, España, pp. 25-61.

MONZÓN, Agustín

2019 De 2007 a 2019: las claves de la crisis que se avecina, El Independiente, 5 de octubre, España,

https://www.elindependiente.com/economia/2019/10/05/2007-2019-claves-crisis-avecina/?fbclid=IwAR1-dhrvlcWaugJYlVXUnikrjAdGWwZHwNDv8cnrBTAQwmI3V5jN3BWeGN0

MUÑOZ, Alma E. y Fabiola Martínez

2020 Firma AMLO decreto para adquirir con urgencia equipos médicos, La Jornada, viernes 27 de marzo, México,

https://www.jornada.com.mx/ultimas/politica/2020/03/27/firma-amlo-decreto-para-adquirir-con-urgencia-equipos-medicos-9596.html?fbclid=IwAR2mthN5hArbRhRGAE5-YY5bRBemB96FJtuScXo_BpexTbebWXXZ6Rj3Ny0

PHILLIPS, Peter

2019 Megacapitalistas. La élite que domina el dinero y el mundo, Rocaeditorial, Barcelona, España, 385 p.

REUTERS

2016 Tienen las bolsas globales el peor inicio de año: pierden 8 billones de dólares, La Jornada, domingo 24 de enero, México,

https://www.jornada.com.mx/2016/01/24/economia/017n1eco

ROBINSON, William I.

2014 Global Capitalism and the Crisis of Humanity, Cambridge University Press.



ANEXO

En la recesión económica mundial el ciclo de la producción se paraliza: la sobreoferta de mercancías se combina con la caída del consumo y el desempleo. En el inicio de las crisis, las personas se ven imposibilitadas de consumir los bienes y productos habituales debido a la obligación que tienen de cubrir sus deudas. Al disminuir el consumo, los mercados se saturan de mercancías y las empresas dejan de producir una cantidad considerable de ellas, afectando sus ganancias, por lo que millones de trabajadores son despedidos. A su vez, estos trabajadores sin empleos, dejan de consumir productos, y sin ingresos, tampoco pueden pagar sus deudas. De esta manera, el ciclo económico que incluye la producción, la distribución y el consumo de mercancías no puede llevarse a cabo, ni completarse en la forma prevista, por lo que muchas empresas quiebran, el producto interno bruto (la cantidad de dinero que genera la economía) de cada país se desploma (por dos trimestres consecutivos) y el desempleo se generaliza.


NOTAS

[1] Hasta el 21 de abril de 2020 el virus había infectado a más de 2,4 millones de personas en todo el mundo, la cifra de decesos superaba los 173,000 y la de los recuperados, los 662,000:

https://www.rtve.es/noticias/20200421/mapa-mundial-del-coronavirus/1998143.shtml

[2] BlackRock, Vanguard Group, JP Morgan Chase, Allianz SE (PIMCO), UBS, Bank of America Merrill Lynch, Barclays PLC, State Street Global Advisors, Fidelity Investments (FMR), Bank of New York Mellon, AXA Group, Capital Group, Goldman Sachs Group, Credit Suisse, Prudential Financial, Morgan Stanley & Co. Y Amundi/Crédit Agricole (Phillips 2019:39).

[3] BNP Paribas, de Francia (con 1,3 billones de dólares gestionados), Northern Trust of Chicago (1,1 billones) y la estadounidense Wellington Management Company (1 billón) (Phillips 2019:51).




martes, 18 de julio de 2023

No hay diferencia entre narco, burguesía y élites

 

Raúl Zibechi

Tomado de La Jornada, Viernes 14 de noviembre de 2014.


Propongo que dejemos de hablar de narco (narcotráfico o tráfico de drogas) como si fuera un negocio distinto a otros que realizan las clases dominantes. Atribuir los crímenes a los narcos contribuye a despolitizar el debate y desviar el núcleo central que revelan los terribles hechos: la alianza entre la élite económica y el poder militar-estatal para aplastar las resistencias populares. Lo que llamamos narco es parte de la élite y, como ella, no puede sino tener lazos estrechos con los estados.

La historia suele ayudar a echar luz sobre los hechos actuales. La piratería, como práctica de saqueo y bandolerismo en el mar, jugó un papel importante en la transición hegemónica, debilitando a España, potencia colonial decadente, por parte de las potencias emergentes Francia e Inglaterra. La única diferencia entre piratas y corsarios es que éstos recibían “patentes de corso”, firmadas por monarcas, que legalizaban su actuación delictiva cuando la realizaban contra barcos y poblaciones de naciones enemigas.

Las potencias disponían así de armadas adicionales sin los gastos que implicaban y conseguían debilitar a sus enemigos “tercerizando” la guerra. Además, utilizaban los servicios de los corsarios sin pagar costos políticos, como si los destrozos que causaban fueran “desbordes” fuera del control de las monarquías, cuando en realidad no tenían la menor autonomía de las élites en el poder. La línea que separa lo legal de lo ilegal es tenue y variable.

Encuentro varias razones para dejar de considerar a los narcos como algo diferente de la burguesía y del Estado.

La primera, es histórica. Es bien conocido el caso de Lucky Luciano, jefe de la Cosa Nostra preso en Estados Unidos. Cuando las tropas estadunidenses desembarcaron en Sicilia, en 1943, para combatir al régimen de Mussolini, contaron con el apoyo activo de la mafia. El gobierno de Estados Unidos había llegado a un acuerdo con Luciano, por el cual éste movilizó a sus partidarios a favor de los aliados a cambio de su posterior deportación a Italia, donde vivió el resto de su vida organizando sus negocios ilegales.

Los mafiosos eran, además, fervientes anticomunistas, por lo que fueron usados en el combate a las fuerzas de izquierda en el mundo y como fuerza de choque contra los sindicatos estadunidenses.

En segundo lugar, la superpotencia utilizó el negocio de las drogas en su intervención militar en el sureste de Asia, en particular en la guerra contra Vietnam. Pero también a escala local, en el mismo periodo, para destruir al movimiento revolucionario Panteras Negras. En ambos casos la CIA jugó un papel destacado. Sobre estos dos primeros puntos hay decenas de publicaciones, lo que hace innecesario entrar en detalles.

En tercer lugar, Colombia ha sido el principal banco de pruebas en el uso de las bandas criminales contra las organizaciones revolucionarias y los sectores populares. Un informe de Americas Watch de 1990 establece que el cártel de Medellín, dirigido por Pablo Escobar, atacaba sistemáticamente a “líderes sindicales, profesores, periodistas, defensores de los derechos humanos y políticos de izquierda, particularmente de la Unión Patriótica” (Americas Watch, La guerra contra las drogas en Colombia, 1990, p. 22).

A renglón seguido destaca que “los narcotraficantes se han convertido en grandes terratenientes y, como tal, han comenzado a compartir la política de derecha de los terratenientes tradicionales y a dirigir algunos de los más notorios grupos paramilitares”.

Este es el punto clave: la confluencia de intereses entre dos sectores que buscan enriquecerse y mantener cuotas de poder, o adquirir más poder, a costa de los campesinos, los sectores populares y las izquierdas. Todo indica que la experiencia colombiana –en modo particular, la alianza de los narcos y los demás sectores de las clases dominantes– está siendo replicada en otros países como México y Guatemala, y está disponible para aplicarla donde las élites globales lo crean necesario. De más está decir que esto no podía hacerse sin el concurso de la agencia “antidrogas” estadunidense, así como de sus fuerzas armadas.



En cuarto lugar, hace falta comprender que el negocio de las drogas forma parte de la acumulación por desposesión, tanto en su forma como en su contenido. Funciona como una empresa capitalista, como “una actividad económica racional”, como concluye el libro Cocaína & Co., de los sociólogos colombianos Ciro Krauthausen y Luis Fernando Sarmiento (Tercer Mundo Ediciones, 1991). Tiene algunas diferencias con los demás negocios capitalistas, sólo por tratarse de una actividad ilegal.

La violencia criminal, considerada a veces como demencial, es el argumento que suelen utilizar los medios y las autoridades para enfatizar los aspectos especiales del negocio de las drogas. Es tan falso como lo sería atribuir un carácter criminal al cultivo y comercialización de bananas porque en diciembre de 1928 fueron asesinados mil 800 huelguistas que trabajaban en la United Fruit Company en la Ciénaga de Santa Marta, norte colombiano. Algo similar podría atribuirse al negocio minero o al petrolero, manchados de sangre en todo el mundo.

El negocio de las drogas está en sintonía con la financierización de la economía global, con la cual confluye a través de los circuitos bancarios donde se lavan sus activos. Es bueno recordar que durante la crisis de 2008 el dinero del narco mantuvo la fluidez del sistema financiero, sin cuyos aportes hubiera padecido un cuello de botella que habría paralizado buena parte de la banca.

Por último, eso que mal llamamos narco tiene exactamente los mismos intereses que el sector más concentrado de la burguesía, con la que se mimetiza, que consiste en destruir el tejido social, para hacer imposible e inviable la organización popular. Nada peor que seguir a los medios que presentan a los narcos como forajidos irracionales. Tienen una estrategia, de clase, la misma a la que pertenecen.

 



jueves, 15 de junio de 2023

Braudel, Lévi Strauss y la CIA. La CIA y los intelectuales franceses

 

Fuentes: De igual a igual


«Desviar la atención del capitalismo (y los Estados Unidos) como causante de los problemas del mundo, hacia problemas como el consumo, la falta de democracia o de educación (y la URSS)»


La Agencia Central de Inteligencia (CIA) norteamericana acaba de desclasificar un documento de trabajo que comprueba, y brinda algunos datos nuevos, sobre su política hacia la intelectualidad progresista y de izquierda (PDF). El documento se titula «Francia: la defección de los intelectuales de izquierda» y describe, detalladamente, cómo captar e influenciar intelectuales, particularmente aquellos nucleados en la revista Annales, la Ecole des Hautes Etudes, y los que se referenciaban en Michel Foucault, Jacques Derrida y Jacques Lacan, en que lo visualiza como «una guerra cultural». Si bien el eje del documento son los intelectuales franceses, los principios y criterios que plantea fueron aplicados a través del mundo. En el mismo se describen sus tácticas y estrategias para generar un ambiente intelectual antimarxista a partir de influenciar a los intelectuales posmarxistas y a los críticos del Partido Comunista francés.

El documento establece que «durante las protestas de mayo-junio de 1968 […] muchos estudiantes marxistas miraban hacia el PCF para liderazgo y la proclamación de un gobierno provisional, pero la dirección del PCF trató de aplacar la revuelta obrera y denunció a los estudiantes como anarquistas». A partir de ahí surgieron los «Nuevos Filósofos» que, desilusionados con la izquierda, «rechazaron su alianza con el PCF, el socialismo francés, y las premisas básicas del marxismo». Estos intelectuales posmarxistas son considerados como mucho más efectivos en la guerra cultural que los intelectuales conservadores de la derecha, como Raymond Aron. Esto se debió a que los intelectuales conservadores se habían desprestigiado por su apoyo al fascismo. En cambio, los así denominados intelectuales democráticos, con su crítica a la URSS y al comunismo, eran útiles y, sobre todo, efectivos.

A partir de estas consideraciones iniciales, el documento señala que:

«Entre los historiadores franceses de la posguerra, la influyente escuela vinculada con Marc Bloch, Lucien Febvre y Fernand Braudel ha avasallado a los historiadores tradicionales marxistas. La escuela de Annales, como es conocida por su principal publicación, ha dado vuelta la investigación histórica francesa, principalmente desafiando primero, y rechazando después, las teorías marxistas del desarrollo histórico. Si bien muchos de sus exponentes pretenden que están dentro «de la tradición marxista», la realidad es que solo utilizan el marxismo como un punto crítico de partida […] para concluir que las nociones marxistas sobre la estructura del pasado -de relaciones sociales, del patrón de los hechos, y de su influencia en el largo plazo- son simplistas e inválidas.»

«En el campo de la antropología, la influencia de la escuela estructuralista vinculada con Claude Lévi Strauss, Foucault y otros, ha cumplido esencialmente la misma función. […] creemos sea probable que su demolición de la influencia marxista en las ciencias sociales perdure como una contribución profunda tanto en Francia como en Europa Occidental.»

En particular los autores del documento alaban a Foucault y Lévi Strauss por «recordar las sangrientas tradiciones de la Revolución Francesa» y que el objetivo de los movimientos revolucionarios no era tanto la profunda transformación social y cultural de una sociedad, sino más bien el poder. Por ende, según el documento, la teoría francesa posmarxista realizó una contribución inapreciable al programa cultural de la CIA que intentaba mover a los intelectuales de izquierda hacia la derecha, mientras desacreditaban el antiimperialismo y el anticapitalismo, permitiendo la creación de un ambiente intelectual donde sus proyectos podían ser llevados a cabo sin ser molestados por un serio escrutinio intelectual.

El eje no solo era desacreditar al marxismo como teoría, sino también tenía cuatro aspectos vinculados entre sí:

Fracturar a la izquierda cultural en diversos movimientos a través de lo que se denomina «políticas de identidad». En este sentido, las reivindicaciones de clase, el concepto en sí, y la lucha de clases como motor de la historia, se diluyen en una cantidad grande de diversos movimientos, sin que ninguno acepte la primacía del concepto básico del marxismo, las clases sociales: estos intelectuales de Nueva Izquierda se opondrán «a cualquier planteo de unidad de la izquierda».

Se desvía la atención del capitalismo (y los Estados Unidos) como causante de los problemas del mundo, hacia problemas como el consumo, la falta de democracia o de educación (y la URSS). «El antisovietismo se ha convertido en la base de legitimidad del trabajo intelectual».

Se torna difícil movilizar a las élites intelectuales en oposición a las políticas imperiales de Estados Unidos, apuntando a fracturar sectores medios de la clase obrera. De hecho, señala que «hay un nuevo clima de antimarxismo y de antisovietismo que dificultará movilizar una oposición intelectual a las políticas de Estados Unidos».

Se equiparaba al marxismo con «anticientificidad», y el compromiso político de izquierda entre los intelectuales es considerado como «poco serio» y «subjetivo»: los intelectuales de la Nueva Izquierda están «menos dispuestos a involucrarse y tomar partido».

Mucho de lo que se plantea en el documento no es nuevo, si bien es una confirmación de la importancia que la CIA le dio a las nuevas tendencias intelectuales en su lucha antimarxista. Un elemento notable es que no haga casi referencias a los cuantiosos fondos que destinó la CIA a captar intelectuales de izquierda. Por ejemplo, Frances Stonor Saunders (La CIA y la Guerra Cultural) señaló que la Agencia no informaba al gobierno norteamericano que estaba financiando diversos proyectos «de izquierda» que contribuyeran a alejar a los seres humanos de planteos igualitarios o clasistas. De hecho, uno de los aspectos que ella revela es que la CIA prefería «marxistas reformados» a los tradicionales conservadores y derechistas. Por «reformados» se entendía aquellos izquierdistas que se habían decepcionado del comunismo, o eran críticos de la URSS.

Esta promoción de intelectuales «reformados», en especial los posmarxistas, se vio acompañada de importantes recursos económicos, acceso a editoriales y medios de comunicación, e inclusive a nombramientos académicos. Así, señala el documento, diversas obras de personajes como André Glucksmann y Bernard Henri Levy se convirtieron en best sellers. Por ejemplo, según Tom Braden, que fue el director de la Rama de Organizaciones Internacionales de la CIA, la Agencia compró miles de ejemplares de las obras de Hannah Arendt, Milovan Djilas, y Isaiah Berlin para promoverlos. Otro ejemplo, no mencionado por el documento, es que la VI sección de la Ecole Pratique des Hautes Etudes, que alojaba a Lucien Febvre y Fernand Braudel, se estableció con un financiamiento recibido a través de la Fundación Rockefeller en 1947. Y luego fue financiada a través de la Fundación Ford, incluyendo los dineros e influencias necesarias para convertirse en la Ecole Pratique des Hautes Etudes en Sciences Sociales, con habilitación para otorgar títulos universitarios. Como señaló Kristin Ross, en su libro Fast Cars, Clean Bodies: Decolonization and the Reordering of French Culture (1996):

«En las décadas de 1950 y 1960 Braudel, Le Roy Ladurie y otros de la VIeme Section, crearon lo que Braudel denominó ‘una historia donde los cambios son casi imperceptibles […] una historia donde el cambio es lento, de repetición constante, de ciclos recurrentes’. Sus enemigos más formidables habitaban en frente, en la [Universidad de la] Sorbonne: un largo linaje de historiadores marxistas de la Revolución Francesa, como Georges Lefebvre y Albert Soboul. Y lo que estaba en juego era que reemplazaban el estudio de la historia de los movimientos sociales y el cambio abrupto o la mutación histórica por el estudio de las estructuras, o sea se borraba la idea misma de la Revolución. Estos historiadores marxistas [se enfrentaban…] a colegas modernizados, con exceso de fondos, y muy bien equipados con computadoras y fotocopiadoras» (pág. 189).

Lo anterior se complementó con viajes, becas, subsidios, y una cantidad importante de seminarios internacionales destinados a promover tanto la visión de Annales como el estructuralismo de Claude Lévi Strauss. En síntesis, si los intelectuales de izquierda no encuentran los recursos necesarios para llevar adelante sus investigaciones, o para publicarlas, entonces se encuentran sutilmente forzados a aceptar el orden establecido, mientras adoptan las modas intelectuales hegemónicas para poder encontrar empleo. El resultado es el debilitamiento del pensamiento de izquierda y de la conformación de un efectivo accionar revolucionario.


PDF del documento desclasificado de la CIA: http://www.cia.gov/library/readingroom/docs/CIA-RDP86S00588R000300380001-5.PDF


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