lunes, 25 de marzo de 2019

Organización, conflicto y persistencia en las sociedades etnológicas o precapitalistas (Primera Parte)


Víctor Manuel Ovalle Hernández
Egresado y Profesor de Asignatura de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH)

"El planteamiento de Marx abarca más allá de la sola crítica a la sociedad capitalista, y persigue la comprensión total de la antropologización. El marxismo implica la crítica más radical, más profunda, jamás propuesta, de la condición humana en las circunstancias de la sociedad dividida en clases y de la expresión política de esa división: el Estado".
Andrés Fabregas.

Este escrito es el avance de una investigación documental en la que se analiza a sociedades etnológicas o precapitalistas (sociedades comunales y tribales) como manifestaciones concretas de modos de producción con ausencia y presencia de clases sociales, subsistentes en nuestra época, en relación conflictiva (dialéctica) con el Capitalismo como modo de producción predominante. Se examinan las transformaciones sociales que presentan estos grupos humanos de cazadores, recolectores, pescadores y agrícultores, como resultado de la confrontación histórica que se inicia en el Siglo XVI y actualmente continúa. Asimismo, se reflexiona sobre los desafíos que enfrentan estos grupos étnicos durante el presente siglo.


En la presente investigación documental intento contribuir a precisar el conocimiento que se tiene sobre las relaciones económicas de las sociedades etnológicas o precapitalistas -definidas como bandas y tribus en el lenguaje neoevolucionista[1]-, persistentes en el planeta bajo el dominio del Capitalismo. Para ello, utilizo la perspectiva marxista, ubicando la centralidad en la categoría de modo de producción como principal herramienta de análisis.

Son diversas las preguntas que aun podemos hacernos acerca de estas sociedades a las que nos hemos aproximado a través de los alcances etnográficos: ¿Qué mecanismos sociales han permitido la supervivencia de grupos humanos de origen ancestral, con relaciones de producción distintas al Capitalismo expansionista, en varias regiones del planeta?

¿Están condenadas a desaparecer estas sociedades por las presiones del Capitalismo global o constituyen proyectos viables de sociedad a futuro, como lo han sido hasta nuestros días?

Parto de las premisas de que estas sociedades: a) son receptivas a todo lo que acontece en su entorno físico y social, b) son heterogéneas, c) también son contradictorias –dinámicas y cambiantes en el tiempo- y d) especializadas, lo que les ha permitido establecer intercambios y alianzas diversas, ampliando su repertorio de recursos materiales y simbólicos, preservando así su modo de vida.

El reconocimiento de la heterogeneidad en las sociedades etnológicas o precapitalistas nos permite entender que comparten un importante inventario de rasgos culturales, pero que también presentan considerables diferencias.

Estas diferencias de mayor profundidad rebasan las expresiones culturales como el lenguaje, la simbología, la ritualidad, las relaciones de parentesco, las prácticas de obtención de alimentos, el arte, las formas constructivas y la elaboración de utensilios y herramientas. Son diferencias sustanciales que se localizan en la forma de producir, distribuir y consumir sus bienes materiales; en las formas de propiedad establecidas y en la manera de relacionarse intragrupalmente y con otros grupos humanos externos. Es decir, en los modos de producción, que integran los procesos económicos de las comunidades etnológicas en diversas regiones del planeta.     

La hipótesis que guía esta investigación plantea que se pueden reconocer tres distintos modos de producción entre las sociedades etnológicas o precapitalistas, que han coexistido en forma conflictiva con el Capitalismo en su evolución histórica y que aun no es posible vislumbrar su desenlace.

De esta suposición se deriva la idea de que es factible la coexistencia entre distintos modos de producción en diversas épocas, aun cuando haya uno predominante y que tal coexistencia no se lleva acabo de manera armónica, articulada, ni mucho menos pacífica, sino que está determinada por el conflicto permanente, traducido en guerra, despojo y dominación, debido a la tendencia expansionista de algunos de ellos, por lo que no puede haber coexistencia estable y duradera entre distintos modos de producción que entran en contacto.

Entre los modos de producción de las sociedades etnológicas o precapitalistas definiremos uno de tipo comunitario, sin clases sociales; y dos más con una clara división clasista: el esclavista-tribal y el cacical-tributario.


Sociedades etnológicas o precapitalistas

Denomino sociedades etnológicas o precapitalistas a los grupos humanos de cazadores-recolectores, pescadores y agrícolas contemporáneos; agrupados por lazos de parentesco (por consanguinidad o afinidad);[2] que han estado vinculados a un territorio ancestral, aun cuando han sido desplazados violentamente de las tierras más fértiles por el Colonialismo; son productores de mercancías con valores de uso y en distintas medidas con valores de cambio; no utilizan la escritura y se distinguen del modo de vida occidental (mantienen formas de vida y tradiciones de origen milenario); provienen de formaciones económico sociales anteriores al Capitalismo y actualmente se encuentran insertos en el proceso histórico global.

En el plano simbólico expresan un profundo respeto y aprecio por la naturaleza a la cual conciben en forma estrecha, no como un ente superior, ni inferior, sino como una unidad en que la sociedad forma parte. De esta manera, la tierra y el espacio circundante constituyen la base de su identidad; sostienen una cosmovisión cíclica y mitificada del universo en el que las diversas deidades representan fuerzas de la naturaleza; la ritualidad recrea los orígenes del mundo y promueve su equilibrio y continuidad en el tiempo; elaboran ofrendas, realizan sacrificios rituales y rinden culto a los antepasados míticos (totemismo)[3].



Se pueden distinguir por su filiación étnica, pero además por el tipo de relaciones de producción que sostienen entre sí.

Las sociedades etnológicas o precapitalistas pueden agruparse en tres modos de producción:

a) Modo de producción comunal: se integra por grupos humanos de población reducida -denominados bandas o cazadores recolectores en la literatura antropológica-, agrupados por parentesco y generalmente acotados a un territorio poco fértil para la agricultura; y tribus agrícolas sedentarias, que son ya propietarias del objeto de trabajo: la tierra y pueden complementar la producción de alimentos con la caza, la recolección y la pesca. La división del trabajo es flexible, por lo que cualquier miembro del grupo puede realizar labores productivas sin restricciones definitorias importantes; cuentan con jerarquías y liderazgos -que se definen por la edad y experiencia- pero no clases sociales, ni Estado; por lo que no existe la explotación del trabajo ajeno. Las fuerzas productivas están dirigidas a garantizar la apropiación y producción de alimentos. Se implementan relaciones sociales de producción en las que predomina la cooperación y la reciprocidad; la mayor parte de los medios de producción, son de propiedad comunitaria, aunque existe la posesión individual de diversos objetos y herramientas; la distribución y redistribución de los bienes producidos es proporcional a las necesidades de cada persona. Aunque este sistema socio-económico constituye la evolución contemporánea de un modo de producción comunal primitivo el cual fue alguna vez predominante –hace miles de años-, manifiesta particularidades históricas que lo distinguen de su antecesor. 

b) Modo de producción esclavista-tribal: corresponde a grupos humanos de mayor población por lo que la división del trabajo se amplía y se establece por diferencias de edad, de sexo y de linaje; los jefes basan su poder en la capacidad de redistribuir y retener para su clan las tierras más fértiles y los bienes producidos o intercambiados a otras comunidades y justifican su poder en el prestigio religioso y militar de su grupo. Las fuerzas productivas se incrementan en la producción agrícola y aparece su contradicción: las fuerzas destructivas, que son empleadas en la guerra con las comunidades rivales. Se establecen relaciones de producción inequitativas en las que se explota el trabajo de esclavos, que son los prisioneros de guerra que provienen de otros clanes y grupos étnicos. Se trata de sociedades clasistas, por lo que cuentan con un Estado.

c) Modo de producción cacical-tributario: se despliega también entre grupos humanos más numerosos que las sociedades comunales, lo que permite que la división del trabajo se amplíe: además del sexo, la edad y la pertenencia a linajes particulares, existe una marcada diferencia entre el trabajo especializado de culto que se realiza en las principales poblaciones en las que se concentra el poder económico-político y las regiones periféricas dedicadas a la producción de alimentos y mercancías que generan los excedentes para el tributo y los intercambios. Las fuerzas productivas están concentradas en las labores agrícolas y la guerra es ya una práctica institucionalizada que es dirigida por especialistas. Las relaciones de producción están basadas en la explotación clasista de unos clanes sobre otros, por lo que han implementado un Estado; la propiedad de la tierra está en manos de caciques o terratenientes que se encuentran enlazados en distintos niveles de mando, quienes exigen tributo a los grupos subordinados militarmente.


En nuestra aproximación teórica las sociedades etnológicas o precapitalistas son:

1.1. Sociedades receptivas: las sociedades comunales son sensibles a lo que acontece en su entorno natural y fuera de él; tienden a establecer intercambios sociales y culturales, y a la búsqueda de mejores condiciones ambientales para satisfacer sus necesidades de subsistencia y simbólicas, por lo que no deben concebirse como sistemas cerrados:

… se nos induce a imaginar a cada grupo desarrollando su forma social y cultural en relativo aislamiento y respondiendo, principalmente, a factores ecológicos locales, inserto en el curso de una historia de adaptación fundada en la invención y la adopción selectiva. Según ello, esta historia ha producido un mundo de pueblos separados con sus respectivas culturas y organizados en una sociedad que, legítimamente, puede ser aislada para su descripción como si fuese una isla (Barth 1976:12).

La interacción entre grupos étnicos distintos requiere generar un espacio de códigos y valores compartidos. En palabras de Barth, una estructura de interacción que permita la persistencia de las diferencias culturales:

… por un lado, existe un conjunto de preceptos que regulan las situaciones de contacto y que permiten una articulación en algunos dominios de la actividad y, por otro, un conjunto de sanciones que prohíben la interacción interétnica en otros sectores, aislando así ciertos segmentos de la cultura de posibles confrontaciones o modificaciones (Barth 1976:12).

Aun las sociedades en aislamiento, han delineado su modo de vida en respuesta a los estímulos externos que han sido o podrían ser traumáticos para su población. Campbell (1985:43-47) documentó que los pigmeos mbuti practicaban la caza y la recolección, pero también comerciaban con cultivadores asentados en aldeas: “Suministran materiales de construcción, carne y miel de la selva, así como algunos servicios en las plantaciones, a cambio de productos de las mismas como mandioca, arroz, judías y bananas, tanto como tabaco y vino de palma”. Y aunque dependían de los aldeanos, quienes les proporcionaban instrumentos de metal (cuchillos, hojas de hacha y puntas de flecha) y alfarería, podrían subsistir produciendo puntas de flecha envenenadas de madera, redes y lanzas a partir de productos de la selva.

En nuestro continente, los rarámuri de la Sierra de Chihuahua, México; implementan una estrategia de reciprocidad generalizada a través de lo que llaman kórima, en que se apoyan mutuamente. En esa lógica van a las ciudades a buscar apoyo a cambio de apoyo, lo que en términos occidentales se interpreta como limosna (Gotés 2012:7).


1.2. Sociedades heterogéneas: para Redfield (1963:12-13) las sociedades que existieron antes de la aparición de las ciudades eran sociedades folk, así como las que no habían sido afectadas por las grandes civilizaciones actuales. Planteaba que estos grupos humanos compartían las características de aislamiento y homogeneidad. Se puede aclarar hoy, que dicho confinamiento en zonas de difícil acceso se debe al expansionismo capitalista que ha restringido las opciones de vida y de movilidad a dichas comunidades. No obstante, aunque una población humana comparta rasgos físicos externos: complexión del cuerpo, el color de la piel, la estatura, la forma del cráneo, de la cara, los ojos, la nariz y la boca, el tipo de cabello, al dispersarse en ambientes distintos como la costa, la planicie desértica, la selva o la montaña y al entrar en contacto con otros grupos humanos[4], experimentará diferencias socioeconómicas y culturales, que contribuirán a delinear, ampliar y enriquecer su variabilidad étnica dentro de un amplio territorio.

En la Melanesia o “islas de los negros”, llamada así por los exploradores europeos que encontraron en esta región del Pacífico Sur, gentes de cabello encrespado y piel más oscura que la de los polinesios e indonesios, presenta una amplia heterogeneidad en la que se reconocen 20 áreas culturales, cada una con sus tribus, sus lenguas, sus límites territoriales, su propia organización política y su sistema de parentesco. Así, en la costa de Nueva Guinea se hablaban todavía en época reciente hasta un millar de lenguas diferentes (Cruz 2007:24-27). Lo mismo sucede en África: en Etiopía[5] se hablan 82 lenguas distintas y solo en el Valle del Omo conviven más de una docena de grupos étnicos. 

Las sociedades etnológicas son el resultado de un proceso histórico de Colonialismo (genocidio, despojo territorial, asimilación a los Estados nacionales) y resistencia étnica que ya está presente en el siglo XVI; pasa por la lucha entre las potencias imperialistas de los siglos XIX y XX, quienes se disputan sus territorios y continua con una nueva fase de despojo territorial asociado a las necesidades de control geopolítico, de obtención de recursos naturales y de expansión de los mercados de los bloques imperialistas del siglo XXI, al que denominamos Neocolonialismo.  

 


1.3. Sociedades contradictorias, y dinámicas en el tiempo: la visión antropológica culturalista que ha concebido a las sociedades etnológicas como totalidades culturales, armónicas con su entorno natural en aislamiento, supone la sobrevivencia de sociedades estáticas en el tiempo –como reliquias del pasado-, sin mayor preocupación que la de conseguir sus alimentos cotidianos, realizar sus tradiciones y costumbres, sin enfrentar las tensiones de la sociedad moderna. Sobre los onas de Tierra del Fuego, Argentina; se escribía hace más de medio siglo:

En la soledad de la extrema punta meridional del continente americano estos hijos de la naturaleza llevaban desde hacía siglos una vida feliz y satisfactoria. Las generaciones sucedían a las generaciones, y se adaptaban a un modo de existencia perfectamente válido y lleno de energía. Otras generaciones habrían podido sucederías sin causar perjuicio a nadie en el vasto mundo. Un puñado de europeos se instaló en sus terrenos de caza para hacer fortuna, y en menos de cincuenta años, una antigua tribu india, cuyo pasado se perdía en la noche de los tiempos, fue exterminada (El Correo 1954:16).

No obstante, no son grupos perfectamente coherentes, equilibrados, funcionales y armónicos con el todo social en el cual se manifiestan (Rodríguez 1985:97). Enfrentan presiones y oposiciones en su relación con la naturaleza, conflictos internos y externos, transgresiones al orden social, por lo que se transforman y se adaptan a las nuevas condiciones materiales y superestructurales a través del tiempo: “Las comunidades primitivas no están cortadas todas por el mismo patrón. Su conjunto forma, al contrario, una serie de agrupamientos sociales que difieren en tipo y edad y señalan fases de evolución sucesivas” (Marx y Engels 1980:5).

Las contradicciones sociales internas y externas han generado, respuestas evolutivas que han derivado en distintas formas de producción y de relaciones económicas entre sus miembros, predominando las relaciones de explotación en nuestra época.

Godelier (1983:39-41) observó entre los Barurya de Nueva-Guinea, formas claras de desigualdad social: algunos clanes se habían apropiado de los rituales, los territorios de caza y agricultura que pertenecían a los demás clanes; además, registró relaciones de dominación de los hombres hacia las mujeres, las cuales debían servir a sus maridos y a los jefes del clan. En épocas ancestrales, el dominio de género, pudo haber antecedido al surgimiento de las clases sociales y el Estado.

Las relaciones ideológico-simbólicas de dominación no podrían germinar sin una correspondencia o sustento en la base económica: la apropiación de los territorios de caza y agricultura que habían pertenecido a los clanes dominados.

Las relaciones de dominación se presentan como un comportamiento natural, producto de la tradición, recreada a través del tiempo. De esta forma, la ritualidad justifica las jerarquías, apelando al origen mítico y superior de los clanes dominantes y de los adultos varones al interior de los mismos:

Lo que llama mucho la atención en la tribu Barurya, es que los hombres son iniciados para hablar un idioma secreto… Existe entonces una especie de monopolio de algunos conocimientos por parte de los hombres y esto se traduce en el lenguaje por un código, un lenguaje secreto… Por consiguiente, las mujeres no saben exactamente de qué están hablando los hombres, porque piensan que están hablando de otra cosa… Los Barurya piensan que el hecho de conocer la palabra “secreta” de una cosa es tener poder sobre ella (Godelier 1983:39-40).

Se trata de un sistema de dominación en el cual tanto los hombres como las mujeres consienten comportarse bajo determinadas reglas jerárquicas:

Un varón que separan de su madre (y todos los varones son separados de su madre cuando llegan a la edad de nueve años), empieza a aprender las palabras para designar a las mujeres, las palabras que sólo los hombres pronuncian cuando están juntos… Por su lado, las mujeres reciben también una iniciación secreta y tienen también palabras para designar a los hombres… De hecho, los hombres saben mucho acerca de lo que hacen las mujeres y las mujeres saben mucho acerca de lo que los hombres hacen en sus rituales secretos, pero los unos y los otros tienen que comportarse como si no lo supieran… (Godelier 1983:40).

Observamos entonces, que en este sistema de dominación subyace la desigualdad económica: la propiedad comunal subsiste, pero ahora pertenece a menos personas que en el pasado; el modo de producción comunal se va disolviendo en un sistema clasista tribal, en el que un grupo menor, especializado en actividades del culto, adquiere la capacidad de disponer de los recursos como la tierra y los yacimientos de materia prima. Con este poder, domina a los grupos vecinos, ubicando a su comunidad en los albores de una sociedad de clases. El proceso de disolución de una sociedad sin clases a una de tipo clasista en la actualidad surge de las contradicciones internas, alentada por la dinámica cultural y económica del Capitalismo, que desde el exterior ejerce su influencia a través de las políticas públicas de los Estados nacionales.

En otros grupos humanos, la propiedad individual permanece subordinada a la propiedad comunal, por lo que las relaciones de producción se mantienen relativamente estables: entre los pigmeos mbuti, de la cuenca del Congo, en África Central se reconoce la propiedad individual de algunos utensilios como las redes para cazar y reciben las piezas de animales pequeños, mientras que las piezas grandes son compartidas entre las familias participantes (Campbell 1985:45-46).

Las sociedades etnológicas –como todas las sociedades humanas- contienen en su estructura social[6] varias posibilidades de relaciones sociales, tanto las de cooperación y reciprocidad, como las de opresión y explotación. De ahí, que puedan transformarse, diluirse en un modo de producción dominante o afirmarse en el tiempo. El cambio social es posible debido a que existen contradicciones internas que en la confrontación, desembocan en situaciones inéditas. De otra forma, no existiría el devenir histórico, las sociedades serían estáticas y al no haber problemas y desafíos que indagar, la ciencia no tendría razón de ser.

1.4. Sociedades especializadas: presentan múltiples interacciones sociales y ambientales, procesos y dinámicas internas de distintos niveles: en la Melanesia se documentan amplias redes comerciales de cientos de kilómetros que integran a diversos pueblos con lenguajes y culturas distintas:

A modo de ejemplo, los papúes de la costa se han especializado en la producción alfarera; los del interior, que viven entre pantanos, en la recolección de la fécula de sagu; los baruya de Nueva Guinea se han especializado en la producción de sal… Los motu, que habitaban el área del actual Port Moresby, se especializaron en la producción de cerámica… Los siassi de la costa noroeste supieron aprovechar sus habilidades como navegantes para comerciar con perros, cerdos y cerámica, creando una red comercial entre Nueva Guinea y las islas de Nueva Bretaña (Cruz 2007:48).

Cuentan con un profundo conocimiento de su entorno y sobre los ciclos de la naturaleza:

Los grupos indígenas amazónicos son agudos observadores de los ritmos naturales y han acumulado un amplio y sofisticado conocimiento de los ciclos estacionales… son conscientes de índices ecológicos complejos que ordenan la interrelación de los ciclos del agua, los vientos y la temperatura, y de sus efectos en los ciclos reproductivos de los peces, la fauna terrestre y los frutales silvestres, y en la regulación de las actividades rituales y productivas de la gente (Echeverri 2009:15).

En la selva tropical del sudeste de Suriname, los curanderos wayana conocían y utilizaban más de cien diferentes especies de plantas con fines curativos a finales del siglo pasado (Plotkin 1994:15). 

También en la producción de vestido se puede observar la especialización, resultado de la acumulación de conocimientos y repetición de procesos productivos a través de miles de años:

El vestido típico melanesio es objeto de una compleja elaboración, fabricado con fibras vegetales y cortezas. La técnica de procesado y tratamiento de la corteza de árbol se conoce como tapa. La tela de corteza se fabrica utilizando cortezas adecuadas, convenientemente esponjosas. Es preciso separar sus capas y sumergirlas en agua, con lo que ganan en flexibilidad y blandura. Una vez hecho esto, se procede a machacar las capas consiguiendo que las fibras ganen en cohesión y manipulando su tamaño y grosor. Cuando se han machacado lo suficiente, las telas así elaboradas son fáciles de trabajar y, sobre todo, flexibles, adaptándose al cuerpo. La parte final del proceso en su decorado, pintando la tela con vivos colores y engrasándola para facilitar su conservación (Cruz 2007:27).

Las sociedades etnológicas poseen una tecnología adecuada para garantizar la reproducción social, además, sus prácticas y mecanismos de subsistencia le han permitido transitar a través de milenios de evolución humana. La escasez observada en estas sociedades por el evolucionismo y la antropología colonial, valorada como un rasgo de inferioridad cultural, es en realidad una construcción ideológica, que surge de la comparación con la sociedad occidental, a la que se ha pretendido ubicar en el pináculo del progreso.

Estos grupos humanos han subsistido en una riqueza ambiental y social fuera de los parámetros de la sociedad burguesa. De ahí que la mayoría de los conceptos con los que se ha pretendido definirlas, resultan inapropiados: sociedades primitivas, rudimentarias, arcaicas, bárbaros, salvajes, vestigios de sociedades antiguas, supervivencias del pasado; que expresan -más bien- la pobreza analítica y el sesgo de presunta superioridad que imponen los estudios coloniales y neocoloniales de los últimos 150 años.


Fundamentos teóricos

Mi enfoque teórico sigue la tradición de los planteamientos de Marx (1989) en las Formaciones económicas precapitalistas, que forman parte de un trabajo más amplio: Gründrisse der Kritik der politischen oekonomie (Elementos fundamentales para la crítica de la Economía política), en el que trasciende la evolución unilineal para sugerir diversos caminos de evolución social transitados por la humanidad en su desarrollo histórico. Y del Marx (Marx y Engels 1980) que resalta la propiedad común de la tierra en la comuna rural rusa (campesinos rusos) para transitar al Socialismo a través de una revolución, sin pasar por la forma burguesa de propiedad.

Además, la nuestra es una antropología con una postura crítica que abandona el enfoque de las “sociedades primitivas”, como reliquias del pasado, aisladas e inalteradas durante milenios. La tecnología y las manifestaciones culturales de las sociedades etnológicas no deben ser definidas como rudimentarias, porque resultan funcionales y armónicas con la organización social que actualmente sostienen. Son también producto de la evolución histórica de su modo de producción. Las comparaciones que se hacen con la cultura occidental expresan la falsa superioridad moral que pretenden seguir imponiendo los evolucionistas vulgares. 

Coincido asimismo con la Arqueología del Presente, la cual sostiene que el cambio que viven muchas sociedades tradicionales en la globalización, no tiene nada de natural, inevitable y positivo; es un cambio traumático impuesto por las sociedades dominantes y el Capitalismo (González 2008:21).

Tras la desaparición de la Unión Soviética y el Bloque Socialista del Este -que significó un triunfo parcial del Estado neoliberal, trasnacional e imperialista sobre el Estado-nacional, regulador, intervencionista, keynesiano; y no sobre el sistema socialista, como se dice-, el Capitalismo continuó su expansión y dominio por el mundo, no sin complicadas resistencias regionales y profundas crisis económicas como las más recientes de 2008 y 2020. No obstante, subsisten en nuestra época comunidades aborígenes en distintos puntos del planeta, que aunque han sido impactados socioeconómica y culturalmente, mantienen relaciones de producción, tradiciones, expresiones culturales ancestrales y antagónicas al modo de producción predominante. ¿Cómo explicamos este hecho?

Ya en un trabajo previo (Ovalle 2011), presentado en el Primer Coloquio Internacional de Marxismo y Antropología, llevado a cabo en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) de la Ciudad de México, me preguntaba si el mundo entero se encontraba bajo el dominio absoluto del Capitalismo. De confirmarse esta idea, las sociedades preexistentes habrían desaparecido o habrían sido integradas a la lógica de la acumulación del Capital financiero internacional. Este dominio supondría también la desaparición de las contradicciones económicas mundiales –la competencia internacional-, incluyendo a los bloques y corporativos financieros menos poderosos, cediendo la hegemonía mundial a un solo bloque imperialista a nivel planetario.

No obstante, el Capitalismo funciona de otra manera: cada época de expansión de las fuerzas productivas, culmina con la imposibilidad de continuar el crecimiento debido a la sobreproducción de mercancías, la competencia desleal e inequitativa y la caída en el consumo. La consecuencia es entonces, que al no encontrar más posibilidades de expansión, y una vez agotados los mercados tradicionales, el Capitalismo entra en periodos de estancamiento y recesión mundial cíclicos que lo acercan al colapso. Basta señalar que una de las condiciones básicas de su existencia, es expandirse continuamente por el mundo, revolucionando continuamente las fuerzas productivas y habilitando nuevos mercados para obtener así, tasas de ganancia constantes:

Espoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la burguesía recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, establecerse en todas partes, crear vínculos en todas partes (Marx 1984:31). 

En el presente trabajo, parto de la suposición de que el Capitalismo del Siglo XXI es incapaz de lograr la supremacía sistémica mundial sólida, plena y duradera, porque sus prácticas y valores de explotación del trabajo, exclusión social, competencia desleal, opresión de clases, consumismo, individualismo y dominio cultural, son incapaces de superar los principios de comunidad insertos en otras formas de organización social, incluyendo al Socialismo, que ya se manifiesta como contradicción interna en algunas regiones del planeta. Es decir, el Imperialismo no ha logrado sostener con plenitud su dominio económico y cultural a nivel planetario y se encuentra lejos de lograrlo, aun cuando parece tener el control de la población mundial a través de la ideología burguesa, los mercados internacionales y su poderío militar.

El Capitalismo ha desarrollado maravillosamente las fuerzas productivas sociales, pero así mismo, su desarrollo no es más que una historia de antagonismos, de crisis, de conflictos y desastres. En última instancia, ha revelado a todo el mundo, salvo a los ciegos por interés, su carácter puramente transitorio (Marx y Engels 1980:48).

Además de su contradicción fundamental depositada en el trabajo y en la organización de clase del proletariado, el Capitalismo expansionista genera diversas contradicciones secundarias, las que se manifiestan como movimientos reivindicativos de campesinos, colonos, mujeres, estudiantes, profesores, intelectuales revolucionarios y pequeños comerciantes entre otros.

El sistema burgués también se confronta entre distintos bloques imperialistas que se disputan la supremacía mundial y conmocionan al planeta con sucesivos e irreconciliables conflictos económicos, bélicos -como el que se lleva a cabo en Ucrania- y hasta de salud pública -como la epidemia de Covid-19 y el Cambio Climático-, que han conducido a la humanidad a una crisis civilizatoria de la que difícilmente podremos salir durante el presente siglo.

Otro frente de confrontación es el del Imperialismo con los países de economía estatal e ideología nacionalista como Siria; de ideología teocrática como Irán y ahora nuevamente Afganistán; o con inclinación al Socialismo como Cuba, Venezuela, Vietnam y Corea del Norte.[7]

También podemos reconocer los antagonismos del sistema capitalista con las sociedades etnológicas, que aun cuando han sido sometidas a una presión constante y han asimilado elementos culturales de los mercados burgueses, mantienen su legado histórico-cultural y algunas sostienen sus prácticas económicas fundamentales.

De esta manera, la lucha de clases se manifiesta en todos los niveles sociales a nivel planetario: local, regional y mundialmente. Todas estas contradicciones fundamentales y secundarias impiden que el Capitalismo se despliegue cabalmente por el planeta, homogenizando los comportamientos y las diversas formas culturales, en pautas redituables de consumo, logrando –entonces sí- la supremacía sistémica plena y duradera. Dichas contradicciones son las que conducen a este modo de producción a las recurrentes crisis económicas que padece, al ser incapaz de expandir sus mercados al ritmo de una constante tasa de ganancia. 

El modo de producción capitalista ha pretendido integrar a su esfera económica y política a las sociedades etnológicas: sus pobladores como fuerza de trabajo disponible para sus fines expansivos y a sus territorios como fuentes y reservas de materias primas para la elaboración de mercancías. Pero al intentar asimilar a estas comunidades, se confronta con un conjunto de prácticas económicas y culturales antagónicas a las relaciones de producción capitalistas, generando con ello, un conflicto permanente entre modos de producción distintos. 

Las sociedades etnológicas subsisten como modos de producción alternativos, en una coexistencia violenta con el sistema burgués, que sólo es posible superar históricamente con la desaparición total de varios de los modos de producción en pugna. La síntesis de esta confrontación en un modo de producción híbrido no es posible, puesto que no modifica la contradicción fundamental: Capital-trabajo industrial, que emana de las entrañas del mismo Capitalismo.

En los casos en que se registra una extinción total o una asimilación de las sociedades tradicionales al sistema de mercado, se trata de episodios históricos de una misma obra dramática, que tiene como principal ingrediente al conflicto permanente y cuyo desenlace aun se prolonga.

En una formación económico social tienen cabida una pluralidad de proyectos históricos que representan distintas maneras de organizar el trabajo, a los cuales denominamos: modos de producción.

El modo de producción o estructura económica de una sociedad es la unidad de los procesos productivos y reproductivos[8] en un momento particular del devenir histórico. Integra a las fuerzas productivas, que son los elementos necesarios que permiten a los individuos generar sus condiciones materiales de existencia a través del proceso de la producción e incluye también a las relaciones de producción, que en el Capitalismo son los vínculos que se establecen entre capitalistas y trabajadores en el proceso de trabajo y que se expresan a través del salario. Las relaciones de producción, a su vez, definen las formas de propiedad.

El modo de producción y la superestructura jurídico-política e ideológica[9] constituyen la esfera sociocultural. El ámbito social descansa en la base económica, mientras que la cultura, que se traduce en símbolos, significados, ideas y concepciones del mundo, compone la superestructura.

El modo de producción predominante puede integrar a otros modos de producción preexistentes a su ámbito de dominio: la acumulación de Capital, lo cual significa su destrucción parcial. Pero este modo de producción reinante puede también fracasar en su intento de asimilación y sostener confrontaciones permanentes con aquellos. En este caso, los modos de producción subordinados mantienen cierto margen de independencia dentro de la formación económico social. La principal fuente de disputa entre los modos de producción es el objeto de trabajo: la Naturaleza.

Es necesario asentar que no puede haber coexistencia pacífica entre modos de producción diferentes, cuando se involucra al menos un modo de producción clasista-expansionista, es decir, de explotación del trabajo.


Tribu Mursi de Etiopía.

De esta manera, la confrontación de clases dentro del Capitalismo, integra la oposición de otros proyectos histórico-sociales, que lejos de ser superados, han subsistido dialécticamente (conflictivamente) a través del tiempo: comunalismo, esclavismo y cacicazgo-feudalismo:

Es en las épocas de transición histórica donde se muestran con claridad la multiplicidad de opciones y la lucha entre éstas. En la sociedad de economía política, dividida en clases antagónicas, el conflicto entre las alternativas es una lucha entre clases, porque las clases mismas son proyectos históricos. Cuando uno de estos proyectos históricos, cuyos contenidos concretos son los intereses de clase, logra dominar a los demás en el transcurso del conflicto, impone un nuevo modo de producción; es decir, una nueva formación social en la que quedan contenidos los otros proyectos (Fabregas 1977:52-53).

Difiero con la posición que plantea la articulación armónica, compatible o congruente de otros modos de producción con el predominante, ya que esta propuesta teórica supone la desaparición del conflicto, lo cual, la realidad misma desmiente:

… acepto que la formación social constituye un todo en el que se articulan el modo de producción característico, modos residuales, relaciones de producción que tienen que ser compatibles con el modo de producción fundamental, superestructuras y formas de conciencia (ideologías) que también deben ser congruentes con el modo de producción básico, aun cuando queden supervivencias de formaciones antiguas, en la medida que sean tolerables dentro del sistema (Olivé 1986:37).

En mi perspectiva, la articulación entre los modos de producción precapitalistas con el predominante, se lleva a cabo de manera desordenada y poco congruente, aun con los que comparte la explotación del trabajo como el esclavista y los cacicales-feudales, ya que en momentos particulares del desarrollo de las fuerzas productivas y del crecimiento de los mercados, los sistemas subordinados actúan en forma conservadora, encerrándose en sí mismos para evitar ser arrastrados por el oleaje expansionista[10]

De la confrontación histórica entre el modo de producción capitalista y los modos de producción precapitalistas los resultados son variados:

a) La destrucción dialéctica (transformación sin extinción) del modo de producción precapitalista, en el que las poblaciones étnicas asimilan las relaciones económicas capitalistas (cesión de elementos socioculturales): la desaparición de las tierras comunales y la imposición de la parcela trae como consecuencia, la propiedad individual de los medios de producción, la explotación del trabajo, la aparición o afirmación de las clases sociales, la inserción al proceso de la producción y el consumo, la usura y el intermediarismo. La soberanía política es asumida por el Estado nacional.

No necesariamente desaparece la identidad étnica y cultural. En algunos casos se registra la asimilación económica con autonomía política-territorial, en que las comunidades, una vez integradas a la esfera del mercado capitalista, anteponen su legado histórico-cultural como fuente de identidad y resistencia. Se construyen nuevas relaciones comunitarias y la Autonomía se constituye en la base jurídico-ideológica de su resistencia.

Es el caso de las comunidades étnicas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en el estado de Chiapas, México; quienes con las armas resguardadas, han desarrollado un proceso autonómico que abarca las esferas de la economía, la política, la educación y la cultura en los territorios donde tienen influencia; y de los habitantes de la comunidad purépecha de Cherán, en el estado mexicano de Michoacán, quienes tras haber sufrido la explotación, la tala ilegal de sus bosques, el despojo de sus tierras, el rapto de sus mujeres y la opresión de los partidos políticos oficiales, decidieron desaparecer la policía municipal y crear una policía comunitaria, expulsar a los partidos políticos, declarar la Autonomía y elegir un Concejo Mayor de Gobierno Comunal con representación de sus cuatro barrios, mediante el voto directo y presencial a mano alzada en Asamblea General, de acuerdo a los usos y costumbres. 

 

b) La subsistencia del modo de producción precapitalista, con asimilación de rasgos culturales, tecnológicos y prácticas económicas del Capitalismo: que no modifican cualitativamente su esfera sociocultural, aunque la tendencia apunta en esa dirección. La soberanía política es también reclamada por el Estado nacional.

En la Melanesia, los pobladores utilizan materiales naturales como fibras vegetales y cortezas en el vestido y plumas multicolores, conchas, colmillos de cerdo, pieles de animales, flores, vainas de semillas, fibras aplastadas, hojas, palos de bambú como adornos corporales, aunque en tiempos recientes se han incorporado materiales como cuentas de plástico y cristal (Cruz 2007:27-28).

A principios del Siglo XX, ya circulaban entre las tribus del interior de Nueva Guinea, productos europeos como hachas y herramientas de acero, hechas en las fábricas de Solingen en Alemania y en la de Sheffield de Inglaterra, aun cuando no sabían de la existencia de estos colonizadores. Una vez colonizadas estas comunidades, tuvieron que adoptar la moneda occidental (Godelier 1995:168). 

La adopción de un rasgo o herramienta externa no debe concebirse como una simple imposición de la cultura occidental, sino como una valoración conciente por parte de las sociedades etnológicas sobre las ventajas que puede proporcionar determinado utensilio en la producción y reproducción social. Un instrumento de metal puede acarrear mayores beneficios que un instrumento de madera, que presenta mayor desgaste en el mismo tiempo de uso.

Los nuunamiut y los taremiut, son dos grupos de esquimales de Alaska septentrional que han sustituido a los perros y trineos clásicos por trineos automóviles y realizan la caza de caribúes con armas de fuego. Esto les permite contar con un excedente alimentario que venden en la costa (Campbell 1985:162).

Y en la Amazonia colombiana los grupos indígenas con autonomía territorial, que se sustentan con los recursos del bosque, dependen de la horticultura de roza y quema, la pesca, la cacería y la recolección de frutos silvestres, tienen contacto con la sociedad nacional, los visitantes externos, la economía de mercado y tienen acceso a los servicios de salud y educación públicas (Echeverri 2009:15, 24, 25).

El proceso parece conducir a la destrucción dialéctica del modo de producción comunitario en la región: los hombres jóvenes utilizan el dinero para asistir a la educación nacional y emigran fuera de sus comunidades para trabajar en cultivos de coca o en la extracción de madera para sostener a su familia. Además familias enteras migran fuera de los “resguardos” (Echeverri 2009:27).


 Danzante de Camerún.

c) La subsistencia del modo de producción precapitalista, en relativo aislamiento: que se desarrolla en regiones inhóspitas, de climas extremos y de difícil acceso que imposibilitan o limitan la práctica de la agricultura y el sostenimiento de grandes poblaciones humanas.

En general, constituyen reductos de poblaciones étnicas importantes, que tras ser diezmadas por invasión o epidemias, se han mantenido alejados de los centros actuales de población: los andamaneses viven en la densa selva tropical en las islas indias de Andamán; son pigmeos parecidos a los de Malaya y del Congo; la población era de unos 5,500 habitantes, pero los europeos introdujeron la sífilis, el sarampión y la gripe, despoblando las islas desde 1890. En los años 1970 unos 40,000 pigmeos del Congo africano vivían en el interior de la selva y tenían poco contacto con los habitantes de los poblados (Service 1984:13-14).

Debido a la expansión de los europeos, los bosquimanos san se hallan confinados al desierto de Kalahari en Botswana, Sudáfrica y Angola (Campbell 1985:165-167).

El confinamiento a una región particular del planeta no ha representado garantía de supervivencia, ni estabilidad: los awás, son cazadores-recolectores que viven en la Amazonia brasileña. Se estima que subsisten unos 350 ya contactados y 100 más que han decidido mantenerse aislados en la selva (Survival International 2014). Todos ellos están en peligro debido a la presencia de madereros, ganaderos y colonos que han invadido ilegalmente sus tierras:

La forma de contacto de los awá con el resto del mundo entre los años 70 y 80 del siglo pasado fue en forma de ocupación de sus tierras, motivada por intereses económicos nacionales y globales. Hasta 1973 habían permanecido completamente aislados en la selva amazónica. A partir de entonces, el pueblo awá fue diezmado y recluido en reservas, donde hoy vive todavía, en un grave proceso de desestructuración social y sometido a invasiones de campesinos empobrecidos y madereros (González 2008:21).

 

d) La extinción étnica o desaparición de un modo de producción preclasista: en el que tras un genocidio o padecer epidemias, los sobrevivientes se mezclan con las nuevas poblaciones desapareciendo como grupo étnico, como la sufrida por incontables sociedades de los territorios del Norte de México durante la Colonia española y el siglo XIX, o los indios de Tierra del Fuego: selk’nam, más conocidos como onas, que el joven Charles Darwin estudió algunas semanas en 1832, fueron diezmados por enfermedades como el sarampión, la tosferina, las fiebres tifoideas y la viruela a partir de 1880 (Service 1984:13). Aunque el impacto más importante, fue la introducción de la cría de ovejas en sus territorios en forma extensiva, por lo que los colonizadores llevaron a cabo un genocidio en el que perdió la vida alrededor del 90% de esta población aborigen. Actualmente, varios cientos de descendientes mestizos –quienes preservan el idioma de los selk’nam-, han logrado el reconocimiento jurídico por parte del Estado argentino a  través de la devolución de tierras en la isla.

Un caso que causó indignación a nivel internacional fue El “Informe Figueiredo”, un encargo del ministro del Interior de Brasil en 1967, que reveló los crímenes contra la población indígena, llevado a cabo por poderosos terratenientes y el Servicio de Protección Indígena (SPI) del Gobierno entre los años 1947-1967:

El documento, de 7.000 páginas, fue recopilado por el fiscal Jader de Figueiredo Correia, y detallaba los asesinatos en masa, las torturas, la esclavitud, la guerra bacteriológica, los abusos sexuales, el robo de tierras y el descuido generalizado contra la población indígena de Brasil. Algunas tribus fueron completamente erradicadas como resultado de estas prácticas, y otras resultaron diezmadas (Survival International 2013).

Debido al Informe, un pequeño grupo de ciudadanos preocupados por el asunto, fundaron dos años más tarde la organización por el respeto de los derechos indígenas: Survival International.



Jovenes Himba, Namibia. Shuttle Namibia.



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NOTAS

[1] Una banda es un grupo humano reducido, agrupado por relaciones de parentesco, que basa su actividad económica en la caza, la recolección y la pesca. Este tipo de sociedad no se complica por el reconocimiento de clanes y linajes, tan típicos de las sociedades tribales más extensas (Service 1984:16). Una tribu es la unión provisoria de un cierto número de grupos de parentesco asociados para explotar y defender un territorio particular. Una tribu antes de la colonización era un grupo local que afirmaba su soberanía sobre un territorio y que existía, por ende, como una unidad política. En cambio desde hace tiempo la soberanía política pertenece a los Estados (Godelier 1995:163).

[2] Cuando implementan alianzas matrimoniales con otros grupos (exogamia), dan forma a linajes o clanes. Un linaje o clan es un grupo de personas que descienden de manera real (parentesco biológico) o ficticia de un antepasado común, hombre o mujer, a menudo mítico y a veces representado por un tótem, en línea masculina o femenina y descendencia multilocal. 

[3] Existen unos 150 millones de indígenas tribales, pero es imposible calcular el número de pueblos, puesto que depende de cómo se cuenten. Por ejemplo, los españoles pueden contabilizarse como un único pueblo o como varios. Hay pueblos indígenas tribales en todos los continentes habitados, repartidos en unos sesenta países. Sus vidas están íntimamente vinculadas a los territorios ancestrales que son la base de su sustento y de sus modelos de sociedad”.  survival.es/sobrenosotros

En África se localizan más de 3,000 grupos étnicos distintos. Civilización, para qué? ¡Bytes, Documento electrónico: 

http://ibytes.es/blog_memorias_de_africa.html

[4]  La práctica de la exogamia permite fortalecer los lazos interétnicos y con ello, garantizar el apoyo mutuo en épocas de escasez o de guerra con otras comunidades.

[5] Este país no fue colonizado por Occidente como los demás países de África (Manzano 2011).

[6] Denomino estructura social a la unidad del modo de producción y la superestructura jurídico-política e ideológica.

[7] Rusia y China son dos casos excepcionales de naciones, que sin abandonar el proteccionismo estatal, logran expandir sus economías, insertándose en la lucha imperialista a nivel mundial.

[8] Bate (1989:15), pone énfasis en “la amplia gama de actividades y relaciones sociales que median la reproducción y la reposición cotidiana de la población, concebidas como modo de reproducción”.

[9] Que modela la conciencia social.

[10] Y protegiéndose con la coraza del Estado nacional como ocurre en algunas regiones del Medio Oriente. Afganistán podría ser un caso apropiado de estudio al respecto.

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