martes, 18 de julio de 2023

No hay diferencia entre narco, burguesía y élites

 

Raúl Zibechi

Tomado de La Jornada, Viernes 14 de noviembre de 2014.


Propongo que dejemos de hablar de narco (narcotráfico o tráfico de drogas) como si fuera un negocio distinto a otros que realizan las clases dominantes. Atribuir los crímenes a los narcos contribuye a despolitizar el debate y desviar el núcleo central que revelan los terribles hechos: la alianza entre la élite económica y el poder militar-estatal para aplastar las resistencias populares. Lo que llamamos narco es parte de la élite y, como ella, no puede sino tener lazos estrechos con los estados.

La historia suele ayudar a echar luz sobre los hechos actuales. La piratería, como práctica de saqueo y bandolerismo en el mar, jugó un papel importante en la transición hegemónica, debilitando a España, potencia colonial decadente, por parte de las potencias emergentes Francia e Inglaterra. La única diferencia entre piratas y corsarios es que éstos recibían “patentes de corso”, firmadas por monarcas, que legalizaban su actuación delictiva cuando la realizaban contra barcos y poblaciones de naciones enemigas.

Las potencias disponían así de armadas adicionales sin los gastos que implicaban y conseguían debilitar a sus enemigos “tercerizando” la guerra. Además, utilizaban los servicios de los corsarios sin pagar costos políticos, como si los destrozos que causaban fueran “desbordes” fuera del control de las monarquías, cuando en realidad no tenían la menor autonomía de las élites en el poder. La línea que separa lo legal de lo ilegal es tenue y variable.

Encuentro varias razones para dejar de considerar a los narcos como algo diferente de la burguesía y del Estado.

La primera, es histórica. Es bien conocido el caso de Lucky Luciano, jefe de la Cosa Nostra preso en Estados Unidos. Cuando las tropas estadunidenses desembarcaron en Sicilia, en 1943, para combatir al régimen de Mussolini, contaron con el apoyo activo de la mafia. El gobierno de Estados Unidos había llegado a un acuerdo con Luciano, por el cual éste movilizó a sus partidarios a favor de los aliados a cambio de su posterior deportación a Italia, donde vivió el resto de su vida organizando sus negocios ilegales.

Los mafiosos eran, además, fervientes anticomunistas, por lo que fueron usados en el combate a las fuerzas de izquierda en el mundo y como fuerza de choque contra los sindicatos estadunidenses.

En segundo lugar, la superpotencia utilizó el negocio de las drogas en su intervención militar en el sureste de Asia, en particular en la guerra contra Vietnam. Pero también a escala local, en el mismo periodo, para destruir al movimiento revolucionario Panteras Negras. En ambos casos la CIA jugó un papel destacado. Sobre estos dos primeros puntos hay decenas de publicaciones, lo que hace innecesario entrar en detalles.

En tercer lugar, Colombia ha sido el principal banco de pruebas en el uso de las bandas criminales contra las organizaciones revolucionarias y los sectores populares. Un informe de Americas Watch de 1990 establece que el cártel de Medellín, dirigido por Pablo Escobar, atacaba sistemáticamente a “líderes sindicales, profesores, periodistas, defensores de los derechos humanos y políticos de izquierda, particularmente de la Unión Patriótica” (Americas Watch, La guerra contra las drogas en Colombia, 1990, p. 22).

A renglón seguido destaca que “los narcotraficantes se han convertido en grandes terratenientes y, como tal, han comenzado a compartir la política de derecha de los terratenientes tradicionales y a dirigir algunos de los más notorios grupos paramilitares”.

Este es el punto clave: la confluencia de intereses entre dos sectores que buscan enriquecerse y mantener cuotas de poder, o adquirir más poder, a costa de los campesinos, los sectores populares y las izquierdas. Todo indica que la experiencia colombiana –en modo particular, la alianza de los narcos y los demás sectores de las clases dominantes– está siendo replicada en otros países como México y Guatemala, y está disponible para aplicarla donde las élites globales lo crean necesario. De más está decir que esto no podía hacerse sin el concurso de la agencia “antidrogas” estadunidense, así como de sus fuerzas armadas.



En cuarto lugar, hace falta comprender que el negocio de las drogas forma parte de la acumulación por desposesión, tanto en su forma como en su contenido. Funciona como una empresa capitalista, como “una actividad económica racional”, como concluye el libro Cocaína & Co., de los sociólogos colombianos Ciro Krauthausen y Luis Fernando Sarmiento (Tercer Mundo Ediciones, 1991). Tiene algunas diferencias con los demás negocios capitalistas, sólo por tratarse de una actividad ilegal.

La violencia criminal, considerada a veces como demencial, es el argumento que suelen utilizar los medios y las autoridades para enfatizar los aspectos especiales del negocio de las drogas. Es tan falso como lo sería atribuir un carácter criminal al cultivo y comercialización de bananas porque en diciembre de 1928 fueron asesinados mil 800 huelguistas que trabajaban en la United Fruit Company en la Ciénaga de Santa Marta, norte colombiano. Algo similar podría atribuirse al negocio minero o al petrolero, manchados de sangre en todo el mundo.

El negocio de las drogas está en sintonía con la financierización de la economía global, con la cual confluye a través de los circuitos bancarios donde se lavan sus activos. Es bueno recordar que durante la crisis de 2008 el dinero del narco mantuvo la fluidez del sistema financiero, sin cuyos aportes hubiera padecido un cuello de botella que habría paralizado buena parte de la banca.

Por último, eso que mal llamamos narco tiene exactamente los mismos intereses que el sector más concentrado de la burguesía, con la que se mimetiza, que consiste en destruir el tejido social, para hacer imposible e inviable la organización popular. Nada peor que seguir a los medios que presentan a los narcos como forajidos irracionales. Tienen una estrategia, de clase, la misma a la que pertenecen.

 



jueves, 15 de junio de 2023

Braudel, Lévi Strauss y la CIA. La CIA y los intelectuales franceses

 

Fuentes: De igual a igual


«Desviar la atención del capitalismo (y los Estados Unidos) como causante de los problemas del mundo, hacia problemas como el consumo, la falta de democracia o de educación (y la URSS)»


La Agencia Central de Inteligencia (CIA) norteamericana acaba de desclasificar un documento de trabajo que comprueba, y brinda algunos datos nuevos, sobre su política hacia la intelectualidad progresista y de izquierda (PDF). El documento se titula «Francia: la defección de los intelectuales de izquierda» y describe, detalladamente, cómo captar e influenciar intelectuales, particularmente aquellos nucleados en la revista Annales, la Ecole des Hautes Etudes, y los que se referenciaban en Michel Foucault, Jacques Derrida y Jacques Lacan, en que lo visualiza como «una guerra cultural». Si bien el eje del documento son los intelectuales franceses, los principios y criterios que plantea fueron aplicados a través del mundo. En el mismo se describen sus tácticas y estrategias para generar un ambiente intelectual antimarxista a partir de influenciar a los intelectuales posmarxistas y a los críticos del Partido Comunista francés.

El documento establece que «durante las protestas de mayo-junio de 1968 […] muchos estudiantes marxistas miraban hacia el PCF para liderazgo y la proclamación de un gobierno provisional, pero la dirección del PCF trató de aplacar la revuelta obrera y denunció a los estudiantes como anarquistas». A partir de ahí surgieron los «Nuevos Filósofos» que, desilusionados con la izquierda, «rechazaron su alianza con el PCF, el socialismo francés, y las premisas básicas del marxismo». Estos intelectuales posmarxistas son considerados como mucho más efectivos en la guerra cultural que los intelectuales conservadores de la derecha, como Raymond Aron. Esto se debió a que los intelectuales conservadores se habían desprestigiado por su apoyo al fascismo. En cambio, los así denominados intelectuales democráticos, con su crítica a la URSS y al comunismo, eran útiles y, sobre todo, efectivos.

A partir de estas consideraciones iniciales, el documento señala que:

«Entre los historiadores franceses de la posguerra, la influyente escuela vinculada con Marc Bloch, Lucien Febvre y Fernand Braudel ha avasallado a los historiadores tradicionales marxistas. La escuela de Annales, como es conocida por su principal publicación, ha dado vuelta la investigación histórica francesa, principalmente desafiando primero, y rechazando después, las teorías marxistas del desarrollo histórico. Si bien muchos de sus exponentes pretenden que están dentro «de la tradición marxista», la realidad es que solo utilizan el marxismo como un punto crítico de partida […] para concluir que las nociones marxistas sobre la estructura del pasado -de relaciones sociales, del patrón de los hechos, y de su influencia en el largo plazo- son simplistas e inválidas.»

«En el campo de la antropología, la influencia de la escuela estructuralista vinculada con Claude Lévi Strauss, Foucault y otros, ha cumplido esencialmente la misma función. […] creemos sea probable que su demolición de la influencia marxista en las ciencias sociales perdure como una contribución profunda tanto en Francia como en Europa Occidental.»

En particular los autores del documento alaban a Foucault y Lévi Strauss por «recordar las sangrientas tradiciones de la Revolución Francesa» y que el objetivo de los movimientos revolucionarios no era tanto la profunda transformación social y cultural de una sociedad, sino más bien el poder. Por ende, según el documento, la teoría francesa posmarxista realizó una contribución inapreciable al programa cultural de la CIA que intentaba mover a los intelectuales de izquierda hacia la derecha, mientras desacreditaban el antiimperialismo y el anticapitalismo, permitiendo la creación de un ambiente intelectual donde sus proyectos podían ser llevados a cabo sin ser molestados por un serio escrutinio intelectual.

El eje no solo era desacreditar al marxismo como teoría, sino también tenía cuatro aspectos vinculados entre sí:

Fracturar a la izquierda cultural en diversos movimientos a través de lo que se denomina «políticas de identidad». En este sentido, las reivindicaciones de clase, el concepto en sí, y la lucha de clases como motor de la historia, se diluyen en una cantidad grande de diversos movimientos, sin que ninguno acepte la primacía del concepto básico del marxismo, las clases sociales: estos intelectuales de Nueva Izquierda se opondrán «a cualquier planteo de unidad de la izquierda».

Se desvía la atención del capitalismo (y los Estados Unidos) como causante de los problemas del mundo, hacia problemas como el consumo, la falta de democracia o de educación (y la URSS). «El antisovietismo se ha convertido en la base de legitimidad del trabajo intelectual».

Se torna difícil movilizar a las élites intelectuales en oposición a las políticas imperiales de Estados Unidos, apuntando a fracturar sectores medios de la clase obrera. De hecho, señala que «hay un nuevo clima de antimarxismo y de antisovietismo que dificultará movilizar una oposición intelectual a las políticas de Estados Unidos».

Se equiparaba al marxismo con «anticientificidad», y el compromiso político de izquierda entre los intelectuales es considerado como «poco serio» y «subjetivo»: los intelectuales de la Nueva Izquierda están «menos dispuestos a involucrarse y tomar partido».

Mucho de lo que se plantea en el documento no es nuevo, si bien es una confirmación de la importancia que la CIA le dio a las nuevas tendencias intelectuales en su lucha antimarxista. Un elemento notable es que no haga casi referencias a los cuantiosos fondos que destinó la CIA a captar intelectuales de izquierda. Por ejemplo, Frances Stonor Saunders (La CIA y la Guerra Cultural) señaló que la Agencia no informaba al gobierno norteamericano que estaba financiando diversos proyectos «de izquierda» que contribuyeran a alejar a los seres humanos de planteos igualitarios o clasistas. De hecho, uno de los aspectos que ella revela es que la CIA prefería «marxistas reformados» a los tradicionales conservadores y derechistas. Por «reformados» se entendía aquellos izquierdistas que se habían decepcionado del comunismo, o eran críticos de la URSS.

Esta promoción de intelectuales «reformados», en especial los posmarxistas, se vio acompañada de importantes recursos económicos, acceso a editoriales y medios de comunicación, e inclusive a nombramientos académicos. Así, señala el documento, diversas obras de personajes como André Glucksmann y Bernard Henri Levy se convirtieron en best sellers. Por ejemplo, según Tom Braden, que fue el director de la Rama de Organizaciones Internacionales de la CIA, la Agencia compró miles de ejemplares de las obras de Hannah Arendt, Milovan Djilas, y Isaiah Berlin para promoverlos. Otro ejemplo, no mencionado por el documento, es que la VI sección de la Ecole Pratique des Hautes Etudes, que alojaba a Lucien Febvre y Fernand Braudel, se estableció con un financiamiento recibido a través de la Fundación Rockefeller en 1947. Y luego fue financiada a través de la Fundación Ford, incluyendo los dineros e influencias necesarias para convertirse en la Ecole Pratique des Hautes Etudes en Sciences Sociales, con habilitación para otorgar títulos universitarios. Como señaló Kristin Ross, en su libro Fast Cars, Clean Bodies: Decolonization and the Reordering of French Culture (1996):

«En las décadas de 1950 y 1960 Braudel, Le Roy Ladurie y otros de la VIeme Section, crearon lo que Braudel denominó ‘una historia donde los cambios son casi imperceptibles […] una historia donde el cambio es lento, de repetición constante, de ciclos recurrentes’. Sus enemigos más formidables habitaban en frente, en la [Universidad de la] Sorbonne: un largo linaje de historiadores marxistas de la Revolución Francesa, como Georges Lefebvre y Albert Soboul. Y lo que estaba en juego era que reemplazaban el estudio de la historia de los movimientos sociales y el cambio abrupto o la mutación histórica por el estudio de las estructuras, o sea se borraba la idea misma de la Revolución. Estos historiadores marxistas [se enfrentaban…] a colegas modernizados, con exceso de fondos, y muy bien equipados con computadoras y fotocopiadoras» (pág. 189).

Lo anterior se complementó con viajes, becas, subsidios, y una cantidad importante de seminarios internacionales destinados a promover tanto la visión de Annales como el estructuralismo de Claude Lévi Strauss. En síntesis, si los intelectuales de izquierda no encuentran los recursos necesarios para llevar adelante sus investigaciones, o para publicarlas, entonces se encuentran sutilmente forzados a aceptar el orden establecido, mientras adoptan las modas intelectuales hegemónicas para poder encontrar empleo. El resultado es el debilitamiento del pensamiento de izquierda y de la conformación de un efectivo accionar revolucionario.


PDF del documento desclasificado de la CIA: http://www.cia.gov/library/readingroom/docs/CIA-RDP86S00588R000300380001-5.PDF


sábado, 22 de octubre de 2022

La construcción ideológica de un enemigo: la guerra en Ucrania



Víctor Manuel Ovalle Hernández

 

La guerra contemporánea es económica, política, mediática y militar. De esta forma, la población mundial del siglo XXI, ha padecido la guerra -en diferentes niveles e intensidades- entre bloques de poderes financieros-empresariales y militares que controlan diversos países de Oriente y Occidente desde la desaparición de los denominados países socialistas en la década de 1990.

 

Prueba de ello es la persistencia de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) por expandir y perfeccionar sus estrategias, mecanismos, capacidades, y arsenales militares. La OTAN fue fundada en 1949 con el objetivo de que sus países miembros se defendieran mutuamente en caso de que alguno de ellos fuera atacado militarmente. Quedaba claro que el enemigo eran los países denominados socialistas, por lo que el mundo quedó dividido en dos grandes bloques disputándose así la hegemonía global. Pero al desmembrarse el Pacto de Varsovia, lo deseable era iniciar el desarme de las naciones que habían pertenecido a uno u otro bloque militar, comprometerse con la paz, la estabilidad y la cooperación mundiales, y con la desarticulación paulatina de la Alianza Atlántica. No obstante, la lógica imperialista funciona en forma diferente: la OTAN no desapareció como debió haber sucedido, sino que incluso creció, con la adhesión de algunos países, anteriormente enemigos: Polonia, Hungría y la República Checa.[1] El Imperialismo occidental se preparó para afianzar su dominio en todo el planeta, definiendo “las nuevas amenazas globales”, creadas y alentadas por las mismas potencias occidentales, como el terrorismo, la proliferación nuclear y los ciberataques; aunque el objetivo no declarado era detener –militarmente si fuera necesario- el ascenso de los nuevos poderes financieros globales asentados  principalmente en Rusia y China. Por ello, la Federación Rusa fue ignorada por Occidente cuando manifestó su deseo de pertenecer a la OTAN y a la Unión Europea en el año 2000. Con estos hechos, la OTAN reafirmaba su papel de policía militar del Capitalismo financiero-empresarial de Occidente.

 

La invasión de Rusia a Ucrania iniciada el 24 de febrero de 2022, constituye un capítulo adicional de la confrontación irreconciliable entre los poderes globales.[2] Estados Unidos y la OTAN pretenden tener un aliado militar en la frontera con Rusia y han apoyado política, económica y militarmente al gobierno ucraniano para fortalecerse y someter a la población rusa del sureste del país, que en febrero de este año, proclamaron la independencia de las repúblicas de Donetsk y Lugansk, con el reconocimiento inmediato del régimen de Vladimir Putin.

 

Una cantidad importante de países que giran en la orbita de Occidente han manifestado su repudio a Rusia y han ofrecido apoyo económico, político y militar a Ucrania. Asimismo, han acordado imponer varios paquetes de sanciones económicas a Rusia, como restringir sus importaciones y exportaciones de mercancías con la Unión Europea (incluye petróleo crudo y productos petrolíferos refinados, carbón y otros combustibles fósiles rusos); inmovilizar las cuentas bancarias de funcionarios y empresarios ligados al régimen ruso y la prohibición de viajar por la Unión Europea; la prohibición a las compañías aéreas rusas de sobrevolar el espacio aéreo y aterrizar en los aeropuertos de la Unión Europea además de cerrar sus puertos a la flota comercial rusa; la cancelación de todas las operaciones con el Banco Central Nacional de Rusia, inmovilizando más de la mitad de las reservas rusas almacenadas en bancos centrales e instituciones privadas del extranjero, sanciones que están dirigidas a generar inestabilidad en el tipo de cambio de su moneda. Varias de estas medidas  han sido también asumidas por Canadá, Estados Unidos y el Reino Unido. Con estas sanciones, los capitalistas financieros occidentales pretenden debilitar la economía rusa, y hacer inviable el gasto militar en Ucrania.

 

En otro frente de batalla -el ideológico[3]- los medios occidentales de difusión masiva están dedicados a convencer a su opinión pública que el mal ha sido encarnado por “un maléfico y demente dictador”: Vladimir Putin, quien no ha tenido escrúpulos para invadir un país soberano y democrático, bombardeando y “masacrando” a la población civil; destruyendo la infraestructura urbana ucraniana y poniendo en peligro la supuesta democracia y la paz mundial. En sentido inverso, Occidente promueve la imagen del presidente ucraniano: Volodimir Zelenski, como la de un “héroe nacional” o de un “héroe global”, un “defensor de la democracia”, “por su valentía y coraje ante la invasión rusa”, que “resiste” estoicamente desde Kiev, la capital ucraniana y hasta se da tiempo para realizar videoconferencias y “conmover” con sus habilidades histriónicas a los parlamentos de los países miembros de la OTAN, aunque el Kremlin no se ha fijado el objetivo de derrocarlo.  


Se dice entonces que en este país atacado ha surgido "la resistencia patriota" de un pueblo que resiste ante la brutal y desmedida invasión y que ha impedido que el ejército ruso tome las principales ciudades ucranianas, e incluso, que lo han hecho retroceder en varias regiones, aunque -como puede observarse-, la operación militar de Rusia no pretende invadir al país vecino,[4] sino controlar las zonas del sureste ucraniano consideradas estratégicas para su seguridad militar, como la región de Donbás, Zaporiyia, la mayor central nuclear de Europa, tomada por las fuerzas militares rusas en marzo pasado y la península de Crimea, sede de la flota del Mar Negro.

 

De esta manera, los golpes asestados a la infraestructura militar ucraniana cumplen con este objetivo. Es claro que Rusia busca imponer un acuerdo de paz en el que además de garantizar que Ucrania no ingrese a la OTAN, pueda mantener el control territorial y político de las repúblicas de Donetsk y Lugansk, autoproclamadas independientes y de la península de Crimea, anexada en 2014 por la potencia asiática. Rusia tiene capacidad para combatir en varios frentes de batalla a nivel mundial, por lo que pensar que la resistencia ucraniana puede derrotar al ejército ruso no deja de ser una intrépida fantasía.

 

A ocho meses de iniciada la operación militar, Occidente asegura que más de 5 millones de personas han tenido que huir de sus hogares en Ucrania y circulan decenas de vídeos que ofrecen “testimonios desgarradores” de la “brutalidad” rusa. Estados Unidos y la Unión Europea manipulan la información, para impactar emocionalmente a sus receptores y apelan a los nacionalismos para enconar el odio contra Rusia. Hipocresía extrema, en particular del imperialismo norteamericano, quien ha bombardeado e invadido naciones regularmente, por lo que tiene responsabilidad en el asesinato de más de 20 millones de personas, en 37 países, desde 1945, al final de la Segunda Guerra Mundial.

 

La propaganda occidental evade comentar que el gobierno liberal ucraniano encabezado por Zelenski, ha sido condescendiente con las milicias extremistas neonazis que operan en ese país, sosteniendo el financiamiento y la entrega de armas e inmuebles a estos grupos ultraderechistas para que realicen sus actividades de adoctrinamiento y reclutamiento. Algunas de estos grupos se han integrado al ejército como el Batallón Azov, el Batallón Donbás; y otras como Aydar, La Misanthropic Division, el Dnipro-1, el Batallón Batkivshchyna, National Corps y la Unidad Tornado operan como grupos paramilitares. Todos ellos, grupos de extrema derecha: ultranacionalistas, supremacistas blancos, homofóbicos, misóginos, antisemitas y antirrusos. Pugnan por la integración de Ucrania a la Unión Europea. Tienen sus antecedentes desde la Segunda Guerra Mundial en la que colaboraron con los alemanes y asesinaron a miles de judíos en territorio ucraniano. Resurgieron a raíz de los disturbios y las protestas multitudinarias en contra del gobierno proruso de Viktor Yanukóvich, quien suspendió el proceso de preparación para la firma de un Acuerdo de Asociación y un Acuerdo de Libre Comercio con la Unión Europea (UE), prefiriendo mantener relaciones económicas con Rusia y los países de la Comunidad de Estados Independientes. Fue finalmente derrocado por la oposición derechista, con el apoyo y beneplácito de Estados Unidos y la Unión Europea en 2014.

  

Estas milicias neonazis se han sumado al hostigamiento permanente que realizan las fuerzas regulares ucranianas, bombardeando y atacando militarmente las posiciones civiles y militares en la región de Donbás, causando miles de muertos entre la población étnica rusa y violando con ello los acuerdos de Minsk, firmados entre Ucrania, la Federación Rusa, la República Popular de Donetsk y la República Popular de Lugansk, con el auspicio de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), que debían poner fin a la guerra desde 2014.

 

La maquinaria propagandística delineada en los círculos intelectuales del Capitalismo financiero occidental, es promovida por los principales corporaciones trasnacionales de noticias y entretenimiento audiovisual e impreso como Comcast Corporation, 21st Century Fox, Viacom y CBS; las principales cadenas de noticias por televisión las 24 horas como MSNBC, Fox y la CNN; y los principales diarios impresos como el New York Times y el Whashington Post, quienes distribuyen dicho discurso de odio para ser reproducido masivamente por las cadenas locales en decenas de países. A este hecho se debe añadir el silenciamiento de la versión rusa del conflicto, con lo cual la manipulación mediática se vuelve más efectiva.

 

El objetivo de esta campaña es aislar políticamente a Rusia del mundo, promover la oposición interna en ese país y subordinarla al Imperialismo occidental.

 

Al inicio del nuevo milenio somos testigos de la obtención de la hegemonía mundial de dos nuevas potencias económico-militares: Rusia y China. Esto significa, el desplazamiento del eje económico-imperialista, de Occidente hacia Oriente y por lo tanto, el desmembramiento y colapso de la sociedad, economía, política y cultura norteamericanas: la retirada vergonzosa de Afganistán, la excesiva mortandad por la pandemia de la Covid-19, la continua violencia interna y la crónica recesión económica que padecen los Estados Unidos son algunos de los síntomas de este declive. La crisis civilizatoria que ha generado el imperialismo norteamericano le impide razonar que si enfrenta sin distinción a las dos nuevas potencias, sólo logrará unificarlas en un bloque más sólido.

 

La recesión económica mundial de 2020, la pandemia de la covid-19, 2020-2022 y la guerra en Ucrania de 2022, forman parte de un mismo proceso de crisis sistémica mundial, debido a la incapacidad del Capitalismo financiero occidental de seguir expandiéndose y movilizar billones de dólares estancados en un mercado mundial acotado por los dos bloques de poderes financieros globales que rivalizan, se tensan y se lastiman mutuamente, por lo que la recesión económica los paralizó momentáneamente; la pandemia terminó de tirar la economía para ser levantada posteriormente por los mismos monopolios económicos internacionales, quienes han obtenidos grandes beneficios económicos en el camino, y de paso, se han deshecho de la mayor cantidad posible de competencia; y la guerra imperialista promovida por Estados Unidos y la OTAN contra Rusia pretende asimilar y subordinar al Capitalismo financiero de Oriente, el cual, no sólo reivindica su razón de existir, sino que proclama ya su predominancia a nivel mundial.




 


NOTAS

 

[1] La Alianza inició su trayectoria con 12 miembros de Norteamérica y Europa (Estados Unidos, Canadá, Francia, Italia, Bélgica, Dinamarca, Islandia, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Portugal y Reino Unido) y actualmente cuenta con 28 naciones.

 

[2] Otro capítulo importante fue el intento occidental de promover el derrocamiento del gobierno de Siria.

 

[3] Entendemos ideología como el conjunto de ideas, nociones y valores promovidos desde el poder económico y político. Son implantados en la población a través de sus aparatos ideológicos como la Escuela, los medios de difusión masiva, el Estado, las iglesias y sus intelectuales orgánicos, que ocultan y distraen a la población trabajadora de la explotación económica, contribuyen a preservar el sistema social y mantener intocables la propiedad de los medios sociales de producción y la acumulación constante de capitales.

 

[4] En la mañana del 24 de febrero de 2022, el presidente ruso Vladimir Putin anunció que estaba llevando a cabo una "operación militar especial" en el Donbás y no una invasión a Ucrania. Ésta sería muy costosa, política, económicamente y en vidas humanas, debido a que el ejército ruso tendría que lidiar con poblaciones hostiles a su presencia, como le sucedió en Afganistán a la desaparecida Unión Soviética.

martes, 23 de marzo de 2021

La ENAH asediada



Víctor Manuel Ovalle Hernández 


En la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) de México, se cancelaron más de 70 materias optativas en el semestre 2021-1, siendo ésta una medida infame, que dejó fuera de la planta docente a un número considerable de profesores de asignatura, quienes no cuentan con base y deben firmar contratos cada seis meses. Pero esta medida lastima también las aspiraciones de los estudiantes por cursar materias de su interés que no aparecen en los programa de estudios. El argumento utilizado por la administración del Dr. Hilario Topete, es que no hay presupuesto suficiente para pagarle a los maestros.

 

Pero el problema no son los recortes al presupuesto del sector cultura que ha implementado el gobierno federal; el dilema fundamental se oculta en la interrogante: ¿por qué le reducen el presupuesto a las disciplinas antropológicas? Es decir, el problema no es que el Estado reduzca el presupuesto, sino ¿por qué lo reduce?

 

Si revisamos la historia reciente de la ENAH nos daremos cuenta que el padecer un presupuesto insuficiente coincide con dos hechos históricos de los años 1980’s: a) el crecimiento de la matricula estudiantil y del profesorado de asignatura, posterior al traslado de la ENAH, del Museo de Antropología a Cuicuilco, donde se localiza actualmente y b) la imposición de la política neoliberal que le arranca al Estado nacional la conducción de la economía para otorgársela a las empresas trasnacionales e imperialistas.

 

La antropología, la arqueología y demás disciplinas antropológicas gozaron de mucho prestigio durante la época cardenista y posterior a ella (1934-1982); la antropología, fue una practica de avanzada (junto con la educación normalista) para integrar a las comunidades étnico-campesinas de regiones diversas y tradiciones distintas a un proyecto de nación capitalista, que trasladaba el centro económico del campo a las ciudades. Por su parte, la arqueología tuvo una doble utilidad: estructurar el discurso de que la joven nación era el resultado de un pasado glorioso que se iniciaba con los olmecas, los mayas y los aztecas; pasaba por las luchas de Independencia, de resistencia a las invasiones imperialistas del siglo XIX, la Revolución campesina del siglo XX y finalmente descansaba triunfante en el régimen del Partido de Estado: el PRI; una visión romántica de evolucionismo cultural, que legitimaba al Estado nacional capitalista; la arqueología también contribuyó a atraer divisas a nuestro país, habilitando zonas arqueológicas y museos como Teotihuacan, Cholula, Templo Mayor, Palenque y el Museo Nacional de Antropología, que se convertirían en sitios imprescindibles para los visitantes extranjeros, que hacían posible el impulso de una naciente industria turística en nuestro país.

 

En resumen, las ciencias antropológicas contribuyeron a estructurar el discurso nacionalista que legitimó al Estado ante los trabajadores del campo y la ciudad; y también aportaron su práctica para atraer capitales del extranjero. Y aunque en esta época, no gozaron de un presupuesto oneroso, el Estado no se desentendió de su compromiso de sostenerlas. 

 

Pero en los años 1980’s, con el arribo del Neoliberalismo, se empezó a privilegiar el uso de la economía y la estadística para planificar, estructurar, enfrentar y resolver los problemas sociales, que antes eran atendidos por antropólogos, sociólogos, abogados y políticos. Es entonces que la antropología es desplazada y desatendida por el Estado. La arqueología continúo siendo una herramienta –aunque muy limitada- para atraer divisas.

 

En este escenario de predominio de la globalización imperialista, la ENAH empezó a padecer los embates de uno de los mecanismos neoliberales más arteros: los recortes al gasto público.

 

Durante la denominada “década perdida”, el Autogobierno de la ENAH –en el que el director se elegía por voto directo y secreto y la Asamblea General de estudiantes, profesores y trabajadores era el máximo órgano de decisión- tuvo que lidiar con la avanzada política modernizadora, que pretendía despolitizar y desmovilizar a la Escuela, pero también con un presupuesto muy limitado que mantenía –ya desde entonces- el deterioro permanente de sus instalaciones: salones de clase, biblioteca, etc., e impedía realizar sus tareas sustantivas de investigación, docencia y divulgación. Era común en esa época que el INAH no entregara a tiempo el presupuesto y que los pagos se atrasaran a los profesores de asignatura y a los coordinadores de licenciaturas –hoy denominados, jefes de carrera-.

 


El golpe final al Autogobierno llegó con la imposición en 1993, del actual Reglamento General, que desapareció la elección democrática del director, también a la Asamblea General y fortaleció la estructura burocrática para controlar políticamente a la ENAH: la burocracia administrativa dócil a los dictados de la Dirección General del INAH, encabezada por el director y los jefes de departamento; y la burocracia académica improductiva, en el que varios profesores de tiempo-completo, instauraron cacicazgos inamovibles, tanto en las licenciaturas como en el posgrado, sirviéndose de los pocos privilegios con los que aun cuenta la Escuela. Intelectuales orgánicos, quienes se han dedicado a promover que la ENAH no crezca, y que por lo tanto, su demanda presupuestal sea mínima; y a mantener el control político de la Escuela, impidiendo y socavando los intentos democratizadores, impulsados por los sectores mayoritarios: profesores de asignatura, estudiantes y trabajadores técnicos y administrativos.

 

Esta burocracia parasitaria es la que ha impedido que se realicen reformas que promuevan la revitalización académica y democrática de la Escuela –atrincherados en el Consejo Técnico, el cual manipulan- y que han aceptado sumisamente los últimos recortes promovidos por el poder ejecutivo, aprobados por el legislativo y la Secretaría de Hacienda, implementados por la Dirección General del INAH a través de su departamento de Recursos Humanos y acatados sumisamente por la Dirección de la ENAH.

 

Se empieza entonces a volver realidad el desmantelamiento de la ENAH, entendido éste, no como la desaparición de la Escuela, sino como su transformación en una institución federal de pequeñas dimensiones –que no vuelva a crecer como en los años 60´s y 70`s del siglo pasado-, manejable presupuestariamente, pero sobre todo, despolitizada: alejada de los problemas nacionales y las luchas sociales; pero con un perfil de egreso que alcance los más altos estándares de calidad y eficiencia en el manejo de las técnicas y procedimientos de las ciencias sociales aplicadas, como lo señalan las instituciones globales financieras: el Banco Mundial (BM), El Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

 

No obstante, hasta ahora, este ímpetu institucional por despolitizar y desmovilizar la práctica académica, ha tenido una resistencia férrea por parte de la Asamblea General a través de los últimos 50 años, lo cual ha generado que en esta Escuela se cultive el pensamiento crítico con relación al Estado: se critiquen sus políticas injerencistas en las comunidades étnico-campesinas; y la utilización del patrimonio histórico-arqueológico como propaganda ideológica-política y como fuente importante de divisas turísticas.

 

¿Será posible este desmantelamiento? La Asamblea General de estudiantes, profesores y trabajadores tiene ante sí una tarea urgente: generar el programa político-académico del sector democrático, que deberá enfrentar al proyecto neoliberal enquistado en nuestra Escuela.

 

El programa democrático deberá incluir definiciones generales sobre el quehacer antropológico: ¿Qué es la Antropología? ¿Para qué sirve y a quienes debe beneficiar? ¿Cómo debe ser la formación de los futuros antropólogos? ¿Cuál debe ser el perfil del antropólogo contemporáneo? ¿Cómo debe ser la vinculación entre las diferentes licenciaturas y los posgrados? ¿Cómo debe ser la vinculación laboral entre la ENAH y el INAH? ¿Cómo debe ser su estructura orgánica (administrativa, de gobierno y académica) y su relación con el INAH?

 

Rescatar la memoria histórica de las luchas por la democratización interna y la documentación sobre el pensamiento crítico desarrollado en nuestra institución. 

 

¿Qué proyectos de antropología se han confrontado en nuestra Escuela?

¿Qué prácticas podemos retomar de la tradición académico-política de la Escuela que puedan fortalecerla?

 

Se puede tener la razón para una lucha, pero si no se concretiza en un programa académico-político de largo plazo, el movimiento llegará a su clímax y empezará a diluirse, como ha sucedido varias ocasiones en nuestra Escuela. Los movimientos que han logrado mantenerse a través de décadas en nuestro país, es porque han sabido construir y defender un proyecto alternativo al que sostienen las autoridades federales, como es el caso de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), con más de 80 años de existencia; la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y el Sindicato Independiente de Trabajadores de la Universidad Autónoma Metropolitana (SITUAM), con más de 40 años de lucha.

 

La Asamblea General de la ENAH tiene entonces la palabra…





Asamblea General de la ENAH decide realizar un Paro total de 72 hrs., en apoyo al magisterio democrático de la CNTE, el 17 de septiembre de 2013.


 


viernes, 15 de mayo de 2020

El Estado



Texto publicado en el periódico Libertad, órgano de información y análisis de la Unidad Obrero Campesino Popular (UOCP), No. 5, mayo de 1988, México, pp. 7-8.



Empezaremos por dar la definición marxista-leninista de Estado: “El Estado -dice Engels, resumiendo su análisis histórico-, no es de ninguna manera un poder impuesto desde fuera a la sociedad, tampoco es la realidad moral ni la imagen y la realidad de la razón como afirma Hegel. Es más bien un producto de la sociedad cuando llega a un grado de desarrollo determinado; es la confesión de que esa sociedad se ha enredado en una irremediable contradicción consigo misma y está dividida por antagonismos irreconciliables, que es impotente para conjurarlos. Pero a fin de que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna no se devoren así mismas y no consuman a la sociedad en una lucha estéril, se hace necesario un poder situado aparentemente por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el choque, a mantenerlo en los límites del orden. Y ese poder nacido de la sociedad, pero que se pone por encima de ella más y más, es el Estado” (El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, pp. 177-178).

En este pasaje –dice Lenin- se expresa con plena claridad la idea fundamental del marxismo en cuanto al papel histórico, a la significación de Estado. El Estado es producto y manifestación de la inconciabilidad de las contradicciones de clase. El Estado surge en el sitio, en el momento y en la medida en que las contradicciones de clase NO PUEDEN, objetivamente, conciliarse. Y viceversa: la existencia del Estado demuestra que las contradicciones de clase son IRRECONCILIABLES.

Marx plantea que el Estado no podría surgir ni mantenerse si fuera posible la conciliación de clases, el Estado es un órgano de dominación de clase, un órgano de opresión de una clase por otra, es la creación del orden que legaliza y afianza esa opresión, amortiguando los choques entre las clases.

“El Estado se caracteriza –prosigue Engels- en primer lugar, por la agrupación de sus ciudadanos según divisiones territoriales. El segundo rasgo característico es la institución de una fuerza pública especial. Esta fuerza pública existe en todo Estado; y no está formado sólo por hombres armados, sino también por aditamentos materiales: las cárceles y las instituciones coercitivas de todo género”.

“Como el Estado –dice Engels- nació de la necesidad de refrenar los antagonismos de clase, y como, al mismo tiempo, nació en medio del conflicto de esas clases, es, el Estado de la clase económicamente dominante que, con ayuda de él, se convierte en la clase políticamente dominante, adquiriendo con ello nuevos medios para la represión y la explotación de la clase oprimida; el moderno Estado representativo es el instrumento de que se sirve el capital para explotar el trabajo asalariado”.

A esto Lenin añade que “la República Democrática es la mejor envoltura política posible del Capitalismo. Y por eso, al apoderarse de esa envoltura, la mejor de todas, cimienta su poder con toda seguridad y firmeza, que no lo conmueve NINGÚN cambio de personas ni de instituciones, ni de partidos dentro de la república democrático burguesa (El Estado y la Revolución).

Hay que advertir, además, que Engels llama también con la mayor precisión al sufragio universal: “instrumento de dominación de la burguesía”.



No hay diferencia entre narco, burguesía y élites

  Raúl Zibechi Tomado de La Jornada , Viernes 14 de noviembre de 2014. Propongo que dejemos de hablar de narco (narcotráfico o tráfico de dr...