sábado, 22 de octubre de 2022

La construcción ideológica de un enemigo: la guerra en Ucrania



Víctor Manuel Ovalle Hernández

 

La guerra contemporánea es económica, política, mediática y militar. De esta forma, la población mundial del siglo XXI, ha padecido la guerra -en diferentes niveles e intensidades- entre bloques de poderes financieros-empresariales y militares que controlan diversos países de Oriente y Occidente desde la desaparición de los denominados países socialistas en la década de 1990.

 

Prueba de ello es la persistencia de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) por expandir y perfeccionar sus estrategias, mecanismos, capacidades, y arsenales militares. La OTAN fue fundada en 1949 con el objetivo de que sus países miembros se defendieran mutuamente en caso de que alguno de ellos fuera atacado militarmente. Quedaba claro que el enemigo eran los países denominados socialistas, por lo que el mundo quedó dividido en dos grandes bloques disputándose así la hegemonía global. Pero al desmembrarse el Pacto de Varsovia, lo deseable era iniciar el desarme de las naciones que habían pertenecido a uno u otro bloque militar, comprometerse con la paz, la estabilidad y la cooperación mundiales, y con la desarticulación paulatina de la Alianza Atlántica. No obstante, la lógica imperialista funciona en forma diferente: la OTAN no desapareció como debió haber sucedido, sino que incluso creció, con la adhesión de algunos países, anteriormente enemigos: Polonia, Hungría y la República Checa.[1] El Imperialismo occidental se preparó para afianzar su dominio en todo el planeta, definiendo “las nuevas amenazas globales”, creadas y alentadas por las mismas potencias occidentales, como el terrorismo, la proliferación nuclear y los ciberataques; aunque el objetivo no declarado era detener –militarmente si fuera necesario- el ascenso de los nuevos poderes financieros globales asentados  principalmente en Rusia y China. Por ello, la Federación Rusa fue ignorada por Occidente cuando manifestó su deseo de pertenecer a la OTAN y a la Unión Europea en el año 2000. Con estos hechos, la OTAN reafirmaba su papel de policía militar del Capitalismo financiero-empresarial de Occidente.

 

La invasión de Rusia a Ucrania iniciada el 24 de febrero de 2022, constituye un capítulo adicional de la confrontación irreconciliable entre los poderes globales.[2] Estados Unidos y la OTAN pretenden tener un aliado militar en la frontera con Rusia y han apoyado política, económica y militarmente al gobierno ucraniano para fortalecerse y someter a la población rusa del sureste del país, que en febrero de este año, proclamaron la independencia de las repúblicas de Donetsk y Lugansk, con el reconocimiento inmediato del régimen de Vladimir Putin.

 

Una cantidad importante de países que giran en la orbita de Occidente han manifestado su repudio a Rusia y han ofrecido apoyo económico, político y militar a Ucrania. Asimismo, han acordado imponer varios paquetes de sanciones económicas a Rusia, como restringir sus importaciones y exportaciones de mercancías con la Unión Europea (incluye petróleo crudo y productos petrolíferos refinados, carbón y otros combustibles fósiles rusos); inmovilizar las cuentas bancarias de funcionarios y empresarios ligados al régimen ruso y la prohibición de viajar por la Unión Europea; la prohibición a las compañías aéreas rusas de sobrevolar el espacio aéreo y aterrizar en los aeropuertos de la Unión Europea además de cerrar sus puertos a la flota comercial rusa; la cancelación de todas las operaciones con el Banco Central Nacional de Rusia, inmovilizando más de la mitad de las reservas rusas almacenadas en bancos centrales e instituciones privadas del extranjero, sanciones que están dirigidas a generar inestabilidad en el tipo de cambio de su moneda. Varias de estas medidas  han sido también asumidas por Canadá, Estados Unidos y el Reino Unido. Con estas sanciones, los capitalistas financieros occidentales pretenden debilitar la economía rusa, y hacer inviable el gasto militar en Ucrania.

 

En otro frente de batalla -el ideológico[3]- los medios occidentales de difusión masiva están dedicados a convencer a su opinión pública que el mal ha sido encarnado por “un maléfico y demente dictador”: Vladimir Putin, quien no ha tenido escrúpulos para invadir un país soberano y democrático, bombardeando y “masacrando” a la población civil; destruyendo la infraestructura urbana ucraniana y poniendo en peligro la supuesta democracia y la paz mundial. En sentido inverso, Occidente promueve la imagen del presidente ucraniano: Volodimir Zelenski, como la de un “héroe nacional” o de un “héroe global”, un “defensor de la democracia”, “por su valentía y coraje ante la invasión rusa”, que “resiste” estoicamente desde Kiev, la capital ucraniana y hasta se da tiempo para realizar videoconferencias y “conmover” con sus habilidades histriónicas a los parlamentos de los países miembros de la OTAN, aunque el Kremlin no se ha fijado el objetivo de derrocarlo.  


Se dice entonces que en este país atacado ha surgido "la resistencia patriota" de un pueblo que resiste ante la brutal y desmedida invasión y que ha impedido que el ejército ruso tome las principales ciudades ucranianas, e incluso, que lo han hecho retroceder en varias regiones, aunque -como puede observarse-, la operación militar de Rusia no pretende invadir al país vecino,[4] sino controlar las zonas del sureste ucraniano consideradas estratégicas para su seguridad militar, como la región de Donbás, Zaporiyia, la mayor central nuclear de Europa, tomada por las fuerzas militares rusas en marzo pasado y la península de Crimea, sede de la flota del Mar Negro.

 

De esta manera, los golpes asestados a la infraestructura militar ucraniana cumplen con este objetivo. Es claro que Rusia busca imponer un acuerdo de paz en el que además de garantizar que Ucrania no ingrese a la OTAN, pueda mantener el control territorial y político de las repúblicas de Donetsk y Lugansk, autoproclamadas independientes y de la península de Crimea, anexada en 2014 por la potencia asiática. Rusia tiene capacidad para combatir en varios frentes de batalla a nivel mundial, por lo que pensar que la resistencia ucraniana puede derrotar al ejército ruso no deja de ser una intrépida fantasía.

 

A ocho meses de iniciada la operación militar, Occidente asegura que más de 5 millones de personas han tenido que huir de sus hogares en Ucrania y circulan decenas de vídeos que ofrecen “testimonios desgarradores” de la “brutalidad” rusa. Estados Unidos y la Unión Europea manipulan la información, para impactar emocionalmente a sus receptores y apelan a los nacionalismos para enconar el odio contra Rusia. Hipocresía extrema, en particular del imperialismo norteamericano, quien ha bombardeado e invadido naciones regularmente, por lo que tiene responsabilidad en el asesinato de más de 20 millones de personas, en 37 países, desde 1945, al final de la Segunda Guerra Mundial.

 

La propaganda occidental evade comentar que el gobierno liberal ucraniano encabezado por Zelenski, ha sido condescendiente con las milicias extremistas neonazis que operan en ese país, sosteniendo el financiamiento y la entrega de armas e inmuebles a estos grupos ultraderechistas para que realicen sus actividades de adoctrinamiento y reclutamiento. Algunas de estos grupos se han integrado al ejército como el Batallón Azov, el Batallón Donbás; y otras como Aydar, La Misanthropic Division, el Dnipro-1, el Batallón Batkivshchyna, National Corps y la Unidad Tornado operan como grupos paramilitares. Todos ellos, grupos de extrema derecha: ultranacionalistas, supremacistas blancos, homofóbicos, misóginos, antisemitas y antirrusos. Pugnan por la integración de Ucrania a la Unión Europea. Tienen sus antecedentes desde la Segunda Guerra Mundial en la que colaboraron con los alemanes y asesinaron a miles de judíos en territorio ucraniano. Resurgieron a raíz de los disturbios y las protestas multitudinarias en contra del gobierno proruso de Viktor Yanukóvich, quien suspendió el proceso de preparación para la firma de un Acuerdo de Asociación y un Acuerdo de Libre Comercio con la Unión Europea (UE), prefiriendo mantener relaciones económicas con Rusia y los países de la Comunidad de Estados Independientes. Fue finalmente derrocado por la oposición derechista, con el apoyo y beneplácito de Estados Unidos y la Unión Europea en 2014.

  

Estas milicias neonazis se han sumado al hostigamiento permanente que realizan las fuerzas regulares ucranianas, bombardeando y atacando militarmente las posiciones civiles y militares en la región de Donbás, causando miles de muertos entre la población étnica rusa y violando con ello los acuerdos de Minsk, firmados entre Ucrania, la Federación Rusa, la República Popular de Donetsk y la República Popular de Lugansk, con el auspicio de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), que debían poner fin a la guerra desde 2014.

 

La maquinaria propagandística delineada en los círculos intelectuales del Capitalismo financiero occidental, es promovida por los principales corporaciones trasnacionales de noticias y entretenimiento audiovisual e impreso como Comcast Corporation, 21st Century Fox, Viacom y CBS; las principales cadenas de noticias por televisión las 24 horas como MSNBC, Fox y la CNN; y los principales diarios impresos como el New York Times y el Whashington Post, quienes distribuyen dicho discurso de odio para ser reproducido masivamente por las cadenas locales en decenas de países. A este hecho se debe añadir el silenciamiento de la versión rusa del conflicto, con lo cual la manipulación mediática se vuelve más efectiva.

 

El objetivo de esta campaña es aislar políticamente a Rusia del mundo, promover la oposición interna en ese país y subordinarla al Imperialismo occidental.

 

Al inicio del nuevo milenio somos testigos de la obtención de la hegemonía mundial de dos nuevas potencias económico-militares: Rusia y China. Esto significa, el desplazamiento del eje económico-imperialista, de Occidente hacia Oriente y por lo tanto, el desmembramiento y colapso de la sociedad, economía, política y cultura norteamericanas: la retirada vergonzosa de Afganistán, la excesiva mortandad por la pandemia de la Covid-19, la continua violencia interna y la crónica recesión económica que padecen los Estados Unidos son algunos de los síntomas de este declive. La crisis civilizatoria que ha generado el imperialismo norteamericano le impide razonar que si enfrenta sin distinción a las dos nuevas potencias, sólo logrará unificarlas en un bloque más sólido.

 

La recesión económica mundial de 2020, la pandemia de la covid-19, 2020-2022 y la guerra en Ucrania de 2022, forman parte de un mismo proceso de crisis sistémica mundial, debido a la incapacidad del Capitalismo financiero occidental de seguir expandiéndose y movilizar billones de dólares estancados en un mercado mundial acotado por los dos bloques de poderes financieros globales que rivalizan, se tensan y se lastiman mutuamente, por lo que la recesión económica los paralizó momentáneamente; la pandemia terminó de tirar la economía para ser levantada posteriormente por los mismos monopolios económicos internacionales, quienes han obtenidos grandes beneficios económicos en el camino, y de paso, se han deshecho de la mayor cantidad posible de competencia; y la guerra imperialista promovida por Estados Unidos y la OTAN contra Rusia pretende asimilar y subordinar al Capitalismo financiero de Oriente, el cual, no sólo reivindica su razón de existir, sino que proclama ya su predominancia a nivel mundial.




 


NOTAS

 

[1] La Alianza inició su trayectoria con 12 miembros de Norteamérica y Europa (Estados Unidos, Canadá, Francia, Italia, Bélgica, Dinamarca, Islandia, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Portugal y Reino Unido) y actualmente cuenta con 28 naciones.

 

[2] Otro capítulo importante fue el intento occidental de promover el derrocamiento del gobierno de Siria.

 

[3] Entendemos ideología como el conjunto de ideas, nociones y valores promovidos desde el poder económico y político. Son implantados en la población a través de sus aparatos ideológicos como la Escuela, los medios de difusión masiva, el Estado, las iglesias y sus intelectuales orgánicos, que ocultan y distraen a la población trabajadora de la explotación económica, contribuyen a preservar el sistema social y mantener intocables la propiedad de los medios sociales de producción y la acumulación constante de capitales.

 

[4] En la mañana del 24 de febrero de 2022, el presidente ruso Vladimir Putin anunció que estaba llevando a cabo una "operación militar especial" en el Donbás y no una invasión a Ucrania. Ésta sería muy costosa, política, económicamente y en vidas humanas, debido a que el ejército ruso tendría que lidiar con poblaciones hostiles a su presencia, como le sucedió en Afganistán a la desaparecida Unión Soviética.

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