domingo, 24 de noviembre de 2019

América Latina y la conciliación de clases


Peter Rosset
Profesor de El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur) en Chiapas.  
Publicado en el diario La Jornada, el domingo 19 de agosto de 2018.

 
   Está de moda especular sobre qué esperar del próximo gobierno de México. Aunque nadie puede predecir el futuro, el análisis comparativo puede ayudar a establecer ciertos marcos para nuestras expectativas. Honduras, Paraguay, Uruguay, Argentina, Brasil, Ecuador, Venezuela, Bolivia, Chile, Perú, El Salvador y Nicaragua han tenido gobiernos que decían o dicen ser progresistas, y me gustaría hacer aquí un balance de lo bueno, lo malo y lo feo de sus resultados.


Cada uno de esos gobiernos aplicaba una estrategia de lo que se podría denominar conciliación de clases, ya que, excepto Cuba, la generación previa de lucha armada y lucha de clases había sido derrotada. Cada uno de los gobiernos, incluyendo las expresiones más radicales de Chávez, Morales y Correa, gobernaban de manera conjunta con sectores importantes de oligarquías, burguesías nacionales y grupos de capital.


El saldo frío de esos gobiernos, casi sin excepción aunque en menor o mayor grado, incluye sendos elementos en común. Todos lograron reducciones importantes de la pobreza extrema, sobre todo mediante programas de corte compensatorio y asistencialista, incluyendo las transferencias directas y la mal llamada inclusión financiera, que permite a los pobres acceder a un mayor nivel de consumo mediante el endeudamiento con el crédito. También lograron niveles significativos de democratización del acceso a la educación superior usando becas, cuotas y abriendo nuevas universidades públicas.


Todo esto, sin embrago, sin grandes cambios estructurales favorables a los intereses de las clases trabajadoras y campesinas o de las poblaciones indígenas y afrodescendientes. Más bien sus mandatos fueron escenarios de mayor trasnacionalización de las economías, la llegada del capital financiero internacional y el aumento exponencial de las concesiones mineras. A la par de crear pequeños ministerios o subsecretarías para atender la agricultura familiar y campesina con modestos presupuestos de crédito y compras públicas, entregaron los ministerios o secretarías de agricultura, con mega presupuestos, a los hombres y mujeres de Monsanto y del agronegocio. Liberaron los transgénicos y no avanzaron en la reforma agraria. En Brasil, los gobiernos de Lula y Dilma vieron la mayor expansión territorial del agronegocio en la historia del país. Han sido políticas de neodesarrollismo y neoextractivismo que justifican la expansión del agronegocio y la minería a cielo abierto con una mayor recaudación de impuestos y regalías por el Estado, modelo que ha entrado en crisis con el fin del boom de los commodities.


Cado uno de esos gobiernos ha sido asociado con el ascenso de nuevos sectores del capital ligados al presupuesto público (la Boliburguesía en Venezuela, Odebrecht y JBS en Brasil, etcétera) y la corrupción ha sido casi tan notaria como en los gobiernos de derecha. En estados, provincias y municipios han gobernado en nefastas alianzas electorales con las oligarquías locales de siempre.


Hoy día varios de esos gobiernos han llegado a tristes finales o se encuentran en situaciones complicadas. Los golpes blandos contra Zelaya, Lugo y Dilma, Lula preso; las derrotas electorales de Fernández de Kirchner y Bachelet, y las guarimbas del imperialismo en calles de Venezuela y Nicaragua levantan dudas legítimas sobre los límites reales de una estrategia de conciliación de clases.


Se puede argumentar, por ejemplo, que mediante la conciliación de clases Lula, Dilma y el PT alimentaron la serpiente que luego los mordió. El primer mandato de Lula, con popularidad en alrededor de 80 por ciento, habría sido el momento para hacer la reforma política que pedían los movimientos sociales. No lo hizo, permitiendo la continuación de un sistema parlamentario que fomenta la tiranía de pequeños partidos de derecha. Cuando TV Globo estaba en quiebra, Lula la rescató con dinero público. No cortaron la cabeza de la serpiente. Alimentaron el agronegocio y los ruralistas, con subvenciones públicas, pusieron a un conocido corrupto de derecha, Michel Temer, como vicepresidente de Dilma y terminaron víctimas de las fuerzas que ellos mismos mantuvieron.


Una interpretación dice que el poder siempre ha querido avanzar la agenda del capital. Que los gobiernos militares llegaron a sus límites y dieron lugar a los gobiernos democráticos pero neoliberales, que también llegaron a sus límites. Y que la única manera de avanzar más en la agenda del capital (minería, agronegocio, etc.) era bajo supuestos gobiernos de izquierda, con su capacidad de contención de las masas, que ahora llegan a sus límites, y regresa la derecha de nuevo.


Viendo la composición del gabinete propuesto por AMLO, futuros nombramientos y propuestas de políticas, ¿será tan diferente en México? ¿Es AMLO tan diferente de estos otros presidentes? México, sí, tiene particularidades, pero ¿serán tan distintos los resultados?

 

sábado, 9 de noviembre de 2019

Los prostíbulos del Capitalismo




Emir Sader.

Publicado en el periódico La jornada, México, el domingo 19 de noviembre de 2017.



Los mal llamados paraísos fiscales funcionan como prostíbulos del capitalismo. Se hacen allí los negocios turbios, que no pueden ser confesados públicamente pero que son indispensables para el funcionamiento del sistema. Como los prostíbulos en la sociedad tradicional.


Conforme se acumulan las denuncias y las listas de personajes y empresas que tienen cuentas en esos lugares, nos damos cuenta del papel central y no apenas marginal que ellos tienen en la economía mundial. “No se trata de ‘islas’ en el sentido económico, sino de una red sistémica de territorios que escapan a las jurisdicciones nacionales, permitiendo que el conjunto de los grandes flujos financieros mundiales rehuya sus obligaciones fiscales, escondiendo los orígenes de los recursos o enmascarando su destino” (A era do capital improductivo, Ladislau Dowbor, Ed. Autonomia Literaria, Sao Paulo, 2017, pág. 83).


Todos los grandes grupos financieros mundiales y económicos en general tienen hoy filiales o incluso matrices en paraísos fiscales. Esa extraterritorialidad (offshore) forma una dimensión de prácticamente todas las actividades económicas de los gigantes corporativos, constituyendo una amplia cámara mundial de compensaciones, donde los distintos flujos financieros ingresan a la zona del secreto, del impuesto cero o algo equivalente y de libertad relativamente a cualquier control efectivo.


En los paraísos fiscales los recursos son reconvertidos en usos diversos, repasados a empresas con nombres y nacionalidades distintos, lavados y fomalmente limpios. No es que todo se vuelva secreto, sino con la fragmentación del flujo financiero el conjunto del sistema lo vuelve opaco.


Hay iniciativas para controlar relativamente ese flujo monstruoso de recursos, pero el sistema financiero es global, mientras las leyes son nacionales y no hay un sistema de gobierno mundial. Asimismo, se puede ganar más aplicando en productos financieros y, sobre todo, sin pagar impuestos; es un negocio redondo.


“El sistema offshore creció con metástasis en todo el globo y surgió un poderoso ejército de abogados, contadores y banqueros para hacer funcionar el sistema. En realidad, el sistema raramente agrega algún valor. Al contrario, está redistribuyendo la riqueza hacia arriba y los riesgos hacia abajo, generando una nueva estufa global para el crimen” (Treasured Islands: Uncovering the Damage of Offshore Banking and Tax Havens, Shaxon, Nicholas. St. Martin’s Press, Nova York, 2011).


El tema de los impuestos es central. Las ganancias son offshore, donde escapan de los impuestos, pero los costos y el pago de los intereses son onshore, donde son deducidos los impuestos. La mayor parte de las actividades son legales. No es ilegal tener una cuenta en las islas Caimán. “La gran corrupción genera su propia legalidad, que pasa por la apropiación de la política, proceso que Shaxon llama de captura del Estado (Dowbor, pág. 86).


Se trata de una corrupción sistémica. La corrupción envuelve a especialistas que abusan del bien común, en secreto y con impunidad, minando las reglas y los sistemas que promueven el interés público y nuestra confianza en las reglas y sistemas existentes, intensificando la pobreza y la desigualdad. La base de la ley de las corporaciones y de las sociedades anónimas es que el anonimato de la propiedad y el derecho a ser tratadas como personas jurídicas, pudiendo declarar su sede legal donde quieran e independiente del local efectivo de sus actividades, tendría como contrapeso la transparencia de las cuentas (Dowbor, pág. 86).


Las propinas contaminan y corrompen a los gobiernos, y los paraísos fiscales corrompen el sistema financiero global. Se ha creado un sistema que vuelve inviable cualquier control jurídico y penal de la criminalidad bancaria. Las corporaciones constituyen un sistema judicial paralelo que les permite incluso procesar a los estados a partir de su propio aparato jurídico.


La revista británica The Economist calcula que en los paraísos fiscales se encuentran 20 trillones de dólares, ubicando a las principales plazas financieras que dirigen estos recursos en el estado norteamericano de Delaware y en Londres. Las islas sirven de localización legal y de protección en términos de jurisdicción, fiscalidad e información, pero la gestión es realizada por los grandes bancos. Se trata de un gigantesco drenaje que permite que los ciclos financieros queden resguardados de las informaciones.


Covid-19: ¿Epílogo de un ciclo económico decadente?

Las crisis están diseñadas para beneficiar a los ricos ya que gracias a ellas les resulta más fácil reescribir las normas. Angus Deaton. ...