Archipiélago
no. 74, año 20, oct-dic. 2011, UNAM, México, p. 4.
Vengo sosteniendo que la crisis actual del capitalismo es más que coyuntural y estructural. Es terminal. ¿Ha llegado el final del genio del capitalismo para adaptarse siempre a cualquier circunstancia? Soy consciente de que pocas personas sostienen esta tesis. Dos razones, sin embargo, me llevan a esta interpretación.
La primera es la siguiente: la crisis es terminal porque todos nosotros, pero particularmente el capitalismo, nos hemos saltado los límites de la Tierra. Hemos ocupado, depredando todo el planeta, deshaciendo su sutil equilibrio y agotando sus bienes y servicios hasta el punto de que no consigue reponer por su cuenta lo que le han secuestrado. Ya a mediados del siglo XIX, Karl Marx escribía proféticamente que la tendencia del capital iba en dirección a destruir sus dos fuentes de riqueza y de reproducción: la naturaleza y el trabajo. Es lo que está ocurriendo.
La
naturaleza efectivamente se encuentra sometida a un gran estrés, como nunca
antes lo estuvo, por lo menos en el último siglo, sin contar las 15 grandes
catástrofes que conoció a lo largo de su historia de más de cuatro mil millones
de años. Los fenómenos extremos verificables en todas las regiones y los
cambios climáticos, que tienden a un calentamiento global creciente, hablan a
favor de la tesis de Marx. ¿Sin naturaleza cómo va a reproducirse el
capitalismo? Ha dado con un límite insuperable.
El
capitalismo precariza o prescinde del trabajo. Existe gran desarrollo sin
trabajo. El aparato productivo informatizado y robotizado produce más y mejor,
con casi ningún trabajo. La consecuencia directa es el desempleo estructural. Millones de
personas no van a ingresar nunca jamás en el mundo del trabajo, ni siquiera
como ejército de reserva. El trabajo, de depender del capital, ha pasado a
prescindir de él. En España el desempleo alcanza al 20% de la población
general, y al 40% de los jóvenes. En Portugal al 12% del país, y al 30% entre
los jóvenes. Esto significa una grave crisis social, como la que asola en este
momento a Grecia. Se sacrifica a toda la sociedad en nombre de una economía,
hecha no para atender las demandas humanas, sino para pagar la deuda con los
bancos y con el sistema financiero. Marx tiene razón: el trabajo explotado ya
no es fuente de riqueza. Lo es la máquina.
La segunda
razón está ligada a la crisis humanitaria que el capitalismo está generando.
Antes estaba limitada a los países periféricos. Hoy es global y ha alcanzado a
los países centrales. No se puede resolver la cuestión económica desmontando la
sociedad. Las víctimas entrelazadas por nuevas avenidas de comunicación,
resisten, se rebelan y amenazan el orden vigente. Cada vez más personas,
especialmente jóvenes, no aceptan la lógica perversa de la economía política capitalista:
la dictadura de las finanzas que, vía mercado, somete los estados a sus
intereses, y el rentabilismo de los capitales especulativos que circulan de
unas bolsas a otras, obteniendo ganancias sin producir absolutamente nada a no
ser más dinero para sus rentistas.
Fue el
capital mismo el que creó el veneno y es el que lo puede matar: al exigir a los
trabajadores una formación técnica cada vez mejor para estar a la altura del
crecimiento acelerado y de la mayor competitividad, creó involuntariamente personas
que piensan. Éstas, lentamente van descubriendo la perversidad del sistema que
despelleja a las personas en nombre de una acumulación meramente material, que
se muestra sin corazón al exigir más y más eficiencia, hasta el punto de llevar
a los trabajadores a un estrés profundo, a la desesperación, y en algunos
casos, al suicidio, como ocurre en varios países, y también en Brasil.
Estudiantes
griegos ocupan escuelas. Foto AFP
Las calles
de varios países europeos y árabes, los “indignados” que llenan las plazas de
España y de Grecia, son expresión de una rebelión contra el sistema político
vigente a remolque del mercado y de la lógica del capital. Los jóvenes
españoles gritan: “no es una crisis, es un robo”. Los ladrones están afincados
en Wall Street, en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y en el Banco Central
Europeo, es decir, son los sumos sacerdotes del capital globalizado y
explotador.
Al agravarse
la crisis crecerán en todo el mundo las multitudes que no aguanten más las
consecuencias de la sobreexplotación de sus vidas y de la vida de la tierra y
se rebelen contra este sistema económico que ahora agoniza, no por
envejecimiento, sino por la fuerza del veneno y de las contradicciones que ha
creado, castigando a la Madre Tierra y afligiendo la vida de sus hijos e hijas.
Leonardo Boff (Concordia, 1938): teólogo, filósofo,
escritor, profesor y ecologista brasileño. Autor de una vasta obra, es uno de
los fundadores de la Teología de la Liberación.
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