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Marshall Sahlins · David H. Price |
24/03/13 |
El
pasado viernes, Marshall Sahlins, un respetado antropólogo de la Universidad de
Chicago, dimitió formalmente de la Academia Nacional de las Ciencias (NAS), la
sociedad científica más prestigiosa de los Estados Unidos. Con este motivo,
otro reputado antropólogo, David H.
Price le entrevistó para CounterPunch.
Sahlins
dice que dimitió debido a sus «objeciones a la elección de (Napoleón)
Chagnon y a los proyectos de investigación militares de la Academia.»
Sahlins fue elegido miembro de la Academia Nacional de las Ciencias en 1991.
Para explicar su dimisión emitió el siguiente comunicado:
«Según
la evidencia de sus propios escritos, así como el testimonio de otros, entre
ellos los pueblos amazónicos y los académicos de la región, Chagnon ha
ocasionado importantes daños a las comunidades indígenas en las que investigó.
Al mismo tiempo, sus declaraciones «científicas» acerca de la
evolución humana y de la selección genética para la violencia masculina –como
en el famoso estudio que publicó en 1988 en Science– han demostrado ser superficiales y sin fundamento, lo que perjudica a la
ciencia antropológica. En el mejor de los casos, su elección para la NAS ha
sido un golpe intelectual y moral a parte de los miembros de la Academia.
Tanto, que mi propia participación en la Academia se ha vuelto embarazosa.
Tampoco
quiero participar en la ayuda y el apoyo que la NAS está proporcionando a la
investigación en ciencia social para mejorar la actuación en combate de los
militares de EE UU, teniendo en cuenta el peaje que los militares han pagado en
sangre, riqueza y felicidad del pueblo norteamericano y el sufrimiento impuesto
a otros pueblos en las innecesarias guerras de este siglo. Creo que si la NAS
se implica en este tipo de investigación debería ser para estudiar como
promover la paz, no como hacer la guerra.»
Napoleón
Chagnon saltó a la fama a raíz se su trabajo de campo entre los yanomami
(también conocidos como yanomamo) en las selvas lluviosas de la cuenca del
Orinoco al nordeste de Sudamérica, en los años 1960 y 70. Escribió una
etnografía, que fue un bestseller, que se utilizó en las clases introductorias
de antropología en todo el mundo, en la que describía a los yanomami como un
«pueblo violento» debido a los elevados niveles de guerra, intra e
inter grupo, observados durante su
trabajo de campo, propensión a la guerra que describía como innata y
representativa de la humanidad en una especie de imaginado estado natural.
Actualmente
Chagnon está disfrutando de su celebridad en una gira nacional para el
lanzamiento de un libro (Nobel Savages) en el que pinta al grueso
de los antropólogos norteamericanos como cretinos postmodernos anti-ciencia y
con el cerebro reblandecido, enzarzados en una guerra contra la ciencia.
La
verdad es que, excepto en el espacio distorsionado del New York Times y otros pocos medios por el estilo, no hay ninguna
«guerra científica» en la antropología. Por el contrario, el amplio rechazo del trabajo de Chagnon
por parte de muchos antropólogos tiene que ver con la baja calidad de su
investigación. En su blog Anthropomics,
el antropólogo Jon Marks describía recientemente a Chagnon como un
«antropólogo incompetente», añadiendo:
“Permítanme que les aclare mi utilización de la
palabra «incompetente». Sus métodos para recoger, analizar e
interpretar los datos no pueden considerase como una práctica antropológica
aceptable. Es verdad que vio a los yanomamo haciendo cosas desagradables. Pero
al concluir de sus observaciones que los yanomamo son innata y primordialmente
«violentos» ha perdido su credibilidad antropológica porque no ha
demostrado nada en este sentido. Tiene derecho a sus puntos de vista, como lo
tienen los creacionistas y los racistas, pero la evidencia no apoya la
conclusión, lo que la hace científicamente incompetente”.
El
amplio rechazo de las interpretaciones de Chagnon entre los antropólogos
proviene de la poca calidad de su trabajo y de la orientación sociobiológista de
su análisis, no de una oposición a la ciencia.
Entre
los más acérrimos críticos de Chagnon se encuentra el director de mi tesis
doctoral, el antropólogo Marvin Harris, él mismo un archipositivista y gran
defensor del método científico. Sin embargo, Harris rechazó a Chagnon y sus
resultados sociobiológicos en unos duros debates académicos que duraron
décadas, no porque Harris fuera anti-ciencia, sino porque Chagnon era un mal
científico (quiero señalar que Harris y Sahlins también tuvieron debates famosos
sobre diferencias teóricas fundamentales; no obstante ambos están de
acuerdo al objetar la militarización de la disciplina y en el rechazo del
trabajo sociobiológico de Chagnon).
Supongo
que si realmente hubiera batallas a favor o en contra de la ciencia dentro de
la antropología, me encontraría en el campo de la ciencia como el que
más; pero si realmente existieran tales divisiones no estaría más
dispuesto a aceptar la validez y fiabilidad (las señales distintivas de la
buena ciencia) de los hallazgos de Chagnon que los de aquellos que
supuestamente rechazan los fundamentos de la ciencia.
En
el 2000 hubo, en efecto, una crisis importante y muy dolorosa en la Asociación
Antropológica Americana a raíz de la publicación del libro de Patrick Tierney, Oscuridad en El Dorado, en el que se
hacían numerosas acusaciones de explotación (y aún peor) contra Chagnon y otros
antropólogos que trabajaban con los yanomami (ver el ensayo de Bárbara Rose
Johnston sobre el film de José Padilla, Secretos
de la Tribu). Sin entrar en todos los detalles y rodeos que fueron
necesarios para demostrar el daño hecho por Chagnon y la insuficiencia de
sus conclusiones, baste con decir que la decisión de ofrecer uno de los puestos
más selectos de la Sección 51 de la Academia Nacional de las Ciencias al Dr.
Chagnon es una ofensa a un amplio grupo de antropólogos, se identifiquen o no a
sí mismos como científicos.
La
dimisión de Marshall Sahlins es una heroica denuncia contra la subversión de la
ciencia por parte de aquellos que declaran que la violencia humana es naturalmente
innata, así como una oposición a la creciente militarización de la ciencia.
Aunque las credenciales de Sahlins como activista contra la militarización del
conocimiento están bien establecidas –es ampliamente reconocido como el
creador del «teach-in» como forma de protesta, que organizó por
primera vez en febrero de 1965 en la Universidad de Michigan– no le debe haber
resultado fácil dimitir de este prestigioso puesto.
A
finales de 1965 Sahlins viajó al Vietnam para conocer de primera mano la guerra
y los norteamericanos que luchaban en ella, siendo su resultado su fundamental
ensayo «La destrucción de la conciencia en Vietnam». Se convirtió
en una de las voces más lúcidas y fuertes contra los esfuerzos (en la
Norteamérica de los años 60 y 70 y luego, otra vez, después de los 09/11) para
militarizar la antropología.
En
2009 participé en una conferencia en la Universidad de Chicago, que examinaba
críticamente los renovados esfuerzos de las agencias militares y de espionaje
de EE UU para utilizar datos antropológicos en campañas contra-insurgencia. La
ponencia de Sahlins en la conferencia argumentaba que «en Vietnam la famosa
estrategia contra-insurgente fue buscar y destruir; aquí es investigar y
destruir. Quizás sea una buena noticia que la apropiación militar de la teoría
antropológica es incoherente, simplista y pasada de moda –por no decir tediosa– incluso si sus protocolos etnográficos para estudiar la sociedad y la cultura
local son fantasías imposibles».
Anteayer,
Sahlins me envió un correo electrónico, que había estado circulando entre los
miembros de la Sección 51 (Antropología) de la NAS, que anunciaba dos nuevos «proyectos de
consenso» bajo el patronazgo del Instituto de Investigación del Ejército.
El primer proyecto examinaba «El contexto del entorno militar : los
factores sociales y organizacionales», el segundo «La medida de las
capacidades humanas: el potencial de actuación de individuos y colectivos».
Leyendo el anuncio de estos proyectos enviado por Sahlins está claro que los
militares buscan la ayuda de los científicos sociales, que pueden orientar las
operaciones militares utilizando la ciencia social y la ingeniería social, para
hacer posible que unidades intercambiables de personas que trabajan en
proyectos militares interactúen sin problemas. Este parece ser cada vez más el
papel que los norteamericanos asignan a los antropólogos y otros científicos
sociales: el de mediador militar.
He
aquí el intercambio que tuve con Sahlins sobre su dimisión, la elección de
Chagnon a la Academia Nacional de las Ciencias y las relaciones de la Academia con los proyectos militares.
Price: ¿Como ha conseguido
Chagnon que los numerosos ataques a su investigación éticamente preocupante y a
sus métodos y conclusiones científicamente cuestionables, se hayan convertido
en algo que es ampliamente considerado como un ataque a la ciencia en sí
misma ?
Sahlins:
En el campo de Chagnon no se ha hablado de los temas, en especial de las
críticas a sus supuestos resultados empíricos, como el artículo de Science de
1988 y las numerosas críticas de los antropólogos amazónicos a su superficial
etnografía y su retrato perversamente distorsionado de los yanomami. Estos científicos pro-Chagnon simplemente rechazan discutir los hechos etnográficos. En vez de
esto lanzan ataques ad hominem: antes era contra los marxistas, ahora contra
los «humanistas desorientados». Mientras, intentan presentarlo como una
persecución ideológica anti-ciencia. De nuevo, irónicamente, desviando el tema
para eludir la discusión de los hechos empíricos. Mientras, el importante daño,
físico y emocional, inflingido a los yanomami, además de la mezquina
instigación a la guerra de sus métodos de trabajo, se ignoran completamente en
nombre de la ciencia. Investiga y destruye, como califiqué el método. Un
absoluto escaqueo moral.
Price: La mayor parte de la
publicidad que gira alrededor de su dimisión de la Academia Nacional de las
Ciencias se centra, o bien en la elección de Napoleón Chagnon a la Asociación,
o en las supuestas «guerras científicas» en la antropología,
mientras que los medios han prestado muy poca atención a sus declaraciones
contra las crecientes relaciones de la NAS con los proyectos militares. ¿como
reaccionaron los miembros de la Sección 51 de la NAS a la convocatoria de octubre
2012 dirigida a los miembros de la Academia para la realización de
investigaciones con el objetivo de mejorar la eficacia de las misiones
militares ?
Sahlins:
La Academia Nacional de las Ciencias como tal no realizaría la investigación.
Más bien alistaría gente de sus diversas secciones –como en las notas de la
sección 51– y así participaría probablemente en la revisión de los informes
antes de su publicación. El Consejo Nacional de Investigación es quien organiza
realmente la investigación, obviamente en colaboración con la NAS. Aquí tenemos
otro tentáculo de la militarización de la antropología y otras ciencias
sociales, del que tenemos un ejemplo familiar en el Sistemas de Territorio
Humano, que es tan pérfido como insidioso.
Price: ¿Hubo algún tipo de
diálogo entre los miembros de la Sección 51 de la NAS cuando se publicaron
estas convocatorias para estos nuevos proyectos financiados por el Instituto de
Investigación del Ejército ?
Sahlins:
No he tenido acceso a ningún tipo de correspondencia, si es que hubo alguna, lo
ignoro, ya sea entre los funcionarios de la Sección o entre los miembros.
Price: ¿qué reacciones ha
recibido de parte de otros miembros de la NAS, si es que ha habido
alguna ?
Sahlins:
Virtualmente ninguna. Alguien dijo que yo siempre he sido contrario a la
sociobiología.
Price: combinando temas que
impregnan las declaraciones de Chagnon sobre la naturaleza humana, y el apoyo
de la Academia Nacional de las Ciencias a la ciencia social al servicio de los
proyectos militares norteamericanos; ¿puede hablarnos del papel de la
ciencia y de las sociedades científicas en una cultura, como la nuestra, tan
centralmente dominada por la cultura militar?
Sahlins:
Hay uno o dos párrafos en mi panfleto sobre Las
ilusiones occidentales sobre la naturaleza humana, del que no tengo ahora
ninguna copia, que cita a Rumsfeld
respecto a que (parafraseando a
una frase del guión de la película Full
Metal Jacket) dentro de cada musulmán del Oriente Medio hay un
norteamericano en potencia, un americano amante de la libertad por su propio
interés y que no tenemos más que ayudarla a salir o sacar a la fuerza los
demonios que están imponiendo otras ideas en sus mentes (ver la pag. 42 de
Sahlins; Las ilusiones occidentales
sobre la naturaleza humana). ¿Acaso la política global norteamericana,
especialmente la política neo-con, no está basada en la confusión entre la
ambición capitalista y la naturaleza humana? No hay más que liberarla de
sus ideologías equivocadas e impuestas externamente. En cuanto a las
alternativas, ver el panfleto mencionado anteriormente sobre el parentesco
único y universal y el pequeño libro que publiqué el pasado mes: Qué es
parentesco – y qué no lo es.
Price: Usted menciona el
deseo de que las tendencias fundamentalmente militaristas se conviertan en
pacifistas. ¿Tiene alguna idea de que hacer para conseguirlo?
Sahlins:
no he pensado en ello, probablemente porque la idea de que la Academia Nacional
de las Ciencias pueda hacerlo es impensable actualmente.
Hay
una creciente respuesta internacional en apoyo de la posición de Sahlins.
Marshall recibió un mensaje, que
me mostró, del profesor Eduardo Viveiros de Castro, del Museo Nacional de Río
de Janeiro, en el que Castro escribía :
«Los escritos de Chagnon sobre los yanomami del
Amazonas han contribuido enormemente a reforzar los peores prejuicios contra
este pueblo indígena, que ciertamente no necesitan de este tipo de antropología
seudo-científica estereotipada que Chagnon ha decidido seguir a coste de ellos.
Los yanomami son cualquier cosa excepto los robots socio-biológicos, crueles y
desagradables que pinta Chagnon – que probablemente proyecta su percepción de
su propia sociedad (o personalidad) en los yanomami-. Hay indígenas que, contra
todo pronóstico, han conseguido sobrevivir de acuerdo con sus tradiciones en
una Amazonia cada vez más amenazada por la destrucción medioambiental y social.
Su cultura es original, robusta e inventiva ; su sociedad es infinitamente
menos «violenta» que las sociedades brasileña o norteamericana.
Prácticamente todos los antropólogos que han
trabajado con los yanomami, muchos de ellos con mucha más experiencia de campo
entre esta gente que Chagnon, encuentran objetables (por decirlo suavemente)
sus métodos de investigación y fantástica su caracterización etnográfica. La
elección de Chagnon no honra a la ciencia norteamericana ni a la antropología
como disciplina y, además, es de mal augurio para los yanomami. Por lo que a mí
respecta considero a Chagnon como un enemigo de los indios amazónicos. Tengo
que felicitar al profesor Sahlins por su valiente y firme posición en defensa
de los yanomami y de la ciencia antropológica».
No
nos queda más que preguntarnos que será de la ciencia, ya sea practicada con
una «C» mayúscula (a veces ciega) o con una variedad inquisitiva en
minúscula, si quienes cuestionan algunas de sus prácticas, errores de
aplicación y resultados son cada vez más marginalizados, mientras que aquellos
cuyos resultados se alinean con nuestros valores culturales guerreros, más
extendidos, son bienvenidos. Cuando la NAS toma partido por una figura tan divisiva como Chagnon y demoniza a sus
críticos pretendiendo que atacan no sus prácticas y teorías sino a la misma
ciencia, está dañando la credibilidad de estos científicos. Es lamentable que
la Academia Nacional de las Ciencias se haya puesto a sí misma en esta difícil
situación.
La
dinámica de este tipo de disensiones no se limita a este pequeño segmento de la
comunidad científica. En su ensayo de 1966 sobre «La destrucción de la conciencia en Vietnam»
Sahlins argumentaba que para poder continuar la guerra, EE UU tenía que
destruir su propia conciencia –que enfrentarse a quienes han sido destruidos
por nuestras acciones era demasiado duro para la nación, que era una forma de
mostrarse al desnudo, y escribía: «La conciencia debe
destruirse: tiene que terminar en la mira del rifle, no puede acompañar a
la bala. Así, toda la lógica a su alrededor desaparece en los antecedentes. Se
convierte en una guerra con un objetivo trascendente y en este tipo de guerra
todos los esfuerzos en el lado de Dios son virtuosos y todas las muertes son,
por desgracia, necesarias. El fin justifica los medios».
Estamos
ante una situación trágica cuando la buena gente con conciencia ve como única
alternativa la dimisión; pero, a veces, decisión de dimitir es la forma de
protesta más valiente.
Marshall
Sahlins, patriarca de la antropología en EE UU, profesor emérito de las Universidades de Columbia y
Michigan, realizó intensos estudios de campo en Melanesia y Polinesia,. En
los años 70, inspirándose y continuando la obra de Karl Polanyi, revolucionó la
concepción del neolítico con su Economía
de la Edad de Piedra (Akal, 1983). En los años 90, fue el principal crítico
de la sociobiología en Uso y Abuso de la
biología: crítica antropológica de la Sociobiología (Siglo XXI, 1990). David
H. Price es profesor de antropología en la Universidad de Sant Martin, en
Lacey, Washington. Es el autor de La
militarización de la antropología : la ciencia social al servicio del
Estado militarizado, publicado por Counter Punch Books. |
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