Víctor Manuel Ovalle Hernández
Ponencia
presentada en el Foro: Educación Superior, Trabajadores y Capitalismo Global,
realizado el 15 y 16 de Junio de 2017, en la Escuela Nacional de Antropología e
Historia (ENAH), México.
Para luchar por un objetivo histórico tan importante como la construcción de una sociedad nueva debemos aprender las enseñanzas de la lucha por el Socialismo durante el siglo XX.
Una primera enseñanza es que se puede derrotar al Capitalismo por medio de la lucha revolucionaria, como lo mostró la Revolución bolchevique en Rusia, la Revolución china, la Revolución cubana y las luchas de liberación nacional de Corea del Norte y Vietnam. Ahora también sabemos que la contrarevolución capitalista puede desestabilizar cualquier intento revolucionario en cualquier parte del planeta y hacerlo abortar a corto, mediano o largo plazo como sucedió con el bloque de países del Este; los denominados países socialistas. De esta forma, el Capitalismo recurre a la guerra económica, política, psicológica, militar y terrorista, sin mediar escrúpulo alguno, aun cuando ponga en riesgo a la humanidad entera.
Aquí,
cabe aclarar, que el Imperialismo (fase del Capitalismo en la que se fusionan
los capitales industriales y financieros), aunque cuenta con el armamento y los
recursos tecnológicos suficientes para intervenir militarmente en cualquier
parte del mundo, no ha sido capaz de dominar plenamente en el planeta en ningún
momento de su historia, debido a sus múltiples contradicciones. Aquí exponemos
algunas de ellas:
1)
la acumulación constante y desmedida de capital ha generado precariedad y
pobreza para millones de personas en todo el mundo, incluso en los países con
mayor riqueza concentrada y aunque esta pobreza es funcional para el
Capitalismo debido a que configura los Ejércitos Industriales de Reserva,
integrados por millones de seres humanos desplazados de la producción, que
presionan al proletariado desde la informalidad para mantener los salarios
bajos, además de proveer al sistema burgués el número suficiente de policías,
soldados y grupos paramilitares que también serán enfrentados a la organización
y revuelta proletarias, en algún momento se desborda e impide que el ciclo de
la producción y el consumo se realice adecuadamente. La precariedad y la
pobreza llegan a relacionarse con la violencia delincuencial, que es promovida
desde los centros de poder para disciplinar a las poblaciones, como es el caso
del narcotráfico, que impide el ejercicio de las libertades democráticas en las
regiones en las que toma el control e impone reglas económicas y de
convivencia.
De esta manera, el narcotráfico se vuelve de facto, el brazo armado del Estado burgués en tareas en las que la presencia del ejército o la policía comprometería su imagen como garante de la seguridad de los ciudadanos y permitiría observarlo como en realidad es: un instrumento de control social, promotor de la acumulación de capital para la clase dominante. Esta relación es clara en la penetración de las empresas mineras canadienses en territorios étnicos en América Latina, que utilizan a los mercenarios para imponer el terror y desplazar a las poblaciones locales de los objetivos económicos de las trasnacionales.
Pero
la criminalidad se desborda continuamente debido a las mismas reglas del
mercado, haciendo inviable la reproducción de capitales locales y del consumo suficiente
de mercancías, lo cual conduce a procesos de recesión económica en importantes
regiones del planeta como África, Asia y América Latina.
2)
La incesante necesidad del Capitalismo por expandirse; generar nuevos mercados,
reservaciones de fuerza de trabajo y materias primas para la producción mundial
y garantizar la tasa de ganancia, ha conducido a este modo de producción a incursionar
en todos los continentes, imponiendo formas coloniales a través del genocidio, el
etnocidio, el saqueo de recursos, el despojo de tierras y el desplazamiento
territoriales, la explotación extrema de la fuerza laboral, el dominio e
implantación de gobiernos títeres y despóticos, además de la opresión política
y el dominio cultural.
No obstante, los pueblos, las comunidades étnicas, las formaciones sociales precapitalistas o sociedades comunitarias que han sido integradas a la esfera capitalista, no han sido desarticuladas definitivamente, sino que han sufrido una transformación o destrucción dialéctica, es decir, han sido absorbidas por el modo de producción predominante en forma de contradicciones, lo cual les permite oponer rasgos culturales de su legado histórico a la dinámica de los mercados basados en el valor de cambio.
No obstante, los pueblos, las comunidades étnicas, las formaciones sociales precapitalistas o sociedades comunitarias que han sido integradas a la esfera capitalista, no han sido desarticuladas definitivamente, sino que han sufrido una transformación o destrucción dialéctica, es decir, han sido absorbidas por el modo de producción predominante en forma de contradicciones, lo cual les permite oponer rasgos culturales de su legado histórico a la dinámica de los mercados basados en el valor de cambio.
Esta
resistencia cultural, que se manifiesta en la construcción de autonomías
étnicas en diversas regiones del planeta, impide al Capitalismo disponer de los
recursos de la tierra y de la fuerza de trabajo local en forma segura.
3)
Además, el Capitalismo debe enfrentar a su contradicción interna fundamental:
el trabajo. Las luchas obreras continúan oponiendo franca resistencia en
cualquier parte del mundo, como lo mostró la Huelga General en la India que
movilizó entre doscientos y trescientos millones de trabajadores (la Huelga
General más grande de la historia de la que se tiene noticia) contra la
política económica del gobierno, la Huelga General en Francia contra la Reforma
Laboral o la lucha de la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la
Educación (CNTE) en México contra la Reforma Educativa, las tres en 2016, no
obstante el discurso posmoderno del fin
de la historia, el fin de las ideologías, el fin del Socialismo, del
proletariado y todas las proclamas conservadoras que pretendieron dibujar
la supremacía capitalista tras la caída del Muro de Berlín y la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas entre 1989 y 1991. La crisis financiera capitalista
que alcanzó su punto de quiebre en 2008 y que se encuentra lejos de ser reparada
en 2017[1], nos indica que en
realidad hemos entrado ya a la época del fin de la idea del fin de la historia.
4)
A estas contradicciones del Imperialismo actual se suman las de los
Estados-nación de gobiernos populistas con economías centralmente planificadas
o mixtas, en las que se permiten las inversiones extranjeras con restricciones como
en Rusia, China, Irán, Corea del Norte, Cuba, Venezuela, que constituyeron un
dique o muro de contención al Capitalismo expansionista durante el siglo XX y
que continúan impidiendo en bloque que éste ejerza el dominio cultural y la
explotación económica a nivel planetario en forma plena.
5) La acelerada producción mundial de fuerzas productivas (comunicaciones, infraestructura industrial e industria militar) con las que el Capitalismo pretende demostrar su supremacía, en realidad evidencia la dificultad de abrir nuevos mercados, por lo que la apuesta actual del sistema se concentra en el perfeccionamiento de la explotación, tanto a través del incremento en la productividad con soporte tecnológico, que permite la obtención de plusvalía relativa, principalmente en el área de los servicios, como de la utilización de esquemas flexibles que permiten la diversificación en la producción y el aumento considerable en la obtención de plusvalía absoluta (por jornada laboral), particularmente en la industria cosmética, manufacturera y textil, en las que se requiere mantener cautiva a una cantidad importante de fuerza de trabajo, pero desmovilizada políticamente (José Flores, comunicación personal).
5) La acelerada producción mundial de fuerzas productivas (comunicaciones, infraestructura industrial e industria militar) con las que el Capitalismo pretende demostrar su supremacía, en realidad evidencia la dificultad de abrir nuevos mercados, por lo que la apuesta actual del sistema se concentra en el perfeccionamiento de la explotación, tanto a través del incremento en la productividad con soporte tecnológico, que permite la obtención de plusvalía relativa, principalmente en el área de los servicios, como de la utilización de esquemas flexibles que permiten la diversificación en la producción y el aumento considerable en la obtención de plusvalía absoluta (por jornada laboral), particularmente en la industria cosmética, manufacturera y textil, en las que se requiere mantener cautiva a una cantidad importante de fuerza de trabajo, pero desmovilizada políticamente (José Flores, comunicación personal).
De esta manera, se ha
logrado imponer el Toyotismo, sistema flexible de producción que consiste en
fabricar pequeños volúmenes de diversos modelos a precios bajos, a diferencia
del Taylorismo y el Fordismo que promovían la estandarización y la uniformidad en
la producción de amplio volumen:
Al
mismo tiempo que el modelo Toyota y sus combinaciones se van aplicando en los
distintos países, se puede observar que también se van modificando las
estructuras políticas, económicas y jurídicas que conforman al Estado. El
discurso que, desde arriba, responsabiliza de la crisis del capitalismo al
Estado keynesiano —por su intervención como “regulador” de la economía y de la
relación capital-trabajo—, olvida que aquél fue una base decisiva para la
maximización de ganancias y el crecimiento del capital… para hacer funcionar el
modelo flexible de producción, los países se han apresurado a adoptar modelos
económicos neoliberales, funcionales a la economía de mercado. Con esa lógica
aparecen las reformas estructurales (“que el país necesita”, nos dicen
reiteradamente los de arriba): apertura comercial; privatización de empresas
públicas; reformas fiscales, laborales y al sistema de pensiones; retiro de subsidios
a la población y creciente disminución del gasto social. Se desvanecen las
bases que se sentaron para la “conciliación” de clases, también los derechos adquiridos
por la clase trabajadora: a la estabilidad en el empleo, a una jornada laboral
máxima, a recibir un salario igual por un trabajo igual, a participar en el reparto
de utilidades, a ser protegido contra los accidentes de trabajo, a organizarse
con los demás trabajadores, a ser protegido por la seguridad social. (Aguirre,
Bravo y Ramírez s/f: 49).
El
Toyotismo se combina con el outsourcing, que permite a las empresas controlar
la movilidad de la fuerza de trabajo:
El outsourcing o subcontratación es una figura jurídica y
fiscal en la que una empresa transfiere a otra el desarrollo de actividades
estratégicas o especializadas que le corresponden originalmente a la primera
con la finalidad de reducir sus costos; en términos políticos, forma parte de
una estrategia que tiene como propósito lograr un mayor control de los
trabajadores y sindicatos. En México, desde la década de 1980 el outsourcing o
subcontratación se convirtió en una estrategia empresarial de organización y
gestión del trabajo que fue ganando terreno, primero, en las tiendas de
autoservicio y de comida rápida, posteriormente en las maquiladoras y ahora
–con la aprobación de la Reforma Laboral en el 2013- en muchas empresas que
buscan: a) reducir sus costos disminuyendo el pago de diversas obligaciones de
tipo fiscal, laboral y en materia de seguridad social, b) un mayor
disciplinamiento de las y los trabajadores y c) la disminución sino es que la
eliminación de los sindicatos (Martínez 2014).
Estos
modelos de organización del trabajo permiten aumentar la productividad y
extraer mayor cuota de plusvalía a los trabajadores, pero no garantiza la
reproducción de sus condiciones de vida, llevando a la clase trabajadora a incursionar en la esfera de la superexplotación
y la precariedad permanente.
No obstante su relativo predominio, el Capitalismo no ha podido evitar ser devorado por sucesivas crisis y recesiones económicas. La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos en 2017, confirma la decadencia del Imperialismo norteamericano que en los últimos 30 años, no logró controlar el Medio Oriente, ni desestabilizar a la burguesía burocrática rusa, ni provocar la enemistad entre Rusia y China[2]. Todo lo contrario, actualmente Rusia, China, Irán, Siria y Corea del Norte han afianzado sus relaciones militares y comerciales. En cambio Estados Unidos asistió al sepelio de su industria nacional, que es la que invoca hipócritamente Trump, con el fin de legitimar entre la población norteamericana, medidas económicas y militares de mayor dureza, necesarias para intentar imponer el dominio imperialista en aquellas regiones del mundo que impiden la expansión de los mercados.
¿Es
esta imposibilidad del Capitalismo por continuar expandiéndose el preámbulo del
fin del Capitalismo?
La
lucha por el Socialismo del siglo pasado nos advierte que el fin del
Capitalismo también puede significar el fin de la humanidad. Una enseñanza
importante de las derrotas pasadas es que no existe garantía de que podamos
triunfar sobre el Capitalismo e instaurar un sistema equitativo y justo. En el
camino podemos perder todo. Basta recordar que el tigre nunca es más peligroso
que cuando se encuentra herido y el Imperialismo puede hundirnos a todos en un
holocausto nuclear irreparable.
Aprendimos
el siglo pasado que la historia no es lineal, ni avanza hacia el progreso como
se lo imaginó el Stalinismo. No hay sociedades que vayan formadas en hilera
esperando su turno para la civilización y el Socialismo; tampoco hay escalones
evolutivos que se vayan escalando hasta llegar al pináculo de la humanidad en
donde nos espera el paraíso terrenal de los trabajadores, donde no habrá más
contradicciones sociales y los seres humanos podremos vivir en paz y armonía
mundial. No hay una fatalidad histórica que nos garantice que irremediablemente
transitaremos del Capitalismo al Socialismo, mañana o en 100 años. Así que el
futuro depende de lo que logremos construir en nuestra época.
El
Socialismo y el Comunismo son ideales que nos permiten ubicar un objetivo
histórico, pero jamás serán sociedades perfectas, porque la realidad material es
contradictoria y continuamente cambia de posición, es decir, se encuentra en
movimiento constante o dialéctico. Así, que aunque el Comunismo se instaure en
el mundo, sus contradicciones estarán allí, esperando para tomar su turno,
señalándonos la necesidad de cuidar lo socialmente alcanzado.
Del
siglo XX también debemos aprender que el Socialismo no puede germinar en un
solo país. Si acaso, puede constituirse como contradicción interna al
Imperialismo, pero para poder consolidarse debe trascender los límites del
Estado-nación y promover la lucha internacionalista. De otra forma, el
Capitalismo llevará siempre la iniciativa, aislando los intentos
revolucionarios, hasta desdibujarlos como ocurrió con el bloque de países del
Este y como puede ocurrir con Venezuela, Bolivia y Cuba, si no se despliega la
lucha socialista por todo el continente americano.
La
Revolución Soviética, impulsada por las masas obreras y campesinas en alianza
con un sector de la pequeño-burguesía intelectual tuvieron en su momento, dos
escenarios posibles: consolidar los soviets o consejos de obreros y campesinos,
y promover la Revolución a nivel mundial o lo que finalmente sucedió:
desarrollar una Revolución industrial burguesa dirigida por la burocracia
estatal, que instauró un férreo control de la producción, realizó purgas
políticas al interior del Partido Comunista y desmanteló cualquier brote de crítica
y oposición en el país, aunque en el discurso, se presentaba como garante del
Socialismo Soviético.
Cabe
señalar, que el Socialismo deberá ser un gobierno de y para los trabajadores,
tanto del campo como de la ciudad, que se manifestará a través de sus propias organizaciones.
Este sistema social tendrá que ser muy respetuoso de las diferencias étnicas de
los pueblos, que es donde radica la riqueza cultural de la humanidad. Las
autonomías étnicas en América Latina son aliadas de las luchas por el
Socialismo, debido a que en el camino han logrado desprenderse de los agentes
del Estado burgués como los partidos políticos oficiales, los presidentes
municipales, regidores, grupos paramilitares, talamontes o bandas del
narcotráfico y de relaciones de explotación como la jornada laboral en el campo
y el intermediarismo en la mercantilización de su producción.
En el Socialismo, el recurso de la fuerza sólo deberá ser dirigido a los enemigos de clase: los burgueses y todo su aparato de explotación, opresión y violencia; y a la contrarrevolución. Y una vez que hayan sido expropiados sus privilegios económicos, tendrán que trabajar en algún sector de la producción, como los demás miembros de la sociedad.
Para
llevar a cabo las tareas de la Revolución, es necesario contar con una teoría revolucionaria
que nos permita dirigir la praxis política de manera profesional y consistente.
La teoría social marxista, es un instrumento de análisis adecuado para explicar
la estructura y dinámica del Capitalismo. Sus conceptos y categorías expresan
los procesos y conexiones históricas que este modo de producción ha
desarrollado a través de 500 años de existencia. Pero no se trata de una
posición teórica acabada a la que no se le puedan integrar o reformular
conceptos. Su fortaleza radica en que puede abstraer relaciones sociales a
distintos niveles, sin perder la noción de la totalidad histórica.
El
marxismo es también una herramienta de lucha contra la explotación económica,
la opresión política y para la organización de los trabajadores a nivel mundial
en clase para sí.
Mientras exista explotación del trabajo la lucha de clases continuará manifestándose a través de sucesivos conflictos sociales, con sus correspondientes triunfos y derrotas. Las luchas decisivas sólo podrán ganarse con análisis y organización política, trabajo profesional de los militantes proletarios, consistentes aparatos de prensa y propaganda obrera, amplias alianzas políticas y solidaridad entre las organizaciones obreras y campesinas con los sectores progresistas de la pequeña burguesía y las fuerzas armadas.
Mientras exista explotación del trabajo la lucha de clases continuará manifestándose a través de sucesivos conflictos sociales, con sus correspondientes triunfos y derrotas. Las luchas decisivas sólo podrán ganarse con análisis y organización política, trabajo profesional de los militantes proletarios, consistentes aparatos de prensa y propaganda obrera, amplias alianzas políticas y solidaridad entre las organizaciones obreras y campesinas con los sectores progresistas de la pequeña burguesía y las fuerzas armadas.
Más
de 25 años sin discutir ampliamente los proyectos de sociedad que deben
sustituir al Capitalismo, nos ha conducido a la llana resistencia cultural y
política, a ser anticapitalistas sin proyecto a futuro, al economicismo, al
pragmatismo, al espontaneísmo, al empirismo y hasta el nihilismo posmoderno. A
la precariedad y la derrota permanente.
Para
cambiar el mundo, primero hay que imaginarlo.
BIBLIOGRAFÍA
MARTÍNEZ DE ITA, María Eugenia
2014 La cátedra para jóvenes investigadores o de cómo CONACYT está impulsando el "outsourcing" académico, Benemerita Universidad Autónoma de Puebla, Vicerrectoría de Investigación y Estudios de Posgrado, Foro Consultivo de Reglamentación de la Investigación y Posgrado, Metepec, Puebla, 24-26 de abril.
AGUIRRE, Beatriz, Sara Bravo y Alejandra
Ramírez
S/f La aceleración de la pesadilla en el
trabajo: toyotismo o modelo flexible de producción, Rebeldía, no. 71, pp. 46-58,
Documento electrónico: http://revistarebeldia.org/revistas/numero71/09toyotismo.pdf
[1] Con una extrema polarización global en que el 80% de
la humanidad cuenta con el 5% de la riqueza mundial, mientras que el 20% de la
humanidad tiene el 95% de la riqueza; con una sobreacumulación de capital que
no tiene cómo ni dónde ser invertido, al agotarse los mercados internacionales
para la puesta en circulación de dicho capital y la imposibilidad del sistema
de abrir nuevos mercados como lo planteó William Robinson en este mismo Foro.
Podemos añadir que se abre un periodo de revolución social cuando deja de haber
correspondencia entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de
producción. En esta época, observamos que la producción incesante de fuerzas
productivas no está destinada a resolver los problemas más apremiantes que
enfrenta la humanidad como el abatimiento de la contaminación y la degradación
de los ecosistemas, la promoción del empleo, salud, educación, vivienda, seguridad,
sino que está dedicada a incrementar la productividad y por lo tanto a
acrecentar los capitales trasnacionales.
[2] Hostigando militar y políticamente a Rusia,
mientras promovía relaciones económicas con China, aun cuando ambos constituyen
rivales en la geopolítica internacional.