Víctor Manuel Ovalle Hernández
La guerra
contemporánea es económica, política, mediática y militar. De esta forma, la
población mundial del siglo XXI, ha padecido la guerra -en diferentes niveles e
intensidades- entre bloques de poderes financieros-empresariales y militares que
controlan diversos países de Oriente y Occidente desde la desaparición de los
denominados países socialistas en la década de 1990.
Prueba de ello
es la persistencia de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) por
expandir y perfeccionar sus estrategias, mecanismos, capacidades, y arsenales
militares. La OTAN fue fundada en 1949 con el objetivo de que sus países
miembros se defendieran mutuamente en caso de que alguno de ellos fuera atacado
militarmente. Quedaba claro que el enemigo eran los países denominados
socialistas, por lo que el mundo quedó dividido en dos grandes bloques
disputándose así la hegemonía global. Pero al desmembrarse el Pacto de Varsovia,
lo deseable era iniciar el desarme de las naciones que habían pertenecido a uno
u otro bloque militar, comprometerse con la paz, la estabilidad y la
cooperación mundiales, y con la desarticulación paulatina de la Alianza Atlántica.
No obstante, la lógica imperialista funciona en forma diferente: la OTAN no
desapareció como debió haber sucedido, sino que incluso creció, con la adhesión
de algunos países, anteriormente enemigos: Polonia, Hungría y la República
Checa.[1]
El Imperialismo occidental se preparó para afianzar su dominio en todo el
planeta, definiendo “las nuevas amenazas globales”, creadas y alentadas por las
mismas potencias occidentales, como el terrorismo, la proliferación nuclear y
los ciberataques; aunque el objetivo no declarado era detener –militarmente si
fuera necesario- el ascenso de los nuevos poderes financieros globales
asentados principalmente en Rusia y
China. Por ello, la Federación Rusa fue ignorada por Occidente cuando manifestó
su deseo de pertenecer a la OTAN y a la Unión Europea en el año 2000. Con estos
hechos, la OTAN reafirmaba su papel de policía militar del Capitalismo
financiero-empresarial de Occidente.
La invasión de
Rusia a Ucrania iniciada el 24 de febrero de 2022, constituye un capítulo
adicional de la confrontación irreconciliable entre los poderes globales.[2]
Estados Unidos y la OTAN pretenden tener un aliado militar en la frontera con
Rusia y han apoyado política, económica y militarmente al gobierno ucraniano
para fortalecerse y someter a la población rusa del sureste del país, que en
febrero de este año, proclamaron la independencia de las repúblicas de Donetsk
y Lugansk, con el reconocimiento inmediato del régimen de Vladimir Putin.
Una cantidad
importante de países que giran en la orbita de Occidente han manifestado su
repudio a Rusia y han ofrecido apoyo económico, político y militar a Ucrania.
Asimismo, han acordado imponer varios paquetes de sanciones económicas a Rusia,
como restringir sus importaciones y exportaciones de mercancías con la Unión
Europea (incluye petróleo crudo y productos petrolíferos refinados, carbón y
otros combustibles fósiles rusos); inmovilizar las cuentas bancarias de
funcionarios y empresarios ligados al régimen ruso y la prohibición de viajar
por la Unión Europea; la prohibición a las compañías aéreas rusas de sobrevolar
el espacio aéreo y aterrizar en los aeropuertos de la Unión Europea además de
cerrar sus puertos a la flota comercial rusa; la cancelación de todas las
operaciones con el Banco Central Nacional de Rusia, inmovilizando más de la
mitad de las reservas rusas almacenadas en bancos centrales e instituciones
privadas del extranjero, sanciones que están dirigidas a generar inestabilidad
en el tipo de cambio de su moneda. Varias de estas medidas han sido también asumidas por Canadá, Estados
Unidos y el Reino Unido. Con estas sanciones, los capitalistas financieros
occidentales pretenden debilitar la economía rusa, y hacer inviable el gasto
militar en Ucrania.
En otro frente de batalla -el ideológico[3]- los medios occidentales de difusión masiva están dedicados a convencer a su opinión pública que el mal ha sido encarnado por “un maléfico y demente dictador”: Vladimir Putin, quien no ha tenido escrúpulos para invadir un país soberano y democrático, bombardeando y “masacrando” a la población civil; destruyendo la infraestructura urbana ucraniana y poniendo en peligro la supuesta democracia y la paz mundial. En sentido inverso, Occidente promueve la imagen del presidente ucraniano: Volodimir Zelenski, como la de un “héroe nacional” o de un “héroe global”, un “defensor de la democracia”, “por su valentía y coraje ante la invasión rusa”, que “resiste” estoicamente desde Kiev, la capital ucraniana y hasta se da tiempo para realizar videoconferencias y “conmover” con sus habilidades histriónicas a los parlamentos de los países miembros de la OTAN, aunque el Kremlin no se ha fijado el objetivo de derrocarlo.
Se dice entonces que en este país atacado ha surgido "la resistencia patriota" de un pueblo que resiste ante la brutal y desmedida invasión y que ha impedido que el ejército ruso tome las principales ciudades ucranianas, e incluso, que lo han hecho retroceder en varias regiones, aunque -como puede observarse-, la operación militar de Rusia no pretende invadir al país vecino,[4] sino controlar las zonas del sureste ucraniano consideradas estratégicas para su seguridad militar, como la región de Donbás, Zaporiyia, la mayor central nuclear de Europa, tomada por las fuerzas militares rusas en marzo pasado y la península de Crimea, sede de la flota del Mar Negro.
De esta manera,
los golpes asestados a la infraestructura militar ucraniana cumplen con este
objetivo. Es claro que Rusia busca imponer un acuerdo de paz en el que además
de garantizar que Ucrania no ingrese a la OTAN, pueda mantener el control
territorial y político de las repúblicas de Donetsk y Lugansk, autoproclamadas
independientes y de la península de Crimea, anexada en 2014 por la potencia
asiática. Rusia tiene capacidad para combatir en varios frentes de batalla a
nivel mundial, por lo que pensar que la resistencia ucraniana puede derrotar al
ejército ruso no deja de ser una intrépida fantasía.
A ocho meses de
iniciada la operación militar, Occidente asegura que más de 5 millones de
personas han tenido que huir de sus hogares en Ucrania y circulan decenas de
vídeos que ofrecen “testimonios desgarradores” de la “brutalidad” rusa. Estados
Unidos y la Unión Europea manipulan la información, para impactar
emocionalmente a sus receptores y apelan a los nacionalismos para enconar el
odio contra Rusia. Hipocresía extrema, en particular del imperialismo
norteamericano, quien ha bombardeado e invadido naciones regularmente, por lo que
tiene responsabilidad en el asesinato de más de 20 millones de personas, en 37 países, desde 1945, al final
de la Segunda Guerra Mundial.
La propaganda
occidental evade comentar que el gobierno liberal ucraniano encabezado por Zelenski, ha sido condescendiente con las milicias extremistas
neonazis que operan en ese país, sosteniendo el financiamiento y la entrega de
armas e inmuebles a estos grupos ultraderechistas para que realicen sus actividades
de adoctrinamiento y reclutamiento. Algunas de estos grupos se han integrado al
ejército como el Batallón Azov, el Batallón Donbás; y otras como Aydar, La
Misanthropic Division, el Dnipro-1, el Batallón Batkivshchyna, National Corps y
la Unidad Tornado operan como grupos paramilitares. Todos ellos, grupos de
extrema derecha: ultranacionalistas, supremacistas blancos, homofóbicos, misóginos,
antisemitas y antirrusos. Pugnan por la integración de Ucrania a la Unión
Europea. Tienen sus antecedentes desde la Segunda Guerra Mundial en la que colaboraron
con los alemanes y asesinaron a miles de judíos en territorio ucraniano. Resurgieron
a raíz de los disturbios y las protestas multitudinarias en contra del gobierno
proruso de Viktor Yanukóvich, quien suspendió el proceso de preparación para la
firma de un Acuerdo de
Asociación y un Acuerdo de Libre Comercio con la Unión
Europea (UE), prefiriendo mantener relaciones económicas con Rusia y los
países de la Comunidad de Estados Independientes.
Fue finalmente derrocado por la oposición derechista, con el apoyo y
beneplácito de Estados Unidos y la Unión Europea en 2014.
Estas milicias
neonazis se han sumado al hostigamiento permanente que realizan las fuerzas
regulares ucranianas, bombardeando y atacando militarmente las posiciones civiles
y militares en la región de Donbás, causando miles de muertos entre la población étnica
rusa y violando con ello los acuerdos de Minsk, firmados entre Ucrania, la
Federación Rusa, la República Popular de Donetsk y la República Popular de Lugansk, con el
auspicio de la Organización
para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), que debían poner fin a la
guerra desde 2014.
La maquinaria
propagandística delineada en los círculos intelectuales del Capitalismo
financiero occidental, es promovida por los principales corporaciones
trasnacionales de noticias y entretenimiento audiovisual e impreso como Comcast
Corporation, 21st Century Fox, Viacom y
CBS; las principales cadenas de noticias por televisión las 24 horas como MSNBC,
Fox y la CNN; y los principales diarios impresos como el New York Times y el Whashington
Post, quienes distribuyen dicho discurso de odio para ser reproducido
masivamente por las cadenas locales en decenas de países. A este hecho se debe
añadir el silenciamiento de la versión rusa del conflicto, con lo cual la
manipulación mediática se vuelve más efectiva.
El objetivo de
esta campaña es aislar políticamente a Rusia del mundo, promover la oposición
interna en ese país y subordinarla al Imperialismo occidental.
Al inicio del
nuevo milenio somos testigos de la obtención de la hegemonía mundial de dos
nuevas potencias económico-militares: Rusia y China. Esto significa, el
desplazamiento del eje económico-imperialista, de Occidente hacia Oriente y por
lo tanto, el desmembramiento y colapso de la sociedad, economía, política y
cultura norteamericanas: la retirada vergonzosa de Afganistán, la excesiva
mortandad por la pandemia de la Covid-19, la continua violencia interna y la
crónica recesión económica que padecen los Estados Unidos son algunos de los síntomas
de este declive. La crisis civilizatoria que ha generado el imperialismo
norteamericano le impide razonar que si enfrenta sin distinción a las dos
nuevas potencias, sólo logrará unificarlas en un bloque más sólido.
La recesión económica
mundial de 2020, la pandemia de la covid-19, 2020-2022 y la guerra en Ucrania de
2022, forman parte de un mismo proceso de crisis sistémica mundial, debido a la
incapacidad del Capitalismo financiero occidental de seguir expandiéndose y
movilizar billones de dólares estancados en un mercado mundial acotado por los
dos bloques de poderes financieros globales que rivalizan, se tensan y se
lastiman mutuamente, por lo que la recesión económica los paralizó momentáneamente;
la pandemia terminó de tirar la economía para ser levantada posteriormente por
los mismos monopolios económicos internacionales, quienes han obtenidos grandes
beneficios económicos en el camino, y de paso, se han deshecho de la mayor cantidad
posible de competencia; y la guerra imperialista promovida por Estados Unidos y
la OTAN contra Rusia pretende asimilar y subordinar al Capitalismo financiero
de Oriente, el cual, no sólo reivindica su razón de existir, sino que proclama ya
su predominancia a nivel mundial.
[1] La Alianza inició su trayectoria con 12
miembros de Norteamérica y Europa (Estados Unidos, Canadá, Francia, Italia,
Bélgica, Dinamarca, Islandia, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Portugal y
Reino Unido) y actualmente cuenta con 28 naciones.
[2] Otro capítulo importante fue el intento
occidental de promover el derrocamiento del gobierno de Siria.
[3] Entendemos ideología como el conjunto de
ideas, nociones y valores promovidos desde el poder económico y político. Son
implantados en la población a través de sus aparatos ideológicos como la
Escuela, los medios de difusión masiva, el Estado, las iglesias y sus
intelectuales orgánicos, que ocultan y distraen a la población trabajadora de
la explotación económica, contribuyen a preservar el sistema social y mantener intocables
la propiedad de los medios sociales de producción y la acumulación constante de
capitales.
[4] En la mañana del 24 de febrero de 2022, el presidente ruso Vladimir Putin anunció que estaba llevando a cabo una "operación militar especial" en el Donbás y no una invasión a Ucrania. Ésta sería muy costosa, política, económicamente y en vidas humanas, debido a que el ejército ruso tendría que lidiar con poblaciones hostiles a su presencia, como le sucedió en Afganistán a la desaparecida Unión Soviética.