Víctor Manuel Ovalle Hernández
En la Escuela Nacional
de Antropología e Historia (ENAH) de México, se cancelaron más de 70 materias
optativas en el semestre 2021-1, siendo ésta una medida infame, que dejó fuera de la planta docente a un número
considerable de profesores de asignatura, quienes no cuentan con base y deben
firmar contratos cada seis meses. Pero esta medida lastima también las
aspiraciones de los estudiantes por cursar materias de su interés que no
aparecen en los programa de estudios. El argumento utilizado por la
administración del Dr. Hilario Topete, es que no hay presupuesto suficiente
para pagarle a los maestros.
Pero el
problema no son los recortes al presupuesto del sector cultura que ha
implementado el gobierno federal; el dilema fundamental se oculta en la interrogante:
¿por qué le reducen el presupuesto a las disciplinas antropológicas? Es decir,
el problema no es que el Estado reduzca el presupuesto, sino ¿por qué lo reduce?
Si revisamos
la historia reciente de la ENAH
nos daremos cuenta que el padecer un presupuesto insuficiente
coincide con dos hechos históricos de los años 1980’s: a) el crecimiento de la
matricula estudiantil y del profesorado de asignatura, posterior al traslado de
la ENAH, del
Museo de Antropología a Cuicuilco, donde se localiza actualmente y b) la
imposición de la política neoliberal que le arranca al Estado nacional la
conducción de la economía para otorgársela a las empresas trasnacionales e
imperialistas.
La
antropología, la arqueología y demás disciplinas antropológicas gozaron de
mucho prestigio durante la época cardenista y posterior a ella (1934-1982); la
antropología, fue una practica de avanzada (junto con la educación normalista)
para integrar a las comunidades étnico-campesinas de regiones diversas y
tradiciones distintas a un proyecto de nación capitalista, que trasladaba el
centro económico del campo a las ciudades. Por su parte, la arqueología tuvo
una doble utilidad: estructurar el discurso de que la joven nación era el
resultado de un pasado glorioso que se iniciaba con los olmecas, los mayas y
los aztecas; pasaba por las luchas de Independencia, de resistencia a las
invasiones imperialistas del siglo XIX, la Revolución campesina
del siglo XX y finalmente descansaba triunfante en el régimen del Partido de
Estado: el PRI; una visión romántica de evolucionismo cultural, que legitimaba al
Estado nacional capitalista; la arqueología también contribuyó a atraer divisas
a nuestro país, habilitando zonas arqueológicas y museos como Teotihuacan,
Cholula, Templo Mayor, Palenque y el Museo Nacional de Antropología, que se
convertirían en sitios imprescindibles para los visitantes extranjeros, que
hacían posible el impulso de una naciente industria turística en nuestro país.
En resumen,
las ciencias antropológicas contribuyeron a estructurar el discurso
nacionalista que legitimó al Estado ante los trabajadores del campo y la
ciudad; y también aportaron su práctica para atraer capitales del extranjero. Y
aunque en esta época, no gozaron de un presupuesto oneroso, el Estado no se
desentendió de su compromiso de sostenerlas.
Pero en los
años 1980’s, con el arribo del Neoliberalismo, se empezó a privilegiar el uso
de la economía y la estadística para planificar, estructurar, enfrentar y resolver
los problemas sociales, que antes eran atendidos por antropólogos, sociólogos,
abogados y políticos. Es entonces que la antropología es desplazada y
desatendida por el Estado. La arqueología continúo siendo una herramienta –aunque
muy limitada- para atraer divisas.
En este
escenario de predominio de la globalización imperialista, la ENAH empezó a padecer los
embates de uno de los mecanismos neoliberales más arteros: los recortes al
gasto público.
Durante la
denominada “década perdida”, el Autogobierno de la ENAH –en el que el director
se elegía por voto directo y secreto y la Asamblea General
de estudiantes, profesores y trabajadores era el máximo órgano de decisión-
tuvo que lidiar con la avanzada política modernizadora, que pretendía
despolitizar y desmovilizar a la
Escuela, pero también con un presupuesto muy limitado que mantenía
–ya desde entonces- el deterioro permanente de sus instalaciones: salones de
clase, biblioteca, etc., e impedía realizar sus tareas sustantivas de
investigación, docencia y divulgación. Era común en esa época que el INAH no
entregara a tiempo el presupuesto y que los pagos se atrasaran a los profesores
de asignatura y a los coordinadores de licenciaturas –hoy denominados, jefes de
carrera-.
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El golpe final
al Autogobierno llegó con la imposición en 1993, del actual Reglamento General,
que desapareció la elección democrática del director, también a la Asamblea General
y fortaleció la estructura burocrática para controlar políticamente a la ENAH: la burocracia administrativa
dócil a los dictados de la Dirección General
del INAH, encabezada por el director y los jefes de departamento; y la
burocracia académica improductiva, en el que varios profesores de
tiempo-completo, instauraron cacicazgos inamovibles, tanto en las licenciaturas
como en el posgrado, sirviéndose de los pocos privilegios con los que aun
cuenta la
Escuela. Intelectuales orgánicos, quienes se han dedicado a
promover que la ENAH
no crezca, y que por lo tanto, su demanda presupuestal sea mínima; y a mantener
el control político de la
Escuela, impidiendo y socavando los intentos democratizadores, impulsados
por los sectores mayoritarios: profesores de asignatura, estudiantes y
trabajadores técnicos y administrativos.
Esta
burocracia parasitaria es la que ha impedido que se realicen reformas que
promuevan la revitalización académica y democrática de la Escuela –atrincherados en
el Consejo Técnico, el cual manipulan- y que han aceptado sumisamente los
últimos recortes promovidos por el poder ejecutivo, aprobados por el
legislativo y la Secretaría
de Hacienda, implementados por la Dirección General del INAH a través de su
departamento de Recursos Humanos y acatados sumisamente por la Dirección de la ENAH.
Se empieza
entonces a volver realidad el desmantelamiento de la ENAH, entendido éste, no como
la desaparición de la Escuela,
sino como su transformación en una institución federal de pequeñas dimensiones
–que no vuelva a crecer como en los años 60´s y 70`s del siglo pasado-,
manejable presupuestariamente, pero sobre todo, despolitizada: alejada de los
problemas nacionales y las luchas sociales; pero con un perfil de egreso que
alcance los más altos estándares de calidad y eficiencia en el manejo de las
técnicas y procedimientos de las ciencias sociales aplicadas, como lo señalan
las instituciones globales financieras: el Banco Mundial (BM), El Fondo Monetario
Internacional (FMI) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
No obstante,
hasta ahora, este ímpetu institucional por despolitizar y desmovilizar la
práctica académica, ha tenido una resistencia férrea por parte de la Asamblea General
a través de los últimos 50 años, lo cual ha generado que en esta Escuela se
cultive el pensamiento crítico con relación al Estado: se critiquen sus
políticas injerencistas en las comunidades étnico-campesinas; y la utilización
del patrimonio histórico-arqueológico como propaganda ideológica-política y
como fuente importante de divisas turísticas.
¿Será posible
este desmantelamiento? La Asamblea General
de estudiantes, profesores y trabajadores tiene ante sí una tarea urgente:
generar el programa político-académico del sector democrático, que deberá
enfrentar al proyecto neoliberal enquistado en nuestra Escuela.
El programa
democrático deberá incluir definiciones generales sobre el quehacer
antropológico: ¿Qué es la
Antropología? ¿Para qué sirve y a quienes debe beneficiar?
¿Cómo debe ser la formación de los futuros antropólogos? ¿Cuál debe ser el
perfil del antropólogo contemporáneo? ¿Cómo debe ser la vinculación entre las
diferentes licenciaturas y los posgrados? ¿Cómo debe ser la vinculación laboral
entre la ENAH y
el INAH? ¿Cómo debe ser su estructura orgánica (administrativa, de gobierno y
académica) y su relación con el INAH?
Rescatar la
memoria histórica de las luchas por la democratización interna y la documentación
sobre el pensamiento crítico desarrollado en nuestra institución.
¿Qué proyectos
de antropología se han confrontado en nuestra Escuela?
¿Qué prácticas
podemos retomar de la tradición académico-política de la Escuela que puedan
fortalecerla?
Se puede tener
la razón para una lucha, pero si no se concretiza en un programa
académico-político de largo plazo, el movimiento llegará a su clímax y empezará
a diluirse, como ha sucedido varias ocasiones en nuestra Escuela. Los
movimientos que han logrado mantenerse a través de décadas en nuestro país, es
porque han sabido construir y defender un proyecto alternativo al que sostienen
las autoridades federales, como es el caso de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), con más de 80 años
de existencia; la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE)
y el Sindicato Independiente de Trabajadores de la Universidad Autónoma Metropolitana (SITUAM), con más de 40 años de lucha.
La Asamblea General de la ENAH tiene entonces la
palabra…
Asamblea General de la ENAH decide realizar un Paro total de 72 hrs., en apoyo al magisterio democrático de la CNTE, el 17 de septiembre de 2013.