martes, 23 de marzo de 2021

La ENAH asediada



Víctor Manuel Ovalle Hernández 


En la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) de México, se cancelaron más de 70 materias optativas en el semestre 2021-1, siendo ésta una medida infame, que dejó fuera de la planta docente a un número considerable de profesores de asignatura, quienes no cuentan con base y deben firmar contratos cada seis meses. Pero esta medida lastima también las aspiraciones de los estudiantes por cursar materias de su interés que no aparecen en los programa de estudios. El argumento utilizado por la administración del Dr. Hilario Topete, es que no hay presupuesto suficiente para pagarle a los maestros.

 

Pero el problema no son los recortes al presupuesto del sector cultura que ha implementado el gobierno federal; el dilema fundamental se oculta en la interrogante: ¿por qué le reducen el presupuesto a las disciplinas antropológicas? Es decir, el problema no es que el Estado reduzca el presupuesto, sino ¿por qué lo reduce?

 

Si revisamos la historia reciente de la ENAH nos daremos cuenta que el padecer un presupuesto insuficiente coincide con dos hechos históricos de los años 1980’s: a) el crecimiento de la matricula estudiantil y del profesorado de asignatura, posterior al traslado de la ENAH, del Museo de Antropología a Cuicuilco, donde se localiza actualmente y b) la imposición de la política neoliberal que le arranca al Estado nacional la conducción de la economía para otorgársela a las empresas trasnacionales e imperialistas.

 

La antropología, la arqueología y demás disciplinas antropológicas gozaron de mucho prestigio durante la época cardenista y posterior a ella (1934-1982); la antropología, fue una practica de avanzada (junto con la educación normalista) para integrar a las comunidades étnico-campesinas de regiones diversas y tradiciones distintas a un proyecto de nación capitalista, que trasladaba el centro económico del campo a las ciudades. Por su parte, la arqueología tuvo una doble utilidad: estructurar el discurso de que la joven nación era el resultado de un pasado glorioso que se iniciaba con los olmecas, los mayas y los aztecas; pasaba por las luchas de Independencia, de resistencia a las invasiones imperialistas del siglo XIX, la Revolución campesina del siglo XX y finalmente descansaba triunfante en el régimen del Partido de Estado: el PRI; una visión romántica de evolucionismo cultural, que legitimaba al Estado nacional capitalista; la arqueología también contribuyó a atraer divisas a nuestro país, habilitando zonas arqueológicas y museos como Teotihuacan, Cholula, Templo Mayor, Palenque y el Museo Nacional de Antropología, que se convertirían en sitios imprescindibles para los visitantes extranjeros, que hacían posible el impulso de una naciente industria turística en nuestro país.

 

En resumen, las ciencias antropológicas contribuyeron a estructurar el discurso nacionalista que legitimó al Estado ante los trabajadores del campo y la ciudad; y también aportaron su práctica para atraer capitales del extranjero. Y aunque en esta época, no gozaron de un presupuesto oneroso, el Estado no se desentendió de su compromiso de sostenerlas. 

 

Pero en los años 1980’s, con el arribo del Neoliberalismo, se empezó a privilegiar el uso de la economía y la estadística para planificar, estructurar, enfrentar y resolver los problemas sociales, que antes eran atendidos por antropólogos, sociólogos, abogados y políticos. Es entonces que la antropología es desplazada y desatendida por el Estado. La arqueología continúo siendo una herramienta –aunque muy limitada- para atraer divisas.

 

En este escenario de predominio de la globalización imperialista, la ENAH empezó a padecer los embates de uno de los mecanismos neoliberales más arteros: los recortes al gasto público.

 

Durante la denominada “década perdida”, el Autogobierno de la ENAH –en el que el director se elegía por voto directo y secreto y la Asamblea General de estudiantes, profesores y trabajadores era el máximo órgano de decisión- tuvo que lidiar con la avanzada política modernizadora, que pretendía despolitizar y desmovilizar a la Escuela, pero también con un presupuesto muy limitado que mantenía –ya desde entonces- el deterioro permanente de sus instalaciones: salones de clase, biblioteca, etc., e impedía realizar sus tareas sustantivas de investigación, docencia y divulgación. Era común en esa época que el INAH no entregara a tiempo el presupuesto y que los pagos se atrasaran a los profesores de asignatura y a los coordinadores de licenciaturas –hoy denominados, jefes de carrera-.

 


El golpe final al Autogobierno llegó con la imposición en 1993, del actual Reglamento General, que desapareció la elección democrática del director, también a la Asamblea General y fortaleció la estructura burocrática para controlar políticamente a la ENAH: la burocracia administrativa dócil a los dictados de la Dirección General del INAH, encabezada por el director y los jefes de departamento; y la burocracia académica improductiva, en el que varios profesores de tiempo-completo, instauraron cacicazgos inamovibles, tanto en las licenciaturas como en el posgrado, sirviéndose de los pocos privilegios con los que aun cuenta la Escuela. Intelectuales orgánicos, quienes se han dedicado a promover que la ENAH no crezca, y que por lo tanto, su demanda presupuestal sea mínima; y a mantener el control político de la Escuela, impidiendo y socavando los intentos democratizadores, impulsados por los sectores mayoritarios: profesores de asignatura, estudiantes y trabajadores técnicos y administrativos.

 

Esta burocracia parasitaria es la que ha impedido que se realicen reformas que promuevan la revitalización académica y democrática de la Escuela –atrincherados en el Consejo Técnico, el cual manipulan- y que han aceptado sumisamente los últimos recortes promovidos por el poder ejecutivo, aprobados por el legislativo y la Secretaría de Hacienda, implementados por la Dirección General del INAH a través de su departamento de Recursos Humanos y acatados sumisamente por la Dirección de la ENAH.

 

Se empieza entonces a volver realidad el desmantelamiento de la ENAH, entendido éste, no como la desaparición de la Escuela, sino como su transformación en una institución federal de pequeñas dimensiones –que no vuelva a crecer como en los años 60´s y 70`s del siglo pasado-, manejable presupuestariamente, pero sobre todo, despolitizada: alejada de los problemas nacionales y las luchas sociales; pero con un perfil de egreso que alcance los más altos estándares de calidad y eficiencia en el manejo de las técnicas y procedimientos de las ciencias sociales aplicadas, como lo señalan las instituciones globales financieras: el Banco Mundial (BM), El Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

 

No obstante, hasta ahora, este ímpetu institucional por despolitizar y desmovilizar la práctica académica, ha tenido una resistencia férrea por parte de la Asamblea General a través de los últimos 50 años, lo cual ha generado que en esta Escuela se cultive el pensamiento crítico con relación al Estado: se critiquen sus políticas injerencistas en las comunidades étnico-campesinas; y la utilización del patrimonio histórico-arqueológico como propaganda ideológica-política y como fuente importante de divisas turísticas.

 

¿Será posible este desmantelamiento? La Asamblea General de estudiantes, profesores y trabajadores tiene ante sí una tarea urgente: generar el programa político-académico del sector democrático, que deberá enfrentar al proyecto neoliberal enquistado en nuestra Escuela.

 

El programa democrático deberá incluir definiciones generales sobre el quehacer antropológico: ¿Qué es la Antropología? ¿Para qué sirve y a quienes debe beneficiar? ¿Cómo debe ser la formación de los futuros antropólogos? ¿Cuál debe ser el perfil del antropólogo contemporáneo? ¿Cómo debe ser la vinculación entre las diferentes licenciaturas y los posgrados? ¿Cómo debe ser la vinculación laboral entre la ENAH y el INAH? ¿Cómo debe ser su estructura orgánica (administrativa, de gobierno y académica) y su relación con el INAH?

 

Rescatar la memoria histórica de las luchas por la democratización interna y la documentación sobre el pensamiento crítico desarrollado en nuestra institución. 

 

¿Qué proyectos de antropología se han confrontado en nuestra Escuela?

¿Qué prácticas podemos retomar de la tradición académico-política de la Escuela que puedan fortalecerla?

 

Se puede tener la razón para una lucha, pero si no se concretiza en un programa académico-político de largo plazo, el movimiento llegará a su clímax y empezará a diluirse, como ha sucedido varias ocasiones en nuestra Escuela. Los movimientos que han logrado mantenerse a través de décadas en nuestro país, es porque han sabido construir y defender un proyecto alternativo al que sostienen las autoridades federales, como es el caso de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), con más de 80 años de existencia; la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y el Sindicato Independiente de Trabajadores de la Universidad Autónoma Metropolitana (SITUAM), con más de 40 años de lucha.

 

La Asamblea General de la ENAH tiene entonces la palabra…





Asamblea General de la ENAH decide realizar un Paro total de 72 hrs., en apoyo al magisterio democrático de la CNTE, el 17 de septiembre de 2013.


 


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