El capitalismo histórico, de Immanuel Wallerstein, Traducción de Pilar López Mañez, Madrid, S.XXI, 2012 |
Immanuel Wallerstein es un analista
clave para entender la sociedad en que vivimos. Lo es desde la perspectiva
rigurosa, clara y crítica de un científico social que niega la división de las
dos culturas, la científica y la humanística. Y que plantea una concepción
integrada de todas las ciencias sociales: lo que él llama la sociología
histórica. Esta sociología no sólo no está separada de la historia sino que
además rompe las barreras entre la antropología, la sociología, la economía y
la política. Porque esta división lo que marca una concepción del saber que se
corresponde con el tipo de sociedad que emerge a partir del siglo XV y que ya
está globalizada el siglo XIX. Esta sociedad es lo que Wallerstein llama un
Sistema-Mundo. Con este término se refiere a un tipo de sociedad que tiende a
la máxima expansión, a un dominio global. Hasta ahora estos sistemas eran los
Imperios, que estaban basados en un poder político absoluto. Pero el
Sistema-Mundo moderno es una Economía-Mundo. Esto quiere decir que su dominio
no es político sino económico. Este dominio económico es impersonal, es la
lógica que rige el funcionamiento del sistema, que es el de la acumulación de
capital. Todo se ha ido ordenando alrededor de esta finalidad, que es
totalmente irracional.
En contra de otros planteamientos,
Wallerstein no cree que lo esencial del capitalismo sea su naturaleza de
economía de mercado. En este sentido sigue la línea del historiador Fernand
Braudel y el economista Karl Polanyi al considerar que el capitalismo es, en
cierta forma, una economía anti-mercado. Lo es en la medida en que la lógica
del sistema tiende al oligopolio o al monopolio y no a la libre competencia.
Aunque lo que sí es cierto es que esta acumulación de capital la realiza a
partir de una mercantilización progresiva de todos los elementos sociales. Otra
cosa es lo que dice el liberalismo, que es una ideología que oculta más que
muestra el funcionamiento real del capitalismo. Aquí es fundamental entender el
papel del Estado, pieza fundamental para garantizar este mecanismo. El Estado
es ambivalente. Aunque pueda recoger los frutos de los movimientos
reivindicativos (a los que él llama antisistémicos) y ser así un elemento de
redistribución de los recursos, no hay que olvidar su papel fundamental. El Estado
crea las infraestructuras (de comunicación, de información, de energía..), las
fronteras y la legalidad que necesita el capitalismo. Tiene además el monopolio
de la violencia, que le permite garantizar el orden interno centrado en la
propiedad privada (policía) como la competencia por los mercados (ejército) .
Pero también se dedica a socializar las pérdidas de los oligopolios y los
monopolios a través de subvenciones, los beneficios fiscales o simplemente
inyectandoles el dinero que necesitan para seguir acumulando capital. Hoy más
que nunca me parece que es evidente esta última afirmación. Otro elemento
fundamental en el planteamiento de este gran sociólogo es la división entre
países centrales y países periféricos. No se trata de algo contingente o
accidental sino de algo sustancial. Hay un intercambio desigual que hace que
las clases trabajadores de los países centrales recojan una parte del beneficio
del excedente de esta relación de dominio de unos países sobre otros. Aunque
aquí hay que decir que no es justo atribuir a Wallerstein la sustitución de la
lucha de clases por la lucha entre países. Son dos aspectos del sistema que hay
que entender de manera entrelazada como manifestaciones de la lucha de clases.
La realidad es compleja, aunque sea más fácil verla de manera simplificada.
En este denso resumen que Immanuel
Wallerstein hace en este libro de sus propias teorías hay otros aspectos que
vale la pena remarcar. En primer lugar su noción de estructura dinámica,
de crisis y de bifurcación. Estos conceptos los extrae de un
científico que es Ilya Prigogine. Como él mismo este Premio Nobel de Química
quiso trazar un puente entre las ciencias naturales y las sociales. Una
estructura dinámica es un sistema ordenado de una determinada manera. Cada estructura
tiene un inicio, una desarrollo, una crisis y dos salidas posibles. Aplicado a
la sociedad humana la historia es la transformación de estructuras (larga
duración) o lo que ocurre en cada estructura (corta duración). En este proceso
no se contempla la idea de revolución porque un sistema se acaba por sus
propias contradicciones internas y es en este momento cuando la acción humana
decide cual será la salida. El capitalismo no fue resultado de una revolución
burguesa, que según Wallerstein nunca existió, sino de una salida favorable a
los grupos más poderosos del feudalismo, que se transformaron en la nueva
burguesía. Otra opción hubiera sido la formación de comunidades más
igualitarias de pequeños propietarios. El capitalismo llegará pronto a su fin porque
es incapaz de resolver sus contradicciones internas. Será la lucha entre las
élites económicas y los movimientos antisistémicos la que decidirá lo que
vendrá después, que puede ser mejor o peor en función de quien gane la lucha.
Sí se le puede criticar a Wallerstein la poca precisión de este término, por lo
menos tal como aparece en el libro al situar en un mismo plano el nacionalismo
y el socialismo (que por otra parte tiene un contenido muy poco matizado).
Desde el punto de vista ideológico el
capitalismo es paradójico porque vive la tensión entre el universalismo y el
particularismo. Su universalismo es el del mercado y el de la ciencia. Su
particularismo es el del nacionalismo, el racismo y el sexismo. Wallerstein es
contundente: el racismo es un invento del capitalismo para justificar las
desigualdades económicas. Antes del capitalismo existió xenofobia, no racismo.
Respecto al sexismo también sostiene que nunca fue tan claro como con el
capitalismo, donde se convierte a la mujer en un ser improductivo y se forma
una familia nuclear patriarcal. Aquí, evidentemente, habría mucho que discutir
porque en lo que respecta al sexismo lo cierto es que el capitalismo ha
sobrevivido a la crisis del patriarcado en los países centrales. Respecto al
racismo habría aquí toda una reflexión sobre si hay un racismo cultural que es
herencia del racismo genético.
Wallerstein no es marxista. Respeta a
Marx pero considera que tuvo sus aciertos y sus errores, como podemos comprobar
por los comentarios anteriores. Pero quizás la diferencia básica es que para
Wallerstein el capitalismo no tuvo un carácter progresivo. Es un sistema
totalmente irracional, sin ninguna función histórica y que ha empobrecido a la
mayor parte de los habitantes del planeta, que viven peor que antes. Tampoco es
comunista, ya que para él el llamado socialismo real no fue nunca una
alternativa a la
Economía-Mundo capitalista. Esta es una de las
contradicciones de los movimientos antisistémicos: al tomar el poder del
Estado se acaba convirtiendo en una pieza más dentro del sistema global. Esta
afirmación es, sin duda, un escándalo para muchos sectores de la izquierda.
Quizás esta reseña sea un resumen del
propio resumen que es en sí mismo el libro, sobre todo de su monumental estudio
El moderno sistema mundial. Pero no puedo evitar dar a conocer en estas
líneas la teoría del quizás más importante analista crítico del capitalismo en
el momento actual. Nacido en Nueva York en 1930 Immanuel Wallernstein completa
su inmenso trabajo teórico ( con una indudable base empírica) con artículos y
entrevistas sobre el momento presente. Comprometido en una posición claramente
de izquierdas nos proporciona un material que es, bajo mi punto de vista,
imprescindible para cualquiera que quiera entender lo que estamos viviendo hoy
a nivel mundial. No es desde lo más simple como vamos entendiendo lo más
complejo (los ilusorios “hechos” del positivismo) sino construyendo un marco
global dinámico como podemos ir situando y entendiendo lo más concreto.
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